Narrado por Lía
El sol entraba por la ventana con una calidez que ya no me dolía. Mi cuerpo, aunque aún sensible, respondía mejor. Mis pasos eran firmes, mi mente clara, y mi determinación absoluta. Después de tanto tiempo de sanación, lágrimas, noches en vela y abrazos eternos, había llegado el momento. Hoy volvía al trabajo.
Mis padres, como era de esperarse, intentaron detenerme. Ethan también. Ambos me decían que no había prisa, que podía esperar un poco más, que debía seguir descansando. Pero ya me conocían. Sabían que una vez que tomaba una decisión, no había marcha atrás. Y esta no era solo una necesidad profesional. Era personal.
—No es solo por volver a la rutina —le dije a Ethan mientras desayunábamos en silencio—. Es porque tengo que hacerlo. Por mí. Por ustedes.
Él me miró, con ese gesto serio que mezcla amor y miedo. No dijo que no. Solo asintió. Me acompañó hasta la puerta y me besó como si fuera a la guerra. Y, en cierta forma, lo era.
Regresar a la oficina fue como volver a un campo de batalla en pausa. Todo estaba igual, pero yo era otra. Mis compañeros me recibieron con abrazos y palabras de aliento, pero yo iba enfocada. Tenía una misión: encontrar a Valerie.
Había pasado meses ocultándome del miedo. Pero lo que me pasó, lejos de quebrarme, me reconstruyó con una fuerza distinta. No iba a permitir que esa mujer siguiera rondando mi vida desde las sombras. No podía dormir sabiendo que mis hijos estaban en peligro con ella libre en algún lugar del mundo. Esta vez no iba a esperar sentada.
Empecé por el accidente. Revisé cada archivo, cada video, cada declaración. Ya conocía lo básico, pero ahora necesitaba los detalles. Supe cómo salió del país, qué ruta tomó, y cada paso que dio antes de desaparecer.
Contacté a un viejo conocido que trabajaba en seguridad privada internacional. Le pedí ayuda, bajo total confidencialidad. Tenía fotos, nombres falsos, registros de aerolíneas. Valerie no era una aficionada. Se había preparado bien. Pero nadie desaparece sin dejar rastro.
Cada noche, después de acostar a los niños, me sentaba frente a la computadora y cruzaba información. Casi no dormía, pero no me importaba. Estaba cada vez más cerca.
Y lo sabía. Porque hacía dos noches, recibí un mensaje anónimo. Solo una línea: "Estás buscando en el lugar correcto."
Lo tomé como una señal. Como el rugido de un lobo que sabe que la presa está a la vista.
Valerie creía que me destruyó.
Pero no entendía que me transformó.
Y ahora, esta vez, yo iba tras ella.
Editado: 03.08.2025