Nuevo Miembro En La Tripulación - Terminada

Capítulo 9

El ambiente en la cocina estaba cargado de tensión. Todos estábamos reunidos alrededor de la mesa, cada uno en su respectivo asiento, pero el silencio era tan espeso que parecía sofocarnos. La única fuente de sonido provenía del leve crujir de la madera del barco, meciéndose con las olas del lugar en el que estábamos escondidos.

Luffy tenía los codos apoyados en la mesa y la mirada baja, ensombrecida, clavada en un punto indefinido. No estaba sonriendo. No había rastro de su típica despreocupación. Verlo así me daba una sensación extraña en el pecho. Nuestro capitán rara vez se mostraba así de serio, y cuando lo hacía... significaba que las cosas realmente estaban mal.

—Esto no tiene sentido —rompió el silencio Nami, cruzando los brazos—. Dobles de ustedes atacando a Miyu... ¿cómo es eso posible?

—Eso es lo que queremos averiguar —respondí, con el ceño fruncido.

Chopper, sentado en una de las sillas más pequeñas, tenía las pezuñas sobre la mesa y miraba a todos con ansiedad.

—Necesito saber exactamente qué ocurrió —dijo con voz firme—. Estoy a cargo de la salud de Miyu, pero sin información no podré ayudarla de la mejor manera.

Inspiré hondo y crucé los brazos sobre mi pecho.

—Está bien. Escuchad con atención.

Todos en la mesa fijaron sus ojos en nosotros mientras comenzábamos a explicar.

—Luffy y yo salimos a buscar a Miyu. La encontramos escondida en el bosque, alejada de todo y de todos. Era obvio que estaba asustada, pero no solo de la situación, sino también de sí misma —Al parecer comió una Fruta del Diablo —continué—. No sabemos exactamente cuál, pero su poder es explosivo... literalmente. No puede controlarlo.

Sanji chasqueó la lengua, exhalando el humo de su cigarro.

—Tch... eso explica la explosión que vimos.

—Sí —afirmé—. Y es peligroso. No debemos presionarla ni ponerla en situaciones de estrés, porque su poder es inestable.

Robin apoyó el codo sobre la mesa y entrelazó los dedos.

—Pero regresó a esa casa, ¿verdad? ¿Por qué?

Luffy levantó la mirada y sus ojos oscuros brillaron con un destello de rabia contenida.

—No lo sabemos —dijo en voz baja—. Pero la escuchamos gritar... y dijo el nombre de Zoro.

El aire pareció detenerse.

—¿Dijo tu nombre? —Franky frunció el ceño—. Eso no tiene sentido.

—Créeme, lo sé. Por eso entramos —continué—. Bajamos hasta un sótano y entonces los vimos.

—A unos... ¿dobles? —intervino Usopp, con una gota de sudor en la frente.

Asentí.

—Eran exactamente iguales a nosotros. Un Luffy... y un yo. Pero no éramos nosotros. Nos quedamos paralizados un segundo, porque no entendíamos lo que pasaba, pero entonces los vimos atacar a Miyu.

La tensión en la sala aumentó.

—¡¿Qué clase de broma es esta?! —exclamó Nami, golpeando la mesa.

—Nosotros tampoco lo entendíamos —Luffy cerró los puños sobre la mesa—. Pero no dudé ni un segundo en atacarlos.

Los recuerdos de aquel momento volvieron a mi mente.

El rostro de Miyu, su expresión aterrorizada, el dolor en su cuerpo. El puño de mi doble sujetando su brazo con fuerza. El sonido de los golpes cuando Luffy y yo los derribamos sin piedad.

—¿Y creen que por eso... Miyu piensa que ustedes son los mismos que la atacaron? —murmuró Robin, analizando la situación.

—No es una teoría, es un hecho —afirmé, apretando los dientes—. Se despertó en el barco y lo primero que hizo fue tomar un bisturí e intentar huir.

El silencio se hizo más pesado.

Chopper bajó la mirada, apretando sus pequeñas pezuñas.

—Eso significa que... en su mente, somos sus enemigos.

—No, Chopper. —Negué con la cabeza—. Significa que no sabe en quién confiar.

—Maldita sea... —Sanji apagó su cigarro de un golpe, frustrado.

—Al final —Luffy tomó la palabra—, su poder explotó y destruyó la casa. La trajimos al barco... y el resto ya lo conocen.

Todos quedaron en silencio.

—Mierda... —susurró Usopp, llevándose las manos al rostro—. Esto es un lío.

—Sí. Y apenas estamos empezando —dije con seriedad.

La realidad era clara.

Miyu estaba rota.

Y lo peor de todo... es que era por nuestra culpa.

****

El frío tacto de las sábanas fue lo primero que sentí antes de abrir los ojos. Mi cuerpo entero dolía, pero el dolor ya no era lo que más me preocupaba.

Parpadeé un par de veces, dejando que mi visión borrosa se ajustara al lugar. Reconocí de inmediato la sala en la que me encontraba, aquel cuarto con aroma a hierbas medicinales y vendajes.

Ya había estado aquí antes.

Pero esta vez no pensaba quedarme.

Me levanté con más rapidez que la última vez, ignorando el ardor en mis músculos. No había nadie en la habitación, lo cual me dio la oportunidad de moverme con libertad. Caminé hacia la puerta con cautela y, sin perder tiempo, la abrí.

Aunque no llegué muy lejos ya que una pequeña garra peluda se cerró alrededor de mi muñeca.

Me giré de golpe, lista para soltarme y huir si era necesario, pero lo que vi me dejó perpleja.

Un reno.

Un pequeño reno de pelaje marrón, con una nariz azul y ojos grandes y expresivos, me sostenía con firmeza. Un reno que hablaba. Ya lo había visto antes, pero ahora me había parado a observarle detenidamente... no podía salir de mi asombro. Por todo lo que estaba pasando, por toda la locura que había vivido hasta ahora, ni siquiera me había detenido a cuestionar qué hacía un reno en un barco... y mucho menos uno que caminaba en dos patas y hablaba como un humano.

Mi primer instinto fue apartarme, desconfiada, pero aquel ser no parecía amenazante. Su agarre no era agresivo, ni siquiera fuerte. Era más bien... preocupado.

—Tienes que descansar —dijo con voz dulce—. Aquí estás a salvo. No deberías levantarte todavía.

Lo miré sin responder.

Mi respiración era pausada, pero mi mente trabajaba a toda velocidad. Él parecía genuino, pero mi instinto me gritaba que no confiara en nadie. Negué con la cabeza y, con un movimiento suave, deshice su agarre.




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