Capítulo 29

Estaba caminando sin rumbo con pasos ligeros, pero mi mente densa como una tormenta que no terminaba de desatarse. El sol ya comenzaba a ocultarse, dejando en el aire un matiz dorado que acariciaba las calles llenas del pueblo medieval. Ahora ya no había nada en particular que me llamara la atención, ni en las tiendas ni en los rostros de los transeúntes. Todo me parecía distante, ajeno. Lo único que tenía presente era aquel papel que guardaba en mi pantalón, doblado y arrugado, como una marca de un enigma sin resolver.

Mis pensamientos eran confusos, mezclados entre el miedo de lo desconocido, la necesidad de saber y la curiosidad por lo que me había dicho esa figura en la casa. Los secretos familiares, esa sensación extraña de que mi vida había estado oculta bajo capas de mentiras. Todo eso se sentía como un peso cada vez más grande que no podía soltar. Además...mi hermano...vivo.

De repente, una voz conocida me sacó de mi trance.

—¡Miyu! ¿Dónde te habías metido? —La voz era Nami, y su tono reflejaba una preocupación genuina.

Me giré para verla, un poco sorprendida de encontrarla tan cerca. Nami me observaba con una mezcla de curiosidad y desconcierto, como si algo en mi actitud no encajara con lo que esperaba.

—Nami... —comencé, forzando una sonrisa que no me salió bien—. Estaba mirando los puestos del mercado, ya sabes, viendo qué había, distraída. No me di cuenta de cuando os perdí de vista.

Nami frunció el ceño, pero era algo muy creíble. A mi lado, la preocupación en su rostro se intensificó por un segundo, pero rápidamente la reemplazó con una expresión comprensiva.

—Robin y yo estábamos preocupados por ti —dijo, su tono de voz un poco más relajado—. Cuando nos giramos para ver por qué no nos respondías, te habías esfumado. Creímos que algo te había pasado.

—Lo siento... la próxima vez intentaré avisar —respondí, bajando la mirada un instante. No quería que sospechara nada. La verdad, mi encuentro con esa persona aún no la podía compartir con nadie. Ni siquiera sabía qué hacer con todo eso.

—Está bien —dijo Nami, suspirando—. Vamos, es tarde, ya deberíamos volver al barco. Está oscureciendo.

Asentí sin decir nada más. Nos dirigimos hacia el puerto, y mientras caminábamos, me sentía algo aliviada de no haber sido atrapada en una mentira. Pero, por dentro, el peso del misterio seguía allí, como una sombra invisible que no me dejaba tranquila.

Cuando llegamos al barco, Sanji, Franky y Chopper ya estaban allí, cargados con varias bolsas de suministros. Vi a Sanji balancearse ligeramente bajo el peso de un par de sacos grandes, y a Franky llevando un montón de cajas con una sonrisa de satisfacción. Chopper, por su parte, parecía una bola de nervios con tantas cosas que llevaba.

—¡Vaya! ¡Qué cantidad de comida! —exclamé, aliviada de verlos de regreso y de que todo pareciera en orden. A pesar de que mi mente no dejaba de girar, una parte de mí intentaba concentrarse en lo que estaba sucediendo ahora. Necesitaba despejarme un poco.

Ayudé a Sanji a colocar las bolsas y cajas en el barco, moviéndome con una eficiencia que no reflejaba el caos interior que llevaba conmigo. No podía parar de pensar en el papel que había en mi pantalón, con la sensación de que debía mantenerlo a salvo. No podía dejar que nadie lo viera, ni siquiera a mis compañeros. Aunque no sabía el porqué.

La tripulación seguía trabajando con el mismo entusiasmo de siempre, pero había algo en el aire, algo que todos notaban: la isla comenzaba a caer en el silencio nocturno, y el sol ya se había puesto. Todo parecía indicar que pronto partiríamos, y aunque tenía la sensación de que era hora de irnos, no pude evitar pensar que no estaba lista para dejar este lugar. Necesitaba un par de días más, tal vez más tiempo para encontrar las respuestas que tanto ansiaba.

—¿Entonces, qué hacemos ahora? —preguntó Luffy, quien se acercó al grupo con su típica sonrisa despreocupada, sin saber lo que pasaba por mi cabeza—. ¿Vamos a zarpar ya? Aquí no hay nada más que hacer.

—¿Podríamos quedarnos un par de días?

Todos se giraron hacia mí, como si esperaran que dijera algo. Sentí sus miradas sobre mí, curiosas, pero también un poco expectantes.

Respiré profundamente y, sin pensarlo demasiado, solté las palabras que no había planeado decir.

— No hay prisa por irnos, ¿no? Esta isla es tranquila, tiene una paz que... no he encontrado en mucho tiempo. Podemos relajarnos y disfrutarla. Solo un par de días más, por favor.

El silencio que siguió fue palpable. Todos se quedaron mirando, como si no entendieran muy bien por qué sugería algo tan fuera de lo común. ¿Relajarnos? Todos estábamos acostumbrados a la aventura, a la incertidumbre. La idea de quedarnos en una isla sin hacer nada no era precisamente el plan habitual. Sin embargo, mi necesidad de respuestas era más grande que el deseo de seguir adelante con la marcha. Necesitaba tiempo, aunque no podía decirles eso. No podía explicarles lo que había sucedido, lo que sentía. Necesitaba encontrar a esa persona, de alguna manera, y entender qué relación tenía conmigo.

—¿De veras quieres quedarte? —preguntó Zoro, frunciendo el ceño, sin comprender completamente—. ¿Pero por qué?

—Es solo... que no hay prisa —respondí rápidamente, tratando de sonar convincente—. Hay tiempo. Quiero relajarme y disfrutar un poco más del lugar, aunque suene un poco egoista...—llevaba años sin pedir nada para mi...y era difícil, muy difícil, pensaba que me lo iban a negar por completo.

Sanji asintió, aunque con cierta desconfianza. Franky parecía tener una ligera sonrisa en su rostro, como si la idea de descansar le agradara, y Chopper, al igual que Luffy, estaba algo confundido, pero sin objeciones. Después de unos segundos, Luffy saltó con entusiasmo.

—¡Eso suena genial! ¡Tienes razón! ¡Vamos a quedarnos dos días más! ¡A disfrutar!

La decisión quedó tomada, y aunque por dentro sentía una mezcla de alivio y ansiedad, sabía que era lo mejor. No podía decirles todo, no podía explicarles lo que había ocurrido. Solo necesitaba esos dos días. Dos días para buscar respuestas, dos días para encontrar a esa persona y entender qué quería de mí.