Nuevo Miembro En La Tripulación - Terminada

Capítulo 10

No sé cómo lo hice, pero escapé. De alguna manera, logré salir del barco sin que nadie me detuviera. El pequeño reno fue el único que intentó frenarme, pero no fue difícil dejarlo atrás. Era rápido, sí, pero yo tenía la ventaja de saber cómo huir, cómo deslizarme entre las sombras cuando lo necesitaba. No tardé en perderlo de vista y, cuando menos lo esperé, mis pies ya pisaban tierra firme.

El mar quedó atrás, junto con aquel barco y sus extraños tripulantes, pero algo no cuadraba. Por lo que había visto estos días, en el barco había al menos seis o siete personas, tal vez más, y sin embargo... no me crucé con nadie en el camino. No hubo obstáculos, ni voces llamándome, ni manos intentando detenerme. Solo un vacío silencioso que hizo que mi escape pareciera incluso... ¿demasiado fácil? La idea de que algo estuviera mal se quedó en mi cabeza mientras caminaba.

No miré atrás. No podía permitirme dudar.

El camino hasta mi casa fue un trayecto amargo. Con cada paso, la realidad me golpeaba con más fuerza, hasta que finalmente llegué. O al menos, llegué a lo que alguna vez fue mi casa. Ahora no era más que un montón de escombros.

Me quedé de pie frente a lo que antes había sido mi hogar, sintiendo un nudo formarse en mi garganta. No debería sorprenderme. Yo misma vi cómo todo se derrumbaba, cómo aquella explosión lo había reducido todo a nada... pero estar aquí, viéndolo con mis propios ojos, lo hacía aún más real.

No quedaba nada. Nada, excepto la certeza de que, una vez más, había perdido un "hogar".

Tragué saliva y me obligué a moverme.

Quería creer al reno, por supuesto que quería, pero... no podía. Todo sonaba demasiado surrealista, demasiado absurdo. "Unos dobles", había dicho él. "No eran ellos", como si eso tuviera algún sentido.

Mi vida nunca había sido más que una cadena de desgracias, una tras otra. Siempre había aprendido que si algo podía salir mal, saldría mal. Era un hecho. Y ahora, de repente, ¿se suponía que debía confiar en ellos?

No.

No hasta que lo viera con mis propios ojos. Me acerqué a los restos de la casa y comencé a levantar algunas piedras y tablones de madera. No era fácil, mis brazos temblaban y mi cuerpo seguía doliéndome, pero aún así forcé a mis manos a seguir moviéndose. No era fuerte, nunca lo había sido. Mi complexión delgada y frágil no me ayudaba en lo más mínimo, pero aún así, continué.

No sabía exactamente qué buscaba. Tal vez una respuesta. Tal vez a ella.

Pero lo que encontré fue algo que no esperaba: dos cuerpos bajo los escombros. No estaban muertos y los reconocí al instante.

Eran ellos.

Los dos rufianes que trabajaban para mi madrastra. ¿Qué demonios hacían aquí?

Ellos no deberían estar en la casa. La única que debería haber estado era ella... ella y esos malditos dobles. La confusión me paralizó un segundo. Pero solo un segundo. El ligero movimiento de los escombros al remover las piedras debió de despertarlos, porque en cuanto abrieron los ojos y me vieron, se pusieron en pie de inmediato.

Y sus expresiones dejaron claro cuál era su intención.

—Vaya, vaya, mira a quién tenemos aquí... —murmuró uno, sonriendo con burla.

El otro se estiró el cuello, tronándose los huesos.

—Nos ahorraste el trabajo de buscarte.

Por primera vez en mucho tiempo... me puse a la defensiva.

Mis piernas temblaban, mi corazón latía con fuerza, pero esta vez no iba a correr.

¿Para qué? Si todo estaba destinado a salir mal, si todo había empeorado desde que esos piratas llegaron a mi vida, ¿qué más daba lo que hiciera? Ya no importaba nada.

Ellos se rieron.

—¿Pero qué intentas hacer, mocosa? —se burló uno de ellos—. ¿Vas a pelear?

—Esto será divertido —rió el otro.

No me dieron tiempo para responder, pues atacaron primero.

Me golpearon en cuestión de segundos. Mi espalda impactó contra el suelo y el aire escapó de mis pulmones.

Me dolió.

Pero no me quedé allí. Me obligué a levantarme, aturdida, tambaleándome. No sabía luchar, no tenía entrenamiento, lo único que tenía era ese maldito poder que no podía controlar.

Y sin él...

Era completamente inútil.

Los dos se me echaron encima de nuevo. La pelea fue brutal, desigual y por supuesto que no tenía ninguna oportunidad. Para ellos era fácil. Se reían mientras me derribaban una y otra vez. Mientras la gente del pueblo comenzaba a reunirse. Algunos desviaban la mirada y se marchaban sin intervenir. No querían problemas, no querían tener nada que ver con "la niña asesina".

Otros... animaban a los rufianes. Gritaban sus nombres, les alentaban, disfrutaban del espectáculo de verme caer una y otra vez. El aire me faltaba, mi cuerpo dolía, la desesperanza me pesaba más que nunca. Esto era todo.

Así terminaría.

Hasta que una ráfaga de aire caliente pasó a toda velocidad frente a mí. Fue un movimiento tan rápido que apenas lo vi venir.

Una sombra oscura pasó entre los rufianes y una potente patada los mandó volando varios metros hacia atrás. El impacto fue brutal. Los dos cayeron al suelo, quejándose de dolor, y cuando levanté la vista para ver quién los había derribado...

Vi a un hombre alto, vestido con un traje oscuro.

Su postura era elegante, su cabello rubio estaba perfectamente peinado y entre sus dedos sujetaba... bolsas de comida.

Carne, verduras... ¿estaba cargando con la compra? El hombre chasqueó la lengua con disgusto y murmuró algo para sí mismo.

—Tch... al Marimo no le va a gustar nada esto.

No entendí a qué se refería, ya le había visto antes, era uno de esos piratas.

Pero, en ese momento, sentí que tal vez no estaba sola.

¡Hasta aquí el capítulo de hoy!

Espero que lo hayáis disfrutado muchísimo!

Mil gracias por el apoyo~

SPAM:

AUTORA DE: Kaori, la esfera mágica.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.