Nuevo Miembro En La Tripulación - Terminada

Capítulo 31

El tiempo avanzaba lentamente, cada segundo se sentía más pesado mientras me mantenía alerta en la oscuridad. Desde mi posición en la cama, podía escuchar el murmullo del barco, el crujido de la madera con el leve vaivén de las olas. La tripulación dormía profundamente después de un día largo, sin sospechar que yo tenía otros planes.

Pero aún quedaba un obstáculo: Usopp.

Esa noche le tocaba a él hacer guardia, lo cual, para mi suerte, no era precisamente una gran dificultad. Me asomé con cuidado desde mi rincón, tratando de escuchar sus movimientos. No pasó mucho tiempo antes de oírlo murmurando para sí mismo sobre alguna historia épica en la que él, por supuesto, era el protagonista.

—Jajaja, sí... ellos nunca sospecharían que el gran Capitán Usopp puede detectar hasta el más mínimo movimiento en la noche...

Rodé los ojos. No podía hacerlo más fácil.

Esperé unos minutos más y, cuando el sonido de su voz se hizo más intermitente, me deslicé con sigilo por la cubierta. Mi respiración era controlada, mis pasos apenas hacían ruido. Usopp estaba apoyado contra una de las barandas del barco, con la cabeza inclinada y la respiración pausada.

Dormido.

Contuve una sonrisa y seguí moviéndome. Sin perder tiempo, descendí por el costado del barco y me deslicé hasta tierra firme.

El pueblo estaba sumido en el silencio absoluto. Apenas había algunas antorchas iluminando los caminos principales, pero el resto de las calles se veían sumidas en sombras, otorgándome la cobertura perfecta para moverme sin ser vista.

Cada paso que daba me acercaba más a la casa. Esta vez, no iba a quedarme afuera golpeando la puerta sin respuesta. Esta vez, entraría.

Cuando llegué, observé la estructura por unos segundos. Se veía igual de deteriorada, la fachada estaba cubierta de grietas y moho.

Rodeé la casa en busca de una entrada alternativa. Y ahí estaba: una ventana en la parte trasera, ligeramente entreabierta.

Perfecto.

Me acerqué con cuidado, probando si cedía con facilidad. No lo hizo. Fruncí el ceño y empujé con más fuerza. La madera crujió y, tras un último esfuerzo, la ventana finalmente se abrió lo suficiente como para permitirme deslizarme dentro.

Caí con ligereza, agachada y lista para cualquier reacción del anciano.

Pero no esperaba encontrarlo de pie, mirándome con los ojos abiertos de par en par, sosteniendo un cuchillo con las manos temblorosas.

—¡¿Quién está ahí?! —Su voz temblorosa pero firme cortó el silencio de la casa.

Me enderecé y levanté las manos en señal de paz.

—Soy yo —susurré.

El anciano me miró fijamente. Sus ojos, ocultos en parte por la sombra de su capucha, pasaron del miedo a la sorpresa, y finalmente a la resignación, suspirando.

—Sabía que volverías.

Di un paso adelante, con el corazón latiéndome con fuerza.

—Necesito respuestas.

Él negó con la cabeza.

—No puedo dártelas.

Fruncí el ceño.

—No es suficiente —dije, acercándome más—. Dijiste que mi hermano está vivo. Lo vi morir. Vi su cuerpo.

El anciano guardó silencio.

—Por favor —supliqué, sintiendo la frustración quemándome por dentro—. No puedes decirme algo así y esperar que me quede de brazos cruzados.

El anciano se quedó en silencio un momento antes de exhalar pesadamente y sentarse en una de las sillas de madera.

—Es peligroso saber demasiado —susurró.

Me mordí el labio.

—¿Peligroso para quién?

Él alzó la vista, mirándome fijamente.

—Para ti. Para las personas que amas.

Tragué saliva.

—Dijiste que mi familia escondía secretos.

—Así es.

—Entonces dime cuáles son.

El anciano cerró los ojos por un momento, como si estuviera debatiéndose internamente.

—No puedo decirte todo —admitió—, pero puedo decirte esto: tu familia... no era lo que creías.

Me tensé.

—¿Qué significa eso?

—Eres parte de algo mucho más grande de lo que imaginas, Miyu. Algo que ha estado oculto por generaciones.

—¿Y el papel? —saqué el pergamino del bolsillo y lo coloqué sobre la mesa—. Dijiste que era importante.

El anciano lo miró por un largo momento.

—Es una clave. Pero no puedo decirte qué significa.

—¿Por qué no?

Sus ojos se oscurecieron.

—Porque si lo descifras, traerás problemas que aún no estás lista para enfrentar.

Mi mandíbula se tensó.

—¿Y mi hermano?

El anciano se quedó en silencio.

—No puedo decirte dónde está.

—¿Pero está vivo?

El anciano apartó la mirada.

—Eso depende de ti.

Mis manos se apretaron en puños. No era la respuesta que quería, pero después de tanto insistir, era lo único que había conseguido.

Me quedé en silencio por unos segundos antes de soltar un largo suspiro.

—Está bien —murmuré—. Me conformaré con esto... por ahora.

El anciano asintió lentamente.

—Ten cuidado, niña. Hay cosas que es mejor dejar enterradas. Yo solo te lo dije porque creo que debes saberlo, es tu decisión investigar o dejar tu vida tal y como está ahora.

Lo ignoré.

Dando un último vistazo al anciano, me dirigí hacia la ventana por la que había entrado y salí con el mismo sigilo con el que llegué.

La noche seguía oscura, el pueblo dormía, pero algo en el ambiente me puso en alerta.

No estaba sola.

Me giré rápidamente y mi estómago se hundió.

Zoro estaba de pie a unos metros de distancia, con los brazos cruzados y una expresión que jamás le había visto antes.

Rabia.

¡Hasta aquí el capítulo de hoy!

Espero que lo hayáis disfrutado muchísimo!

Mil gracias por el apoyo~

SPAM:

AUTORA DE: Kaori, la esfera mágica.

EDITORIAL: Ediciones Arcanas.

*Si quieres un ejemplar, háblame por mensaje directo, comentario *




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.