Nuevas curvas para el Ceo

CAPÍTULO 79 — UNA PROMESA PARA SIEMPRE

Narrado por Ethan

Han pasado ya algunas semanas desde que regresamos de Croacia. Valerie fue capturada, juzgada y condenada a veinte años de prisión. La sentencia cayó con el peso de cada uno de sus crímenes: intento de homicidio, suplantación de identidad, fuga internacional, y más. Cuando escuché el veredicto final, no sentí júbilo. Solo alivio. Paz. Y el deseo profundo de cerrar ese capítulo para siempre.

Pero había algo más que quería hacer.

Algo que llevaba demasiado tiempo sintiendo, postergando… esperando el momento indicado. Y ahora, por fin, ese momento había llegado.

Estaba en la sala con Leo e Ian, un sábado por la mañana, mientras Lía dormía aún. El sol entraba suave por las ventanas, y el aire olía a pan tostado y chocolate caliente.

—¿Chicos? —llamé con una sonrisa, sentándome frente a ellos en la alfombra—. Necesito su ayuda con algo muy importante.

Ambos dejaron de jugar y me miraron atentos, como si intuyeran que lo que venía no era un juego.

—Quiero pedirle a su mamá que se case conmigo.

Leo fue el primero en reaccionar. Abrió la boca, soltando un "¡¿en serio?!" que me hizo reír. Ian, más tranquilo, ladeó la cabeza con sospecha.

—¿Te vas a casar con mi mami?

—Eso quiero —asentí—. Pero necesito su ayuda para hacerlo especial.

Ian entrecerró los ojos, como si fuera un pequeño abogado considerando un contrato importante.

—Solo si prometes algo primero.

—Lo que sea —dije, sin dudar.

—Promete que nunca la vas a hacer llorar. Solo si es de felicidad. Y que siempre la vas a cuidar. Como un superhéroe, pero sin capa.

Me conmovió tanto que sentí un nudo en la garganta. Les miré a los dos, tan pequeños y tan grandes al mismo tiempo.

—Lo juro —dije con firmeza—. Juro que la voy a cuidar todos los días de mi vida. Que voy a hacerla reír, sentir segura, y que nunca, nunca va a tener que enfrentar nada sola otra vez. Ni ella, ni ustedes.

Leo me abrazó fuerte, y luego Ian se sumó. Éramos un equipo. Una familia. Y ahora, íbamos a dar un paso más.

Pasamos el resto del día preparando todo. Los niños dibujaron carteles con corazones y escribieron “¿Te casas con papá?” con crayones de colores. Yo elegí un anillo sencillo pero hermoso, con un diamante en forma de lágrima, como símbolo de todo lo que habíamos superado juntos.

Esperamos hasta la noche. Hice una cena especial —con la ayuda de los niños, claro, aunque más arroz terminó en el suelo que en la olla— y decoramos el comedor con luces cálidas y velas. Todo muy íntimo. Solo nosotros.

Cuando Lía bajó, con su sonrisa tranquila y su cabello suelto, vi a la mujer de mi vida. La que enfrentó el infierno y volvió más fuerte. La que eligió el amor sobre el miedo. La que me salvó más veces de las que podría contar.

Me arrodillé.

Leo e Ian aparecieron a cada lado, sosteniendo sus carteles orgullosos.

—Lía —dije, mirándola a los ojos—. No quiero esperar más. Quiero envejecer contigo, caminar cada paso de esta vida tomados de la mano, ser tu hogar y tu refugio. ¿Te casarías conmigo?

Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no de tristeza. Eran lágrimas de esas que hacen bien. De esas que cierran heridas.

—Sí —susurró, sonriendo como si el mundo se hubiera detenido solo para nosotros—. Sí, Ethan. Mil veces sí.

Los niños aplaudieron, gritaron, corrieron por la sala como si fuera Navidad, y ella me abrazó con fuerza, con el alma, con la certeza de que lo que venía sería, por fin, solo nuestro.

La pesadilla había terminado. Y ahora comenzaba la historia que sí queríamos escribir.

Juntos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.