Nuevo Amanecer: Noches de Masacres

Nuevo Amanecer: Noches de Masacres capitulo 15

Nuevo Amanecer: Noches de Masacres capitulo 15: voces entre el miedo

El silencio que había cubierto la plaza comenzó a romperse poco a poco. Primero fueron murmullos aislados… luego susurros temblorosos… y finalmente, una ola de voces inquietas que crecían como una tormenta.

Los aldeanos empezaron a retroceder, algunos llorando, otros sujetándose la cabeza como si no pudieran soportar la imagen frente a ellos. El miedo, ese miedo que había estado adormecido por unas horas, volvió a estallar con fuerza entre todos.

—¡Esto no puede estar pasando otra vez! —gritó alguien con la voz quebrada.
—¡Estamos condenados! —sollozó otra persona.
—¡¿Quién será el siguiente?! —exclamó una mujer, cubriéndose la boca con ambas manos.

El pánico avanzaba como una ola, empujando a la multitud hacia el borde de la histeria.

Kael sintió que la plaza entera comenzaba a desmoronarse. No podía permitir que se perdieran así. Respiró hondo, tragándose su propio horror, y dio un paso adelante.

—¡Escúchenme! —su voz resonó con una firmeza que él mismo no sabía que tenía.

Algunas cabezas se giraron hacia él. Otras no, perdidas en su miedo. Kael apretó los puños.

—¡No podemos caer en el pánico! ¡Sé que esto es horrible, sé que duele, pero no ganamos nada perdiendo la cabeza!

La multitud temblaba. Algunos querían escucharlo. Otros no podían.

Entonces Jessica avanzó a su lado.

Su sola presencia calmó a varios. Su voz, suave pero segura, terminó de detener el caos que se formaba.

—Todos respiren —dijo, levantando las manos con calma—. Nadie está solo. Estamos aquí. Vamos a mantenernos unidos. Vamos a mantenernos fuertes.

Varias personas, al escucharla, se detuvieron. Fue como si la tensión se aflojara un poco, aunque la escena frente a ellos siguiera siendo demasiado horrible como para ignorarla.

Kael continuó:

—No vamos a abandonar a nadie —declaró con fuerza—. Vamos a encontrar respuestas. Y vamos a asegurarnos de que nadie más sufra.

El nuevo personaje, que aún estaba a unos pasos detrás, observaba con atención… como evaluando la reacción de la multitud, estudiando cada detalle. No intervenía, pero su presencia sostenía la situación como una sombra protectora.

Jessica tocó suavemente el brazo de una anciana que lloraba.

—Tranquila —susurró—. Estamos contigo.

Poco a poco, como si la paz fuera contagiosa, los aldeanos empezaron a calmarse. El llanto se transformó en respiraciones agitadas pero controladas; los gritos, en apenas murmullos.

Kael miró alrededor. Todavía quedaba miedo. Mucho miedo. Pero ya no estaban al borde de la desesperación.

Jessica lo miró de reojo, dándole un pequeño asentimiento.
Kael se lo devolvió.

Por un momento, ambos compartieron la sensación de que, aunque no tenían todas las respuestas… podían mantener a la gente firme.




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