Narrado por Ethan
El doctor salió con el parte médico. Sus palabras aún retumbaban en mi cabeza: “fractura en la pierna derecha, contusiones internas, traumatismo craneoencefálico, estado de coma inducido”. Escuchar eso fue como recibir un balazo directo al corazón. Sentí como si todo mi mundo se viniera abajo. La mujer que amaba, la madre de mis hijos, la persona que había devuelto luz a mi vida… ahora yacía entre la vida y la muerte.
Mis hijos, confundidos, me miraban buscando respuestas que no tenía. Ian se aferró a mi pierna.
—¿Papi… por qué mami no se despierta?
Leo, con los ojos llenos de lágrimas, susurró:
—¿Está dormida porque le duele mucho?
Tragué saliva. No quería que me vieran así, quebrado, derrotado. Pero no sabía cómo explicarles lo que ni yo mismo podía procesar. Me arrodillé y los abracé con toda la fuerza que tenía.
—Mami es muy valiente… y está luchando. Va a volver con nosotros. Lo prometo —dije, aun cuando una parte de mí temía no poder cumplir esa promesa.
Nos permitieron verla. Entré en la habitación con pasos pesados. Allí estaba ella, mi Lía, envuelta en sábanas blancas, conectada a tantas máquinas que parecía una muñeca rota. Su rostro tenía rasguños, y su piel pálida contrastaba con los tubos que la rodeaban. Tomé su mano.
—Estoy aquí, amor… no me voy a ir. Quédate conmigo, por favor.
Me quedé un rato en silencio, acariciando su mano, hablándole bajito. Necesitaba creer que me escuchaba.
Entonces, los oficiales regresaron. Esta vez insistieron con más urgencia. Me llevaron a una sala del hospital y allí me mostraron el video captado por una cámara cercana al colegio. Vi cómo Lía abrazaba a Leo, cómo se interponía entre él y un auto que venía a una velocidad inhumana. No tuve que imaginar el impacto, lo vi. Sentí náuseas. Quise romper la pantalla.
Uno de los agentes pausó el video y señaló la matrícula.
—Las cámaras captaron la placa. El vehículo está registrado a nombre de Valerie Leclerc.
El aire abandonó mis pulmones. Valerie.
Todo cobró sentido de inmediato. La noche en la que se enfrentaron en el evento, las palabras envenenadas que soltó, la furia en sus ojos. Lo que alguna vez pensé que era solo resentimiento, ahora era odio puro. Y había cruzado la línea.
—Vamos a proceder con la investigación, pero necesitaremos su declaración oficial —continuó el oficial.
Yo apenas asentí. Mi mente estaba en otra parte. Una rabia fría me recorrió el cuerpo. Nunca me había sentido tan vulnerable, tan expuesto. Pero también, jamás me había sentido tan decidido.
—Si esto fue intencional… —empecé a decir, con la voz tensa.
—Eso lo determinará la investigación —respondió el oficial.
No necesitaba una investigación para saberlo. La conocía. Y sabía hasta dónde era capaz de llegar. Valerie nos había arrebatado años una vez, y ahora casi le quitaba la vida a Lía. No podía permitir que quedara impune. No otra vez.
Volví a la habitación donde estaban mis suegros con los niños. Al ver mi rostro, mi suegra se levantó.
—¿Qué pasa ahora?
—Ya lo sabemos. Fue Valerie. El auto es de ella. Esto no fue un accidente.
El silencio se apoderó de todos. Incluso los niños parecían entender que algo grave estaba ocurriendo. Me arrodillé junto a ellos otra vez.
—Mami está muy mal, pero vamos a cuidarla entre todos.
Los ojos de Leo se humedecieron, pero me abrazó fuerte. Ian hizo lo mismo. En ese momento, sentí que tenía que ser más fuerte que nunca. Por ellos. Por Lía.
Y mientras sostenía a mis hijos, con el corazón dividido entre la ternura y el dolor, me juré que Valerie iba a pagar cada una de sus acciones. Esta vez, no había marcha atrás. Esta vez, no la dejaría salirse con la suya.
Ahora sí… van a conocerme.
Editado: 03.08.2025