Narrado por Ethan
Era domingo por la mañana y el sol se filtraba tímidamente por las ventanas del departamento en Washington. Leo e Ian correteaban por la sala, uno disfrazado de dinosaurio y el otro de astronauta. Me encantaba verlos así, llenos de energía, con esa mezcla de inocencia y locura adorable que los hacía únicos.
—¡Papá! —gritó Ian mientras se lanzaba sobre el sofá—. ¿Cómo te fue con mami anoche?
Leo apareció detrás de él, con los ojos brillantes de curiosidad. No pude evitar sonreír. Ya no me tomaban por sorpresa con sus preguntas, pero cada vez me hacían pensar más.
—Nos fue bien —dije mientras me sentaba en el borde del sillón—. Salimos a cenar. Hablamos, reímos… fue una linda noche.
—¿Se besaron? —preguntó Leo con una sonrisa traviesa.
—No —respondí entre risas—. Pero casi.
Ambos soltaron un “¡Oooohhh!” en coro, como si fuera una película que los tenía al borde del asiento. ¡Alto!
—¿Donde aprendieron eso?
— Ahhh pues en la escuela las niñas dicen que ven a sus papis haciendo eso, ya que sus papi se quieren mucho, responde Ian.
—Sii, y que sus papi les dijeron que ellas lo haran cuando esten muyyyy grandes. Le sigue Leo.
—Pero bueno papá¿Y cómo se conocieron tú y mami? —preguntó Ian de pronto, sentándose a mi lado con su disfraz desacomodado.
Me quedé en silencio un segundo. Esa pregunta... me tomó por sorpresa. Respiré hondo.
—Fue hace muchos años. Mami trabajaba en una empresa constructora. Yo era el CEO. No fue el mejor comienzo… cometí errores, fui prejuicioso y un poco idiota al principio.
—¿Y mami te aguantó así? —preguntó Leo, frunciendo el ceño.
—Sí, pero no por mucho —respondí sonriendo con nostalgia—. Mami es fuerte. Siempre lo ha sido. Me enfrentó con sinceridad desde el primer día. Nunca se quedó callada. Y eso fue lo que más me impactó.
Me detuve un segundo, repasando las escenas en mi mente.
—Cuando el ambiente se volvió insoportable, ella se fue. Me enfrentó de nuevo y se marchó con la frente en alto. Pero el destino tenía otros planes. Terminó trabajando conmigo otra vez… y ahí fue cuando la conocí de verdad. No como secretaria, sino como mujer. Y me enamoré. Sin remedio.
—¿Y le dijiste que la amabas? —preguntó Ian.
—No enseguida. Yo tenía miedo. Ella también. Habíamos sido lastimados antes. Pero luego de muchas salidas, de compartir momentos… fue ella quien me pidió que fuera su novio.
Ambos me miraron sorprendidos.
—¿¡Mami te pidió que fueras su novio!? —exclamaron al mismo tiempo.
Asentí con una sonrisa.
—Sí. Con esas palabras exactas. Me dijo que quería proteger mi corazón. Que lo cuidaría… Y lo hizo, hasta que yo lo arruiné todo.
Se hizo un silencio breve. Un nudo se apretó en mi garganta.
Leo fue el primero en hablar.
—Entonces ahora te toca a ti.
Lo miré, sin entender del todo.
—¿Qué quieres decir?
—Si la primera vez fue mami quien te pidió que fueran novios —dijo Ian—, esta vez tienes que hacerlo tú. Pero cuando lo hagas, debe ser porque ella está segura. Sin dudas. Tienes que hacer muchos méritos, papá. Para que ella diga que sí sin pensarlo.
Me quedé en silencio, impactado por sus palabras. Porque tenían razón. Porque a veces los niños ven las cosas más claras que los adultos.
—Tienen razón —dije en voz baja—. Es mi turno.
Ellos sonrieron y me abrazaron por ambos lados. Los rodeé con los brazos, sintiéndome completo, aunque aún me faltaba algo.
Apreté los ojos, recordando su sonrisa la noche anterior. Su risa. Su mano cálida entre las mías.
Era tiempo de hacer las cosas bien.
Esta vez… no la iba a perder.
Editado: 03.08.2025