Nuevas Leyendas: Los 3 Grandes

Cap.4 El 5to Aprendiz

 

*****Pueblo De Tsubaki*****
*****Quince Días Antes De La Visita Del Señor Oscuro*****

Tsubaki era una pequeña comunidad de gente inmigrante provenientes de la Tierra Nueva ubicada al Noreste de Swordland, aquí las personas vivían de la agricultura y la pesca, un pueblo humilde alejado de cualquier reino viviendo como un pueblo independiente, ahí vivía un viejo monje budista que tenía un gran templo en la entrada Norte de Tsubaki, el cual se encargaba de entrenar samuráis, aunque la mayoría de su pueblo pensaban que estaba loco.

Una mañana a la puerta del templo del monje yacía un joven, delgado de vestimenta humilde, de cabello negro y despeinado y con un rostro de sueño que parecía que se dormiría de pie; el templo tenía una enorme puerta de madera que lucía majestuosa frente al muchacho, la puerta era flanqueada por dos columnas que tenían talladas figuras sagradas junto con adornos que la hacían lucir hermosa, era una obra de arte. El joven tocó la aldaba de la enorme puerta la cual tenía la forma de un dragón el cual sostenía en el hocico un anillo de metal, entonces una voz le gritó desde dentro del templo -¡En un momento, te atiendo!- dijo una voz, al parecer la del viejo monje; el muchacho se puso firme frente a la puerta intentando dar una buena impresión frente a su nuevo jefe pero al parecer las cosas no iban a ser tan fáciles, el joven habría esperado por lo menos una hora antes de perder la esperanza y la ganas de irse lo empezarán a invadir, el muchacho queria irse pero era su única posibilidad de trabajo, habia renunciado a seguir ayudando a un señor que le pagaba muy poco, todo porque el monje le habia prometido mayor paga y menos trabajo, no tenia a dónde ir y su estomago sonaba por el hambre, el chico decidió sentarse a un lado de la puerta donde le pegaba la sombra esperando haber si en algún momento salía el anciano -desgraciado viejo, me engaño y ahora como regreso con el señor Ryota, ya tengo hambre- decía el muchacho entre pucheros y estuvo ahí otra media hora; el joven ya impaciente y frustrado decidió levantarse, tenía que buscar trabajo de lo que sea o si no hoy no tendría que comer, el chico había dado unos pasos cuando una de las dos grandes puertas se abrió y un anciano calvo de ceja poblada y blanca se asomo -oye niño no viste si alguien toco mi puerta- dijo el monje -¿Que? Ya no se acuerda de mi- dijo el muchacho indignado -Ooooo eras tu el que tocaba la puerta, ¿Que buscas niño?, acaso no ves que es muy temprano- dijo el anciano aunque parecía burlarse del chico y la paciencia del joven se acabó -¡Maldito anciano estoy aquí desde temprano como me dijo ayer, y estuve espera, espera y espera, para que ahora me diga qué, que quiero y que es muy temprano, ya casi va a ser el medio día viejo estúpido!- grito el chico, el anciano que aún llevaba arroz en la cara miró al chico con enojo -¡Tienes algún problema niño impaciente, soy un anciano y soy lento, no tengo las ganas de tratar con un muchacho que es grosero e imprudente, además estaba desayunando y me interrumpiste no tienes porque hablarme asi!- grito el monje -¡Grosero yo!, pero si usted no se acuerda de mi, ayer me encontró en el pueblo y me dijo que viniera a su casa porque tenía un mejor trabajo para mí, ya quedé mal con el señor Ryota como para que ahora no sepa que hago aquí...- decía el chico pero el anciano lo interrumpió -de que estás hablando, no recuerdo haber hablado con un malcriado como tú niño tonto, tonto, tonto- dijo el anciano y esto siguió en un discusión a gritos entre el monje y muchacho, esto duro hasta que una joven se atravesó entre ellos, era un chica pelirroja, de piel clara y rasgos finos que solo resaltaban por sus hermosos ojos verdes, venía con ropa comoda y amarrada a su lado izquierdo de la cintura traia una katana de madera; el chico perdio el hilo de la discusión quedando impresionado por la chica, ella camino hacia el monje parándose frente a él provocando que pararan los gritos de ambos -otra vez estás peleando con la gente que pasa frente al templo, Oda- dijo la chica sonriendo le al viejo -ya te dije que no me digas Oda dime maestro, ya nadie respeta a los ancianos en estos tiempos- dijo Oda para luego mirar al chico -esta bien, maestro, pero por favor ya no discutas con las personas te lo pido si- dijo la chica con tono amable y empujó la puerta para pasar hacia el templo no sin antes tocar el hombro del anciano y decirle - ay Oda nunca cambias ¿verdad?- y la chica se perdió detrás de la puerta quedando nuevamente solo Oda y el chico -bien ya me voy, ya no se acuerda de mi, viejo senil- dijo el chico resignado -espera, ¿tu eres Hide?- dijo Oda pero parecía haber llegado a la iluminación -necesito de tu ayuda, pasa por favor- dijo el anciano abriendo por completo la puerta -si soy yo, usted me dijo que viniera- dijo Hide mirando al monje con unos ojos grandes y brillosos parecía que quería llorar -si muchacho ya me dijiste eso, ya pasa, al parecer tienes hambre, te ofrezco de comer- dijo Oda y sin pensarlo Hide corrió a abrazar al viejo -niño, suéltame y pasa- dijo el anciano y ambos entraron; caminaron por un pasillo que los llevo a el patio, a los lados se distribuía el pasillo cerrando en un cuadrado que rodeaba un enorme árbol de cerezos en el centro, ahí se encontraba la chica de antes, ella estaba practicando con su bokken, haciendo unas posturas o ataques, daba a entender que la chica llevaba años practicando; a los ojos de Hide era hermosa, perfecta, parecía flotar con la brisa con cada movimiento que ella hacía -ya puedes dejar de babear y seguirme- dijo Oda acercandose al chico -¿Cómo se llama eso que está haciendo ella?- pregunto Hide -bueno eso podemos hablarlo en la cocina, ¿Es linda no?- dijo Oda insistiendo a Hide -sigamos señor Oda- dijo Hide y la chica volteo a ver a Oda y Hide, provocando que el chico se sonrojara, el monje se dió cuenta y empezó a reírse -sigamos niño, ya no necesito una respuesta- dijo Oda y Hide lo siguió apenado, no sin antes volver a ver a la chica.
En la cocina, Oda le sirvió a Hide un enorme tazón de arroz -ten niño, te debo uno- dijo Oda y Hide sin pensarlo empezó a llenarse la boca de arroz, el chico tenía tanta hambre que se terminó el arroz muy rápido y esto le provocó un eructo que hizo sonreír al anciano -perdon señor Oda, es que tenía mucha hambre- dijo Hide mientras se tapaba la boca con las manos, le daba pena haber sido tan él -no te preocupes, ¿quieres más?- pregunto Oda -si por favor- dijo Hide y Oda tomo el tazón para volver a llenarlo -señor Oda, ¿que era eso que hacía la chica afuera?¿Acaso es una especie de Samurai?- pregunto Hide -asi es chico, lo que estaba haciendo es una disciplina que un amigo me enseñó, el la llamo aleteo de mil aves, es un arte del espada muy difícil de aprender y practicar, requieres de un control excepcional tanto del cuerpo como de la mente- dijo Oda poniendo el tazón del chico otra vez en la mesa -¿Y que tengo que hacer yo, para poder aprender eso? bueno después de mi trabajo, si gusta enseñarme- dijo Hide, aunque no conocía más del viejo, del templo y del arte que lo que había visto, había quedado fascinado -lo que necesitas es disciplina y una mente tranquila, con un pensamiento en el ahora y una fuerte convicción a tu principal propósito en la vida ¿Chico, tu tienes un propósito en la vida?- pregunto Oda mirando fijamente a Hide y el chico no sabía que responder -acaba tu arroz, te mostraré otra cosa- dijo Oda.




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