Nuevo Amanecer: Noches de Masacres

Nuevo Amanecer: Noches de Masacres capitulo 14

Nuevo Amanecer: Noches de Masacres capítulo 14: El Amanecer Ensangrentado

La mañana llegó con una luz débil, casi enferma, mientras Kael realizaba su rutina habitual. Preparó café, revisó sus armas por costumbre, salió a alimentar a los animales... pero algo estaba distinto.
Cada movimiento se sentía vacío, distante, como si estuviera viendo su vida desde afuera.
Nada tenía sabor. Nada tenía sentido.
El peso de los últimos acontecimientos le había carcomido el espíritu.

Con un suspiro cansado, decidió dirigirse a la plaza principal. Tal vez ver a la gente, sentir un poco de normalidad, lo ayudaría a despejar su mente. Pero en cuanto dobló la esquina y vio la multitud reunida, un frío mortal le recorrió la espalda.

No... otra vez no.

Kael aceleró el paso, empujando suavemente a los aldeanos mientras se abría paso entre ellos. Cada rostro reflejaba horror puro: ojos desorbitados, manos temblorosas, labios murmurando rezos.
Él ya sabía que lo que fuera que lo esperaba ahí no sería bueno, pero aun así, el impacto lo golpeó con la fuerza de un martillo cuando llegó al centro.

Sobre la estatua principal del fundador del pueblo colgaban los cuerpos sin vida de la pareja más anciana de Nuevo Amanecer.
Sus cabezas inclinadas hacia un lado, sus extremidades colgadas con cuerdas gruesas y tensas, como si hubieran sido colocados allí a propósito... como un mensaje.

Kael sintió el estómago revolverse. La grotesca escena lo obligó a llevarse una mano a la boca; por un segundo creyó que iba a vomitar.
Los aldeanos estaban paralizados, como si el miedo se hubiera solidificado alrededor de ellos, atrapándolos en un silencio insoportable.

-¿Por qué...? -murmuró Kael, tan bajo que apenas él mismo se escuchó.

Ellos eran buenos. Eran nobles. Una pareja que jamás le había hecho daño a nadie. La clase de personas que hacían sentir que el mundo aún tenía luz. Y ahora estaban ahí, convertidos en símbolos de una amenaza que nadie comprendía.

Mientras Kael luchaba por mantener la compostura, sintió una presencia acercarse. Una mano se posó suavemente en su hombro.

-No te preocupes -dijo una voz tranquila.

Kael volteó...
y vio a un hombre que nunca había visto en el pueblo.

Un rostro sereno, casi demasiado sereno para el horror que tenían delante. Ojos que parecían observarlo todo con una comprensión extraña. No llevaba armas. No parecía nervioso. Parecía... preparado.

-Todo va a estar bien -continuó el desconocido-. Confía en nosotros.

"Nosotros".
La palabra se clavó en la mente de Kael como un cuchillo.

Antes de que pudiera responder, escuchó pasos apresurados. Jessica llegó a su lado y tomó su brazo con evidente preocupación.

-Kael, ¿estás bien? -preguntó ella con la voz temblorosa, mirando horrorizada la escena.

No había calma en Jessica.
No había secretos en sus ojos.
Solo miedo. Miedo real.

Kael sintió una pequeña chispa de alivio al verla. Ella era sincera, era buena, seguía siendo la misma mujer que luchaba por el pueblo, por él, por todos.

Se volvió para señalar al hombre extraño...
pero ya no estaba.

Había desaparecido entre la multitud como si nunca hubiera estado ahí.

Kael tragó saliva, un nuevo nudo formándose en su pecho.

La masacre seguía avanzando.
Y ahora un desconocido -uno que hablaba como si supiera más de lo que debía-
había puesto un pie en el tablero.

Todo estaba a punto de cambiar.




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