Nuevas Leyendas: Los 3 Grandes

Cap.7 Familia

En la noche tres días después de la resurrección

El rey estaba acostumbrado a cenar con su familia pues si algo le enseñó su padre el rey Cuarto era que la familia era su mayor fortaleza y debían estar siempre unidos, la noche junto a sus cuatro hijos y su reina pasaba y por un momento el rey olvidó el porque hacía que su familia huyera de Swordland, por un momento volvió a ser feliz.

La cena terminó y sus tres hijos mayores se marcharon a sus habitaciones dejando a la reina y su pequeño hermano aún en la mesa -¿estás seguro de esto Quinto?- pregunto Rosalba -no lo estoy, pero si quiero que vivan no puedo dejarlos que sigan aquí- contesto Quinto -¿y porque no les dices la verdad a ellos?- volvió a preguntar la reina -sabes que tienen tu carácter, si les digo van a querer quedarse a pelear- dijo el rey -¿y eso esta mal?- dijo Rosalba -claro que no, tiene ese espíritu de pelea que yo nunca tuve- dijo Quinto -entonces tendré que apresurarme para regresar con guerreros para ayudarte- dijo Rosalba -no, es mejor que se preparen y reúnan a todo el que pueda pelear, Gerd tiene que cumplir el tratado de paz y protegerte a ti y a Benett- dijo el rey -¿y porque mandas a nuestros otros hijos lejos hacia el norte?- pregunto la reina -tengo esperanza que Greengar los ayude y alguno pueda ser el hijo de la profecia- dijo Quinto -¿de cual de las dos profecías hablas?- pregunto Rosalba -si Dios quiere la de nuestro rey Segundo- dijo Quinto -esta bien Quinto iré a despedirme de mis hijos- dijo la reina con tristeza y salió llevándose a Benett quien durante su plática jugaba con los cubiertos dejando al rey solo.

Mendo caminaba por su habitación tomando una copa de vino mientras jugaba meneandola en la palma de su mano y tocaron su puerta -vaya, ya habías tardado sirviente...- dijo Mendo mientras abría su puerta y poniendo cara de sorpresa al ver que era su madre -¿se puede saber que haces con una copa de vino Mendo?- dijo la reina mientras veía a Mendo con cara de desaprobación -hola soldado- dijo Benett alegrado -tranquila madre es que es para los nervios- dijo Mendo asustado -no vengo a hablar de tu gusto excesivo por el vino, ¿puedo pasar?- dijo Rosalba -claro madre pasa- dijo Mendo y abrió la puerta para que su madre y su hermano pasaran, su madre se sentó en la enorme cama de finas telas y Mendo la acompañó en lo que Benett jugaba con una pequeña espada oxidada, aquella espada con la que Mendo salió a su primera batalla y por eso la atesoraba con cariño -hijo mañana salen a su primera aventura tus hermanos, tu tienes ya experiencia lejos de aquí, por eso te pido que los cuides pase lo que pase, tu muy bien sabes que tan caótico puede ser afuera- dijo la reina mirando a su primogénito -claro madre, pero nosotros solo vamos a investigar la situación si acaso serán unos pequeños duendes no es para tanto- dijo Mendo con confianza -si, eso lo se, eres de los mejores caballeros que tiene el reino por eso confío en que cuidarás a tus hermanos- dijo la reina -si madre, yo los cuido- dijo Mendo para evadir un posible sermón -esta bien hijo confío en ti- y la reina le dio la bendición a Mendo y se preparó a salir -oye chinche, devuelveme mi espada- dijo Mendo -no sin pelear- dijo Benett soltando la espada, el niño salió corriendo a abrazar a Mendo -mi pequeño caballerito nunca podrás ganarme- dijo Mendo mientras le sonreía tiernamente -cuando sea grande te voy a ganar Mendo te lo juro- dijo Benett y su hermano lo rodeó con sus brazos -esta bien chinche, por eso come mucho para que crezcas fuerte- dijo Mendo -yo ya soy muy fuerte- grito Benett -ya vámonos Benett- dijo la reina -ya sabes Mendo cuida a tus hermanos, recuerda que te quiero- y la reina abrió la puerta -yo también madre- contesto Mendo -adios soldado- dijo Benett despidiéndose con la mano -adios chinche- le contestó Mendo y la puerta se cerró.

Diago estaba leyendo un libro escrito por Tarot sobre la vida del rey Cuarto, le fascinaba leer por eso su habitación tenía libros esparcidos por todos los rincones incluso su cama tenía libros tirados encima y debajo de ella; tocaron dos veces y su madre habló -¿hijo estas despierto?, ¿me puedes abrir?- y Diago se levantó de su silla para caminar hacia la puerta sin quitar la mirada del libro en su mano, abrió la puerta y Benett entró corriendo buscando entre todos los libros -¿hermanito donde esta?- pregunto Benett -¿qué cosa?- pregunto Diago -mi libro el que me ibas a leer en la tarde- reclamó Benett -lo siento chinche no lo encontré- dijo Diago algo avergonzado -Bennett, ¿en que quedamos?- dijo la reina mirando a Bennett con esa mirada de amenaza y enojo que las madres hacen -si perdon- dijo Benett -¿me prestas tu libro hermanito?- pregunto Benett a Diago -por supuesto que si chinche toma- y el joven príncipe le extendió su brazo para que el niño alcanzara en libro y después sentarse en la alfombra a leer y la reina se sentó en un sillón que tenía la habitación de Diago, después de empujar unos cuantos libros al suelo y Diago lo acompañó -madre es muy noche para seguir despierta- dijo con preocupación Diago -tranquilo hijo solo vine a ver como estabas- dijo la reina -¿cómo estaba?, a que te refieres madre si me viste en la cena- dijo Diago algo confundido -tu padre me contó como te pusiste cuando les dijo que saldrían, ¿estás nervioso verdad?- pregunto la reina y el rostro de Diago enrojecio de pena -tal vez tenga un poco de razón Quinto- dijo Diago -ya te dije que no te expreses así de tu padre- dijo Rosalba -pero el decidió cambiarse el nombre a Quinto ¿no?, porque no debería decirle así al gran rey de Swordland- dijo Diago con sarcasmo -¿sabes que? me recuerdas mucho a tu padre cuando tenía tu edad, con esos aires de rebeldía pero en el fondo son pequeños miedosos y grandes personas- dijo la reina y Diago se quedó sin palabras -es bueno tener miedo hijo, eso te mantiene alerta y te prepara mentalmente para lo que viene- dijo la reina -algo así me dijo Qui... mi padre, aprecio mucho tus palabras madre- dijo Diago ya con un tono más tranquilo -mi pequeño príncipe valiente- dijo la reina con dulzura y después beso la frente de Diago y le dijo en voz baja -veras que todo saldrá bien- y procedió a darle la bendición, la reina se levantó para darse la vuelta he irse -Bennett vámonos- dijo la reina y Benett se levantó y le regreso el libro a Diago -¿cuando regreses me vas a leer verdad hermanito?- pregunto Benett mientras tomaba la mano de su madre -claro chinche los que quieras- dijo Diago y los dos se despidieron de Diago dejándolo en el desastre de habitación que tenía.




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