Nuevas Leyendas: Los 3 Grandes

Cap.4 El 5to Aprendiz

Unas semanas antes de la visita...

Una pequeña comunidad de aldeanos inmigrantes de la otra tierra, llamada Tsubaki, vivía tranquila al noroeste de Swordland, la mayoría de su gente provenía de la Nueva tierra al otro lado del mar del oeste, era una aldea humilde y desprendida del dominio de Swordland, su gente se vivía más a los cultivos y la crianza de animales, excepto por un viejo monje que tenía un gran templo en la entrada norte de Tsubaki.

Una mañana un joven de cabello negro algo alborotado, delgado y de apariencia desarrollada, ya hacia parado  frente a el gran templo, algo viejo pero una gran estructura y construcción que hacía parecer aquel templo una obra de arte. El joven tocó la puerta principal de aquel lugar y una voz le gritó -En un momento voy- era la voz de un anciano. El joven permaneció parado frente a la puerta del templo una hora, para luego sentarse aún lado de la puerta y esperar otra media hora -maldito viejo no sale y ya tengo hambre- dijo el joven a si mismo, pero paso el tiempo y luego de estar impaciente y algo frustrado  decidió levantarse para irse a su hogar, se levantó y ya parado en el camino cuando una de sus dos grandes puertas abrió y un anciano de grandes cejas blancas con una barba que terminaba en punta, vestido de monje budista se asomó quedando donde antes estaba la puerta -Oooo aún sigues aquí?- dijo el anciano con cara de sorpresa -lamento la espera, pero tenía que desayunar, ¿y que buscas muchacho? que no ves que aún es muy temprano- dijo el anciano y el joven volteó y ya desesperado y gritó -maldito anciano vine a primera hora como dijo y estuve esperando, para que ahora me diga que no salía porque estaba desayunando y que es muy temprano, ya solo faltan un par de horas para el medio día, viejo estupido!!!- esto hizo enojar al anciano quien todavía tenía algunos pedazos de arroz a los lados del rostro -tienes algún problema muchacho impaciente, soy anciano y soy lento, y no tengo la menor idea de lo que dices, eres un joven insolente al hablarme así- gritó el anciano -insolente yo, pero si usted no se acuerda que ayer me encontró en la aldea y dijo que viniera a su casa porque tenía algo de trabajo que darme...- decía Hide pero el anciano lo interrumpio -de que estas hablando no recuerdo haber hablado con un malcriado como tú muchacho tonto, tonto, tonto- seguía gritando el anciano y una serie de gritos sin sentido entre Hide y el anciano seguían, esto duro hasta que una joven se acercaba de las afueras de Tsubaki, esta chica pelirroja traía consigo una katana de madera en su espalda y observaba a Hide y al anciano mientras caminaba hacia la puerta parándose frente del anciano y dando la espalda a Hide, terminando así los gritos del muchacho -otra vez peleando con la gente que camina frente al templo Oda- dijo la chica -no me digas Oda dime sensei, ya nadie respeta a los ancianos en estos tiempos- dijo Oda mientras miraba al joven -esta bien, sensei, pero no pelees con las personas, por favor- dijo la chica con tono amable, para después caminar hacia la puerta del templo y entrar, cuando se metía al templo golpeo el hombro del anciano mientras decía -nunca cambias verdad?- y siguió su camino entre cerrando la puerta quedando solo libre el espacio que ocupaba el anciano. El joven quedo asombrado por aquella mujer que había entrado, pero volvió a ver al anciano y su coraje regreso -bien ya me voy, ya no se acuerda viejo senil- dijo Hide y dio la media vuelta -espera ya me acordé para que te necesitaba- dijo el anciano -pasa por favor- y lo invito a pasar abriendo la puerta por completo -y si te soy sincero me encanta enfurecer a las personas- remató el anciano burlonamente, el muchacho se jalo los cabellos, volteo y gritó -Aaaaaaaaaaa!!!! maldito anciano eres un idiota- y nuevamente comenzaron los gritos, ambos entraron al templo y caminaron por un pasillo mientras seguían discutiendo y gritoneandose hasta que llegaron al jardin de aquel templo, Hide se deslumbró ante la gran belleza del lugar; era un sitio lleno de grandes árboles de cerezos blancos con pasto verde y pequeños arbustos que estaban colocados en cada soporte del templo que rodeaban aquel jardin y dejaba una vista de el en cualquier dirección y en medio del jardin el más grandes y hermoso cerezo del jardin, ahi en ese árbol estaba ella, practicando con la katana y haciendo unos pasos que parecía más que la llevaba el poco viento que habia, parecía que volaba, sus cabellos rojos hacían notar su rostro pálido con esos brillantes ojos verdes.
-ya puedes dejar de babear- dijo el anciano tomando por sorpresa a Hide -¿que esta haciendo?- pregunto el muchacho -practica una disciplina llamada aleteo de mil aves, es una disciplina muy difícil y requiere de cierta disciplina y orden que no cualquiera tiene- contesto Oda con un tono al fanfarrón -¿y como funciona o para que sirve?- volvió a preguntar Hide -facil, esta disciplina radica en el balanceo del cuerpo y espíritu por medio de sentir las corrientes de aire, dándote unos movimientos que reaccionan analizando tu alrededor sin necesidad de pensarlo, actua como el instinto de un animal, que sabe que hacer pero no lo analiza sino que en cambio actúa por si solo aveces sin darse cuenta; y ella es mi alumna Akane y algo más ¿alguna vez escuchaste de la espada dragón?- pregunto Oda, ya que el anciano había tomado vuelo -Oooooo!!! Si ya se cual- respondió con emoción Hide -aquella que habla sobre el honor de un samurái, algo así me contó mi padre, también me contó que un monje que venía de la otra tierra venía contando a todo el mundo esa historia y algo como que estaba medio loco aquel monje- dijo Hide mientras se rascaba la barbilla para recordar -¿en serio dijo eso tu padre?- pregunto el monje algo ofendido -asi es, mi padre decía eso, pero también decía que la espada que traía aquel monje era tan hermosa como su historia- contesto Hide -bueno en eso tenía razón tu padre, ahora acompáñame me caíste bien y quiero mostrarte algo- dijo Oda mientras se dirija de regreso adentro del templo, pero daba vuelta a la izquierda siguiendo el pasillo -¿que tiene que ver la historia, con lo que yo vine a hacer, acaso usted era el monje loco?- pregunto Hide mientras caminaba sin dejar de voltear una que otra vez para seguir viendo a Akane -ay!! Ya cállate muchacho y tu sigue caminando- dijo el anciano mientras se adentraban al templo para seguir por el mismo pasillo, los dos hombres caminaban en silencio hasta llegar a una sala cerrada. El anciano abrió la puerta corrediza y ahí estaba una katana dentro de una funda carmesí con la leyenda "el poder se oculta dentro de aquel que sea digno del él" escrito con letras doradas en la funda de aquella katana -¿no es verdad, es la legendaria espada del dragón?- dijo Hide señalando con su dedo -dicen que quien sea digno tendrá la fuerza de un dragón, los ojos se le encienden como el aliento de un dragón y el fuego obedece la voluntad del portador- continuo Hide con emoción -recuerdo que mi padre cuando yo era niño me regaló el dibujo de la poderosa espada- decia Hide y de su kimono a la altura de su pecho, saco una hoja vieja y dañada por el tiempo -mire es este- y le mostro el dibujo a Oda con una ilusión en sus ojos que aquel anciano nunca había visto en ningún otro de sus discípulos o en cualquier otra persona -la verdad nunca crei que podría verla tan de cerca- y Hide volvió a mirar la espada y se le acercó rodeandola con el calor de sus manos. Oda iba a hablar pero Hide lo interrumpió -dejeme ser su discípulo o su sirviente solo quiero estar cerca de esta espada- y Hide se inclinó ante el anciano, esto tomo por sorpresa a Oda, nunca había visto tal entusiasmo y esto lo hizo sonreír -el trabajo para que te llame era este muchacho, que fueras mi discípulo pero me ganaste, tengo que contarte...- decía Oda pero Hide lo volvió a interrumpir -si estoy consciente, ninguno de sus discípulos a podido encontrar la clave para desatar el poder de la espada, pero no me importa, haré lo que sea para hacerme valer y ser digno de la antigua espada- dijo Hide con una mirada de orgullo mientras presionaba el dibujo de su padre a su pecho y fijaba su mirada llorosa sobre el anciano.
Oda estaba sorprendido al parecer éste era el posible sucesor de aquel valiente samurái que había sido su mejor amigo y también significaba que por fin podría descansar.




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