Nuevo Miembro En La Tripulación - Terminada

Capítulo 28

Mis pasos resonaban en la acera. Los sonidos lejanos de las calles llenaban por completo mis oídos. Mi mente divagaba entre pensamientos dispersos sobre lo bonito y agradable que era aquel pueblo y también pensaba que haría por la noche, hasta que, de repente, sentí una mano fría y firme que me agarraba por el brazo. El tirón fue tan inesperado que no pude evitar soltar un grito ahogado mientras mi cuerpo se tensaba, intentando liberar mi brazo.

—¡¿Qué demonios?! —grité, tratando de zafarme.

Una figura de sombras me rodeó y me atrajo hacia una entrada oscura de una casa cercana. Me tambaleé, casi caí, pero me aferré a lo que podía, buscando un punto de apoyo, algo que me ayudara a recuperar el equilibrio. Era una casa vieja, destrozada por fuera, con ventanas rotas y una puerta tambaleante, pero no pude hacer nada más que dejarme arrastrar. El miedo se apoderó de mí mientras un nudo se formaba en mi estómago. ¿Quién era esa persona? ¿Qué quería de mí?

—¡Suéltame! —grité con más fuerza, ahora con la adrenalina en las venas.

La persona no dijo nada. De hecho, ni siquiera pude ver su rostro, estaba cubierto por un túnica oscura. Lo único que pude distinguir fueron sus ojos, fríos y serenos, que no reflejaban ni el miedo ni la urgencia, solo una calma perturbadora.

De repente, la puerta de la casa se cerró, y antes de que pudiera reaccionar, el sonido metálico de un cerrojo se escuchó detrás de mí. Era demasiado tarde para escapar.

—¡No! —grité, forcejeando con la figura, pero algo en su fuerza me dejaba sin aliento.

En un último intento de zafarme, lancé un empujón, pero la puerta se cerró tras nosotros con un sonido seco y definitivo. Lo que fuera que hubiera detrás de esa puerta no lo sabía, pero en ese momento sentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo, una sensación de desesperación. Forcejeé un poco más, mis piernas luchaban por mantenerse firmes, pero el miedo comenzó a invadir cada rincón de mi ser.

—¿Por qué haces esto? ¿Qué quieres de mí? —pregunté con mi voz temblando.

La figura no respondió de inmediato. En lugar de eso, me llevó por un pasillo oscuro hacia el interior de la casa. La casa, que desde afuera parecía tan destrozada, por dentro era completamente diferente. La luz cálida de las lámparas de madera reflejaba un ambiente rústico, acogedor. Las paredes estaban llenas de detalles de madera y adornos antiguos que parecían haberse cuidado con esmero durante generaciones. Era como si el tiempo se hubiera detenido en ese lugar, y por un momento me sentí casi... tranquila.

—¿Dónde estoy? —susurré, aunque no estaba segura de si la pregunta era para la figura que me había apresado o solo una forma de calmarme.

De repente, la persona se detuvo y me empujó hacia una silla de madera en una sala que se veía a la par acogedora y extraña. El ambiente estaba cargado de un silencio denso, como si todo en la casa estuviera esperando algo.

—Sé que estás confundida —dijo una voz profunda y grave, como la de alguien mayor. Su tono era tranquilizador, pero había algo en él que me hizo estremecer—. Tienes que escucharme con atención.

La voz era masculina, aunque la figura estaba completamente cubierta. El miedo seguía latente, pero una parte de mí sentía una extraña curiosidad. No podía entender qué estaba pasando, ni por qué esta persona me había traído aquí. Algo en su actitud, algo en su presencia, me decía que no podía confiar completamente, pero tampoco podía ignorar la urgencia que su tono transmitía.

La figura extendió una mano hacia mí, ofreciéndome un papel arrugado, envejecido por el paso del tiempo. Era extraño, su textura parecía tan frágil que temí que se rompiera en mis manos. El papel estaba cubierto de símbolos, escritos en un idioma que no reconocía.

—Dímelo —ordenó, su voz un poco más firme ahora, como si no aceptara negaciones—. Lee lo que está aquí, dilo en voz alta.

Mis ojos recorrieron el papel, pero no podía entender ni una sola palabra. El miedo y la incomodidad crecían en mi interior. ¿Qué significaban esos símbolos? ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí?

—No puedo... no entiendo lo que dice... —respondí con mi voz quebrada.

—No tienes que entenderlo ahora —dijo la figura, acercándose un paso más, y aunque su rostro seguía oculto, la manera en que hablaba me hacía sentir que me conocía—. Pero debes saber que es importante. Lo que está escrito aquí... es algo que nadie más puede saber. Solo tú debes descubrirlo, porque está relacionado con tu familia y con sus secretos. Además, él te puede ayudar.

Esas palabras me dejaron helada. Mi mente dio vueltas en busca de respuestas. Mi familia... secretos... Mi corazón comenzó a latir con fuerza, un temor creciente se apoderó de mí.

—¿De qué hablas? —susurré, pero el miedo en mi voz era más evidente ahora.

La figura hizo una pausa, como si estuviera ponderando mis palabras.

—Tu hermano... —dijo finalmente, y esas palabras fueron como un golpe directo en mi pecho—. Él aún está vivo.

Mi mente se paralizó. Mi hermano. ¿Cómo iba a ser eso posible? ¡Vi con mis propios ojos como moría! Lo había perdido hace años, en circunstancias oscuras, pero esa voz me decía que él estaba vivo, que algo estaba sucediendo, algo que no entendía.

Quise preguntar más, pero la figura levantó una mano, como si detuviera mis palabras antes de que salieran de mi boca.

—No tienes tiempo para más preguntas ahora —dijo, y la fría seriedad en su tono me obligó a callar—. Debes mantener este papel en secreto. Nadie puede saberlo. Si no sigues las instrucciones, si no actúas rápido... todo estará perdido.

Antes de que pudiera procesar lo que acababa de escuchar, la figura me empujó hacia la puerta de la casa. Era como si toda esa conversación, todo lo que acababa de suceder, fuera parte de una pesadilla. La puerta se abrió de golpe, y me vi empujada hacia la fría oscuridad de la calle, como si no hubiera habido un refugio cálido ni un misterio en absoluto.




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