Nuevo Miembro En La Tripulación - Terminada

Capítulo 33

El sol filtraba su luz dorada a través de las cortinas de la habitación, calentando suavemente mi rostro y obligándome a despertar. Parpadeé varias veces, sintiendo el peso del cansancio en mi cuerpo después de la noche anterior. Mi mente todavía estaba revuelta con todo lo que había pasado: el anciano, el papel indescifrable, la revelación sobre mi hermano... y Zoro esperándome fuera de la casa con aquella mirada severa que aún se mantenía grabada en mi memoria. Sus palabras, su frustración, su preocupación...

Pero hoy era un nuevo día, el último en esta isla.

Suspiré profundamente y me obligué a levantarme, apartando la sensación de incertidumbre que seguía latente en mi pecho. Por más que intentara encontrar respuestas, la realidad era que ya no había más que pudiera hacer aquí. Todo lo que necesitaba saber estaba en mis manos, y el resto dependía de mí.

Así que, por primera vez en días, decidí simplemente... disfrutar.

Al bajar del barco, el aire fresco de la mañana me envolvió con su aroma a mar y pan recién horneado proveniente del pueblo. Nami y Robin estaban listas para salir, y cuando me vieron, Nami sonrió con ese brillo travieso en sus ojos.

—Vaya, Miyu, te ves más relajada hoy —comentó con una sonrisa mientras se ajustaba la bolsa donde guardaría sus compras.

—Es porque ha decidido darse un respiro —añadió Robin como si me leyera la mente, con su tono calmado—. Y es lo mejor que puede hacer.

Les sonreí de vuelta, agradeciendo su compañía sin necesidad de palabras. Caminamos juntas por el mercado medieval de la isla, explorando los pequeños puestos de ropa y accesorios. Nami parecía emocionada con cada prenda que encontraba, mientras Robin, con su elegancia natural, escogía con calma algunas piezas de tela fina.

—Miyu, prueba esto. —Nami me extendió un corsé de cuero marrón oscuro con detalles dorados.

—¿No crees que es demasiado? —pregunté con una ceja en alto, pero Robin negó suavemente.

—Resaltará tu figura y combina con tu estilo.

Con un suspiro resignado, acepté la prenda y me la probé. Y para mi sorpresa... me gustó.

Entre risas y comentarios sobre la ropa que íbamos encontrando, sentí cómo mi pecho se deshacía poco a poco de la tensión que lo había estado oprimiendo. Era extraño permitirme disfrutar de estos momentos sin pensar en nada más, sin preocuparme por el futuro o por los secretos que debía descubrir.

Pero me hacía bien.

De repente, algo me jaló del brazo y casi me hace tropezar.

—¡Miyu, ven rápido!

Reconocí la voz de Usopp justo cuando sentí otra mano aferrarse a mi muñeca.

—¡Tenemos que probar esto! —exclamó Luffy con su entusiasmo inagotable mientras me arrastraban lejos del mercado.

No tuve tiempo de protestar cuando, de pronto, me encontré frente a un puesto de comida donde el aroma a especias y carne asada inundaba el aire.

—¡Es comida exótica! —Luffy tenía los ojos brillando con emoción—. ¡Mira esto, parece carne de dragón!

—Eso no es carne de dragón —corrigió el vendedor con una gota de sudor en la frente—. Pero es algo muy especial de nuestra isla.

Antes de que pudiera reaccionar, Luffy ya tenía la boca llena de aquel platillo y Usopp observaba con desconfianza.

—No sé si deberíamos probarlo...

—¡Está delicioso! —gritó Luffy con la boca llena, dándome una palmadita en la espalda—. ¡Vamos, Miyu, prueba un poco!

Suspiré, pero terminé aceptando la comida. Y para mi sorpresa... estaba realmente buena. No pude evitar reírme ante la exagerada reacción de Usopp cuando finalmente lo probó y casi se atraganta con lo picante que era.

Pero no todo terminó ahí.

Luffy, con su inagotable energía, nos llevó a la feria del pueblo, donde encontramos desde juegos de puntería hasta carreras de caballos mecánicos. Sin darme cuenta, me vi atrapada en la emoción del momento, compitiendo con Usopp para ver quién tenía mejor puntería y riendo cuando Luffy terminó atrapado en una red al intentar ganar un premio.

En algún punto de la tarde, el aroma de algo delicioso nos llevó de regreso al barco.

Sanji estaba en la cocina, con una expresión concentrada mientras preparaba algo especial. Cuando nos vio, su ceja se arqueó con interés.

—Vaya, parece que alguien ha tenido un buen día —dijo con una sonrisa ladina, sirviendo un plato humeante frente a nosotros.

—¿Qué es eso? —pregunté, sintiendo el aroma especiado de la comida.

—Una receta que improvisé con ingredientes que encontré en el mercado —respondió con orgullo—. Algo digno de nuestro último día en esta isla.

La primera cucharada fue suficiente para hacerme cerrar los ojos con placer.

—Esto está increíble... —murmuré.

Sanji sonrió, satisfecho con la reacción.

Mientras comíamos, Chopper apareció con un montón de dulces en las manos, con los ojos llenos de felicidad.

—¡Miren esto! ¡Son caramelos con forma de animales!

Brook, quien estaba sentado cerca, comenzó a tocar una melodía animada en su violín, llenando el ambiente con una sensación de festividad.

Poco a poco, sentí que todo lo que había pesado en mí durante las últimos horas se disipaba.

La risa de Usopp al contar una historia exagerada, la forma en que Nami regañaba a Luffy por gastar su dinero en comida, el brillo de emoción en los ojos de Chopper con cada dulce que probaba...

Eran estos momentos los que realmente importaban.

Mi pecho se sintió más ligero.

Porque a pesar de toda la incertidumbre, a pesar del misterio que rodeaba mi pasado y el secreto del papel que aún no podía descifrar, una cosa era segura: No estaba sola.

Cuando la noche cayó y nos reunimos una última vez en la isla antes de zarpar al día siguiente, me quedé en la cubierta del barco por unos minutos, observando el cielo estrellado.

Escuché pasos acercándose y no tuve que voltear para saber quién era.

—¿Lo pasaste bien? —preguntó Zoro con su tono tranquilo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.