Nuevas curvas para el Ceo

CAPÍTULO 66 — EL AMOR QUE DETUVO EL TIEMPO

Narrado por Lía

El día había comenzado como cualquier otro. Estaba en mi oficina, enfocada en terminar unos informes, cuando recibí la llamada de Ethan.

—Amor, ¿crees que podrías ir tú por los niños hoy? Me acaba de surgir una reunión importante, y no puedo faltar —me dijo con un tono de urgencia.

—Claro, Ethan. No te preocupes. Los recojo y los llevo a casa —le respondí con una sonrisa. Aunque no nos veríamos en la tarde, siempre me alegraba poder compartir con nuestros hijos.

Llamé a Annette para que me acompañara. Me encantaba cuando las tardes se convertían en pequeñas aventuras con los niños. Al llegar al colegio, ellos salieron corriendo emocionados. Ian se fue directo a los brazos de Annette, mientras Leo corrió hacia mí y me tomó de la mano con su usual entusiasmo.

—Mami, papi dijo que hoy nos llevaría por un helado —dijo Leo emocionado.

—¡Pero como papi no pudo, entonces ahora te toca a ti! —añadió Ian, riendo.

—Entonces, vamos por ese helado —les dije divertida, guiándolos por la acera rumbo a la heladería.

El sol estaba cálido, los niños reían, y todo parecía estar en perfecta armonía. Hasta que llegó el caos.

Íbamos cruzando una calle cuando un carro apareció de la nada, a toda velocidad. El rugido del motor y el chirrido de las llantas me helaron la sangre. Fue un instante, pero lo sentí eterno.

Mi primera reacción fue apartar a Leo. Pero sabía que no iba a lograrlo a tiempo. Así que lo tomé entre mis brazos con todas mis fuerzas, giré sobre mi eje y lo abracé con fuerza, interponiendo mi cuerpo entre él y el carro. Sentí el golpe. El mundo giró. Todo se volvió borroso. Y luego, oscuridad.

Narrado por Annette

Todo pasó tan rápido…

Caminábamos hacia la esquina cuando vi ese carro acercarse. Venía demasiado rápido. No hubo tiempo de gritar, de reaccionar. Solo vi cómo Lía abrazó a Leo y giró para protegerlo, como una madre dispuesta a todo. El impacto fue brutal. Ambos volaron por el aire. Ian gritó, yo me paralicé por un segundo.

Corrí hacia ellos. Leo lloraba, asustado, con la ropa rasgada, pero sin heridas de gravedad. Lía… estaba inconsciente, sangrando por la cabeza, con la pierna en una posición que no era natural.

—¡Llamen a una ambulancia! —grité desesperada, intentando mantener la calma mientras el corazón se me salía del pecho.

Los minutos fueron eternos hasta que llegó la ambulancia. Subieron a Lía con rapidez. Yo abracé a los niños, temblando, tratando de tranquilizarlos mientras luchaba contra mis propias lágrimas.

Tomé el celular con las manos temblorosas y marqué el número de Ethan. Él contestó casi de inmediato.

—¡Ethan! —dije con la voz quebrada—. Es Lía… la atropellaron. Fue cuando íbamos saliendo del colegio con los niños.

Su voz se quebró. Pude sentir el miedo atravesarlo como un rayo. Le conté lo que pasó, cómo ella había protegido a Leo… cómo se había arrojado al peligro sin pensarlo. Le dije que íbamos camino al hospital.

Lo siguiente fue una carrera contrarreloj. Y una promesa silenciosa: haríamos todo por mantenerla con vida, por cuidar de ella… por devolverle el amor que había entregado sin pensarlo dos veces.




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