Nuevo Amanecer: Noches de Masacres

Nuevo Amanecer: Noches de Masacres capitulo 16

Nuevo Amanecer: Noches de Masacres capitulo 16: el extraño del abrigo gris

La plaza comenzaba a vaciarse lentamente. Los aldeanos, aún temblando, se retiraban en silencio, incapaces de borrar la imagen de los cuerpos colgados en la estatua. Jessica seguía consolando a algunos, mientras Kael se mantenía atento, tratando de interpretar el ambiente.

Fue entonces cuando lo vio.

El hombre que apareció hace un momento seguía de pie entre las sombras cercanas a la plaza. No se había ido. No había dicho nada más. Simplemente estaba ahí, observando.

Llevaba un abrigo gris largo, el cabello oscuro y desordenado, y una mirada que parecía analizarlo todo sin perder detalle. Kael sintió un pequeño sobresalto al darse cuenta de que no parecía afectado por la escena macabra frente a la estatua.

El hombre dio un paso adelante, como si hubiera estado esperando que Kael lo notara.

—Hiciste bien —dijo con voz grave, tranquila—. Lograste calmarlos antes de que el miedo los controlara.

Kael alzó la ceja, desconfiado.

—No estaban calmados —respondió—. Solo… dejaron de gritar.

—A veces eso es suficiente —añadió el hombre, esbozando una media sonrisa.

Jessica se acercó a Kael, alerta, estudiando al desconocido con atención.

—No dijiste tu nombre —dijo ella con firmeza.

El hombre inclinó la cabeza ligeramente, en señal de respeto.

—Darian —contestó—. Pueden llamarme así.

Kael intercambió una mirada con Jessica. Ninguno de los dos lo había visto antes en el pueblo.

—¿Vives aquí desde hace cuánto? —preguntó Kael.

Darian pareció pensarlo un segundo antes de responder.

—Digamos que… he estado cerca desde hace tiempo. Observando. Esperando el momento adecuado.

Jessica frunció el ceño con desconfianza.

—¿Esperando para qué?

Darian los miró a ambos, su expresión cambiando a una seriedad profunda.

—Para esto —dijo, mirando la estatua con los cuerpos colgados—. Para cuando todo comenzara.

El estómago de Kael se apretó.

—Si sabes algo, más te vale decirlo —advirtió—. No estamos en posición de jugar a las adivinanzas.

Darian respiró hondo.

—Lo sé. Y les diré lo que necesitan escuchar… pero no aquí. No con tantos ojos y oídos alrededor.

Jessica cruzó los brazos, sin quitarle la mirada.

—¿Dónde entonces?

Darian dio media vuelta, como si ya lo hubiera planeado.

—En el viejo almacén junto al molino —respondió—. Al caer la noche. Vengan solos.

Kael sintió que un escalofrío le recorría la espalda.

—¿Y por qué deberíamos confiar en ti?

Darian se detuvo antes de irse. Miró por encima del hombro, y su voz sonó más baja:

—Porque yo estoy intentando ayudarlos. Y porque si no vienen…
las cosas van a empeorar mucho más deprisa.

Con esas palabras, se alejó caminando lentamente hasta desaparecer por una calle lateral.

Jessica soltó el aire que había estado conteniendo.

—¿Vamos a ir?

Kael no lo dudó.

—Sí. Tenemos que saber qué sabe ese tipo.

Ambos miraron una última vez la estatua y luego se alejaron juntos, sabiendo que aquella noche podría cambiarlo todo.




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