Veintidós días después de la resurrección
Los príncipes caminaban junto con Greengar hacia un pueblo cerca de Paradise donde estaba el hogar del ogro, Diago desde lo ocurrido ese día que se enfrentaron al demonio se había vuelto más serio y callado; tantos años estudiando libros de combate había memorizado cada uno de los movimientos, conocía las debilidades de ellos y sus fortalezas, entendía las técnicas de combates con armas y aún así cuando más se necesitaba su ayuda se congeló de miedo al ver la demostración de poder de aquella criatura. Mendo por su parte caminaba aún lado de Alba sosteniéndose de una muleta improvisada con madera de un remo, el príncipe sentía dolor físico y mental pues había perdido parte de su brazo y eso también era una clara muestra de que él, no era el hombre del cual hablaba la profecía, Alba iba al lado de su hermano mayor mientras se mantenía sería y reflexiva pues a pesar de haber salido mejor que sus hermanos, no pudo evitar darse cuenta que seguía siendo débil para proteger a su familia y por ende a su reino, los 3 príncipes sabían que necesitaban algo más para lo que él futuro les de paraba.
Durante su recorrido se habían dado cuenta que los pequeños poblados que habían encontrado estaban deshabitados, al parecer los habían abandonado y eso hablaba de que el regreso de Destino se estaba extendiendo por toda la tierra antigua. Habían caminado durante varios días y por las noches dormían en alguna cabaña o choza abandonada y durante ese tiempo Greengar notó que algo había cambiado entre los hermanos, las palabras se limitaban cada vez más y ninguno se sentía con la capacidad de arreglar esa distancia que se interponia entre ellos. Greengar iba al lado de Alba cargando la llama oscura la cual había sido nuevamente sellada para evitar que los príncipes corrieran peligro; el grupo a cada paso que daban podían ver el hogar del ogro, y él sabía que tenía que proteger a los príncipes hasta saber si Diago o Alba era alguno del cual la profecía hablaba.
********En Swordland********
Los escudos al norte habían sido reforzados, el este y el oeste de las murallas tenían puestas trampas y magos en cada una un general lideraban los grupos de soldados, al sur Rodrigo comandaba tropas para rotar los turnos de vigilancia y también por ahí recibían a grupos de enanos, duendes, ogros y otras criaturas las cuales respetaban más el tratado de paz y por eso se sentían comprometidas a ayudar al rey y a su reino, y por último en el centro de todo Swordland el rey, quien portaba una armadura que en el pecho llevaba el escudo de la bandera del reino, un águila sosteniendo la llama oscura entre sus dos patas mientras extendía sus alas al vuelo y enredada entre la espada una serpiente con la boca abierta dejando ver sus colmillos y su lengua en señal de ataque, todo esto en un tono dorado; el rey estaba sentado en el trono tomando una copa de vino, él estaba listo para la batalla.
Veintitrés días después de la resurrección
Por el noroeste no era diferente a la visión de los príncipes de la tierra antigua pues aunque Hide acompañaba a Akane y a Oda para advertir a las personas, estas ya habían sido asesinadas o simplemente habían desaparecido sin dejar rastro; Hide cada vez se torturaba mentalmente, sabía que si hubiera sido digno de la legendaria espada del dragon, si los hubiera frenado ahí, tal vez no estarían en esa situación, solos en una tierra antigua que se los tragaba en vacío.
Akane y Oda sentían lo contrario pues no perdía las esperanzas y se apresuraban por ir más al este para ayudar y advertír a cuantas personas pudieran aunque sin darse cuenta lo que hacían iba perdiendo sentido conforme pasaban los días.
La demonio seguía corriendo desde que confirmó que Destino había vuelto, pues cuando llegó a Paradise solo encontro una tumba vacía y también un rastro de magia de muerte el cual se dirigía al sur por el oeste; desde ese momento y gracias a su velocidad estaba cada vez más cerca del único hombre que había ayudado a su madre, su único motivo era verse con ese hombre y ese era su motivo para apresurarse a su encuentro; hasta que noto a tres figuras que caminaban hacia el sur y entre ellos un joven que llamó su atención, pues el joven olía a tristeza, ella podía oler la misma tristeza que alguna vez sintió, y sin que él muchacho y los demás se dieran cuenta y por un instante, lo miró, ahí frágil, como ella antes de tomar un propósito en su vida, él era Hide.
Veinticuatro días después de la resurrección
Una tormenta de nieve azotaba el cinturón de montañas y los dos primos vikingos estaban dentro de una cueva, Esben avivaba el fuego de una fogata que peleaba por no extinguirse y Einar yacía pegado a un lado de la cueva, mientras comía un poco de liebre la cual había cazado y asado Esben, el joven le lanzó otro trozo de carne a su primo y le dijo -come necesitas fuerzas para seguir a delante, no pienso seguir cargandote- dijo Esben mientras la fogata lanzaba humo pues poco a poco ya se iba consumiendo -¿porque me salvaste?- preguntó Einar -porque tú lo hiciste primero y sólo estoy saldando mi deuda- contestó Esben y se acercó a Einar para sentarse a su lado -sí no hubieras golpeado al cazador, no me habría dado cuenta que era una emboscada y probablemente los dos estaríamos muertos ahora mismo, bueno tu ya casi lo estás- dijo Esben -¿entonces tú no me quieres matar?- preguntó Einar -tenía eso en mente, pero con lo que ha pasado no me queda nada más que estar contigo, si es que queremos sobrevivir a mi padre- dijo Esben -debemos huir a Swordland lo mas pronto posible para evitar futuras cacerías- dijo Esben -por eso te necesito fuerte, no pienso protegerte, así que también tienes que luchar si algo llega a pasar- dijo Esben y Einar solo se quedaba callado, pues no sabía si las palabras de su primo eran sinceras, pero al parecer tenía razón, ninguno de los dos tenía más alternativa que quedarse juntos para seguir con vida.