Nuevas curvas para el Ceo

CAPÍTULO 70 — VERDADES QUE ARDEN

Narrado por Ethan

El amanecer trajo consigo más que cansancio. Trajo una decisión. No podía seguir esperando sentado a que Valerie recibiera el castigo que merecía. No después de lo que le hizo a Lía. Si la ley avanzaba lento, yo no. Y si ella pensaba que esto quedaría en el olvido, estaba muy equivocada.

Contacté a un viejo amigo, Julián, investigador privado. Le envié el video del atropello, los reportes de la policía y todo lo que tuvieran. Le pedí que averiguara cada paso de Valerie ese día, desde el momento en que salió de su casa. Quería pruebas. Quería certezas.

—Si fue ella —dije por teléfono con voz firme—, voy a hundirla.

—Lo haré rápido, Ethan. Te lo prometo —respondió Julián.

Esa mañana, mientras estaba en la sala de espera del hospital, mi celular vibró. Era una videollamada de mis hijos. Leo tenía un dibujo en las manos.

—Papi, mira, es mami despertándose —dijo con ilusión—. Y tú estás llorando, pero feliz.

El dibujo era torpe, con palitos y colores mal combinados, pero fue suficiente para quebrarme. Me alejé un poco, para que no me vieran llorar.

—Está hermoso, campeón… mami lo va a amar cuando despierte.

Colgué y me dirigí de nuevo a la habitación. Cuando entré, noté algo diferente. Era apenas un leve movimiento de sus dedos. Me acerqué de inmediato.

—¿Lía? —susurré, con el corazón acelerado.

Nada. Tal vez había sido mi imaginación. O tal vez… una señal.

Más tarde, Julián me llamó. Había encontrado algo. Las cámaras de una tienda cercana al lugar del accidente captaron el momento exacto en que Valerie subía a su auto, sola. Mismo vestido, misma hora. El auto iba en la dirección del colegio. No había margen de error.

—Ya tengo el metraje. Esto la compromete por completo —dijo Julián—. Lo llevaré directo a la policía.

Esa noche, la policía volvió al hospital. Esta vez su rostro era distinto.

—Gracias a la evidencia recibida, procederemos con una orden de arresto. Valerie Leclerc será detenida por tentativa de homicidio y fuga.

El alivio fue inmediato, pero no era suficiente. Nada me devolvería el tiempo perdido, ni borraría el dolor que causó. Pero verla enfrentar las consecuencias… era el inicio de algo. Justicia. Reparación. Paz.

Volví junto a Lía. Me senté, tomé su mano como siempre, y le susurré:

—Te prometí que haría justicia, amor. Y la estoy cumpliendo. Ya puedes descansar tranquila. Todo va a estar bien.

Y por primera vez, después de tantas noches de incertidumbre… su mano se aferró ligeramente a la mía.

—Lía… —susurré, conteniendo la respiración.

Sus labios se movieron apenas. Y aunque no emitió palabra, sus ojos comenzaron a abrirse con lentitud.

Y en ese instante, supe que la tormenta no nos había vencido.

Nos había hecho más fuertes.




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