Narrado por Ethan
Después del evento, todo pareció tomar un respiro. Las semanas siguientes estuvieron llenas de momentos tranquilos con Lía y nuestros hijos. Habíamos vuelto a una rutina familiar, con risas en el desayuno, paseos los fines de semana y noches donde solo queríamos abrazarnos y no pensar en nada más que el presente. Por fin, todo parecía estar en su lugar.
Ese día, era mi turno de recoger a los niños en el colegio. Había prometido llevarlos por un helado y pasar tiempo juntos, pero justo antes de salir de la oficina, recibí una llamada de emergencia. Una reunión inesperada con un inversionista clave que no podía postergar.
Suspiré frustrado, tomé el celular y llamé a Lía.
—Amor, ¿crees que podrías ir tú por los niños hoy? Me acaba de surgir una reunión importante, y no puedo faltar.
—Claro, Ethan. No te preocupes. Los recojo y los llevo a casa —respondió ella con su voz siempre tranquila.
—Te amo. Gracias por siempre estar —le dije antes de colgar.
Volví a enfocarme en mis documentos, pero apenas una hora después, mi teléfono sonó de nuevo. Era Annette.
—¿Hola? —contesté.
—¡Ethan! —la voz de Annette estaba alterada, al borde del llanto—. Es Lía… la atropellaron. Fue cuando íbamos saliendo del colegio con los niños.
—¿Qué? ¿Cómo que la atropellaron? ¿Qué pasó? —pregunté con la voz quebrada.
—Íbamos saliendo con los niños, Lía iba de la mano de Leo y yo tenía a Ian. Estábamos por cruzar la calle cuando un carro apareció de la nada, a toda velocidad. Lía solo tuvo un segundo para reaccionar. Lo primero que hizo fue proteger a Leo, lo abrazó con fuerza y giró su cuerpo para que él no recibiera el golpe. Ethan… el carro la embistió completamente a ella. Volaron varios metros.
Sentí como si el alma se me escapara del cuerpo.
—¿Y Leo? ¿Está bien? —pregunté apenas con voz.
—Sí, gracias a Lía. Solo tiene unos raspones… pero ella… ella está muy golpeada. Ya vamos hacia el hospital.
Todo en mí se detuvo. El aire desapareció. Las palabras de Annette se volvieron ecos lejanos mientras mi corazón comenzaba a latir con fuerza, con un miedo que nunca antes había sentido.
—¿Está consciente? ¿Dónde están? —pregunté de inmediato, levantándome sin pensar.
—No lo sé aún, la subieron a una ambulancia. Vamos al hospital central. Te envío la ubicación.
No esperé más. Salí corriendo de la oficina, dejando papeles, celular y hasta la razón detrás. Solo importaba una cosa: ella.
El trayecto al hospital fue el más largo de mi vida. Mi mente era un torbellino de imágenes: Lía herida, Lía inconsciente, nuestros hijos preguntando por su mamá… Un nudo se apretaba en mi garganta. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí completamente vulnerable, como si una parte de mí estuviera colgando de un hilo.
Aparqué mal el carro, corrí como si mi vida dependiera de ello. Entré al hospital, buscando con desesperación a Annette. Y ahí estaba, en la sala de espera, con los ojos enrojecidos.
—¿Dónde está? ¿Cómo está? —grité casi sin aliento.
—La están atendiendo, Ethan. No tengo muchos detalles. Pero estaba consciente cuando entró. Tenía una pierna lastimada, y parecía muy adolorida.
—Dios mío… —apoyé mis manos en las rodillas, respirando agitado.
Annette se acercó, tocó mi hombro.
—Va a estar bien. Es fuerte. Pero esto… nos cambia todo.
Tenía razón. Una simple decisión, un momento, y todo podía cambiar. La posibilidad de perderla me golpeó con más fuerza de la que estaba preparado para soportar.
Y entonces supe… no importaba nada más. Todo lo que tenía, todo lo que amaba, todo lo que necesitaba… estaba en esa sala. Y no iba a dejar que nada ni nadie me la arrebatara otra vez.
Editado: 03.08.2025