Veinticuatro días después de la resurrección
Las órdenes del rey eran leyes absolutas, y no porque el rey lo exigiera era más bien por el respeto que producía su presencia; pero el mensaje que dio el rey nunca llegó a los generales por parte de los mensajeros, ya que todos ellos fueron asesinados antes de poder decir una palabra, y sus cuerpos estaban apilados en una casa de las tantas que estaban abandonadas, con ellos una sombra cerraba la puerta dejando las pruebas de sus actos escondidas.
Sin embargo el rey presentía que algo estaba mal, así que como medida de prevención, ordenó mandar cuatro alcones con el mismo mensaje "atacar al instante de ver al enemigo".
Al sur un joven escudero se acercaba a Rodrigo -señor Rodrigo sus sospechas eran ciertas faltan el grupo de elfos que llegaron en la tarde, al parecer se registraron en la entrada y desde entonces no se han vuelto a reportar- dijo el muchacho jadeando de cansancio -corre avisa al grupo de enanos que los rastreen, probablemente estén del lado del enemigo, necesitamos estar seguros- dijo el viejo caballero y otro soldado llegó a toda prisa frente a él -General encontraron cerca del almacén de armas 5 cuerpos, al parecer son elfos- dijo el soldado -¿cuántos soldados se registraron Gonzalo?- preguntó el general al escudero, el joven abrió un pergamino que al parecer traía una copia del registro -están registrados 6- dijo el muchacho -cambió de planes, avisa que detectamos a un traidor y avisen que es un elfo- dijo Rodrigo y el soldado salió ante la orden -Gonzalo busca al grupo de orcos diles que busquen un elfo, tienen que capturarlo vivo, diles que no importan los métodos y como lo capturen, solo quiero que lo traigan aquí y que por lo menos pueda hablar- dijo el general y el escudero salió corriendo a dar la orden; tiempo después un alcon se posó en el hombro del general quien estaba arriba de la muralla sur y veía si encontraba al enemigo, el caballero quito el papel de la pata del alcon y leyó su contenido y grito -¡PREPÁRENSE EL ENEMIGO ESTÁ AL FRENTE, SI LLEGAN A ENCONTRARLOS DEBEN ATACAR INMEDIATAMENTE, PELEEN CON SUS VIDAS Y TRAIGAN GLORIA A SU PATRIA!- los soldados empezaron a ver ligeros avistamientos de criaturas deformes de color oscuro parecía soldados putrefactos, entonces comenzaron los arqueros y las tropas de Destino empezaron a caer sin dar tanta pelea.
Por las otras murallas sucedía lo mismo hasta que en el norte un soldados dorado parecía no afectarle las flechas, los magos lanzaron ataques y a pesar de derribarlo se volvía a levantar, hasta que tocó el escudo y en un grito de agonía se desintegro frente a la puerta norte, entonces los ataques por parte de las criaturas cesaron.
Veinticinco días después de la resurrección, el día de la verdadera batalla
Destino estaba frente a la entrada sur, sentado en el piso mirando el castillo mientras sus piernas se entrelazaban, poco a poco su cuerpo empezó a elevarse y un humo negro salió de su cuerpo y procedió a juntar sus manos a la altura de su pecho -¡ÚLTIMO LIBRO DE MUERTE, YGGDRASIL!- grito Destino y el castillo de Swordland empezó a derrumbarse dando paso a un enorme árbol que crecía hasta casi tocar la séptima torre la cual aún se mantenía aunque había quedado un poco inclinada esa era la señal.
Unos minutos antes...
-¿Que me está pasando Joan?- preguntó el hada asustada mientras el mago con sus lentes que se asemejaba a unos pequeños lentes de microscopio, notaba una anomalía en su pecho, para ser específicos, en donde se encontraba su corazón -esperame tengo algo, tengo algo- dijo el mago algo fascinado, pues podía ver que raíces negras empezaban a rodear el corazón del hada -mantengan el escudo firme- dijo el mago, pues desde el día en que llegó el hada se había mantenido adentro, en contención por lo que fuera a pasar y ahora estaba pasando -ayúdame Joan, ayúdame, me está doliendo mi corazón- dijo el hada y sus palabras empezaban a ser balbuceos; adentro de su cuerpo las raíces se extendían cada vez más, incluso habían llegado a su cerebro y parecían absorber su esencia mágica, así como su fuerza vital; Joan no sabía que hacer, había hecho tantas pruebas con el hada y nunca había encontrado nada, pero ahora no sabia que hacer, como combatir algo que nunca había estado ahí -mago Joan el escudo se debilita- dijo uno de los magos que estaban creando el escudo -no podemos deshacer el escudo podríamos poner en peligro al rey, tenemos que resguardar al rey- dijo Joan y dos soldados que resguardaban la puerta se dirigieron al trono, no era claro pero sabían que tenían que evacuar al rey del castillo; el mago sabía lo que se tenía que hacer tenía que matar al hada; la raíces empezaban a salir del rostro del hada, por sus orificios deformando un poco su rostro así como su cuerpo -libro de agua 5, corte de presión- dijo el mago creando una cuchilla de agua en su mano derecha, la raíces ya eran visibles incluso empezaban a engrosar sus tallos, el mago no dudo en lanzar el ataque hacia el corazón del hada y sólo sintió como su mano chocaba con el pecho de la víctima, el hechizo se había desvanecido; en ese instante el escudo se desvaneció; los caballeros llegaron al trono y ahora llevaban al rey a los túneles subterráneos por las escaleras. Ya era tarde y el mago sólo se pudo echar para atrás cayendo al suelo, pues del cuerpo del hada las raíces crecieron con fuerza destruyendo y absorbiendo toda magia alrededor el castillo empezaba a colapsar dando paso a las ramas y tronco de un enorme árbol que crecía a una velocidad impresionante, los escombros caían y el escudo principal que protegía al reino y que tenía su fuente de poder en el centro de Swordland habían caído también, los aliados de Destino tanto como los generales de Quinto escucharon los estruendos mientras veían caer a tan imponente construcción.
El rey junto con tres de los seis caballeros, salían de entre los escombros con ligeras heridas, pero aún así los otros tres habían sido aplastado por los escombros más grandes que cayeron de la sexta torre; el rey recibió un rayo de luz del cielo y era la corona que colgaba y reflejaba la luz del amanecer, tal vez había quedado sordo por los fuertes estruendos que había hecho el enorme árbol al crecer o tal vez se había golpeado muy fuerte la cabeza pero sentía un silencio que le era agradable y no le importaba como entre gritos los caballeros le hablaban y lo empezaban a escoltar hacia los los campos de entrenamiento, mientras entre jalones y empujones avanzaban lejos de la posible vista del enemigo.