Nuevas curvas para el Ceo

CAPÍTULO 74 — EN PIE OTRA VEZ

Narrado por Ethan

Nunca imaginé que ver a alguien aprender a caminar otra vez pudiera ser tan doloroso y al mismo tiempo tan esperanzador. Ver a Lía en una camilla, con tubos, vendas y moretones, fue el infierno... pero verla poco a poco sentarse por sí misma, mover las piernas, aferrarse a las barras de rehabilitación con esa expresión de esfuerzo y valentía, fue como ver a un milagro tomar forma frente a mis ojos.

Pasaron semanas en el hospital. Cada día traía un nuevo reto: dolor, físico y emocional, pero también pequeños logros. Su primer sonrisa después del accidente, el primer día que pudo sostener a Leo sin que se le llenaran los ojos de dolor, el momento en que me dejó leerle una historia sin quedarse dormida del agotamiento. Todo eso, lo atesoré como si fueran joyas.

Los niños venían a verla siempre que podían. Ian llevaba dibujos y Leo se subía a su cama con cuidado, como si entendiera que su mamá estaba remendándose por dentro. Mis suegros se turnaban para apoyarla, y Anette era una presencia constante y tranquilizadora.

Pero a pesar del avance, la sombra de Valerie nunca se fue. Cada noche, después de que Lía se dormía, me sentaba junto a su cama y revisaba cada correo, cada actualización del oficial a cargo del caso. La policía había confirmado que Valerie había salido del país, pero aún no sabíamos dónde estaba.

—No ha usado tarjetas, ni pasaportes oficiales —me dijo el detective una tarde por teléfono—. Creemos que cambió de identidad. Hay pistas de que podría estar en Europa del Este o en Sudamérica, pero nada concreto.

Me carcomía la impotencia. Saber que ella había estado tan cerca de matarla y que ahora andaba libre, escondida, protegida por el anonimato y el dinero. No lo soportaba.

Pero me concentraba en Lía. Ella me necesitaba presente, entero. Y yo había prometido no volver a fallarle.

Cuando el día del alta llegó, Lía estaba de pie con ayuda, su cabello suelto y su sonrisa más viva que nunca. Tenía moretones que el tiempo no había borrado del todo, cicatrices nuevas en su piel, pero también una fuerza que no había visto nunca.

—Lista para irme a casa —me dijo, con la voz más firme desde el accidente.

Y yo no pude evitar besarla, con cuidado, como si temiera romperla, pero con toda la ternura que había contenido durante esas semanas.

Al salir del hospital, los niños la esperaban con globos y carteles. Ian gritó "mamá" tan fuerte que todo el pasillo se volvió a mirarlo. Lía lloró, claro que lloró, pero esta vez fue de alegría. De regreso. De victoria.

Esa noche, cuando todos dormían, me senté frente a la ventana con el teléfono en la mano. Aún no había noticias de Valerie. Pero no importaba cuán lejos corriera. La iba a encontrar.

Por Lía.

Por mis hijos.

Por todo lo que nos quiso quitar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.