Nuevo Miembro En La Tripulación - Terminada

Capítulo 40

No podía esperar más.

Mis puños estaban cerrados con tanta fuerza que mis nudillos crujían, mis dientes rechinaban y la paciencia, que nunca había sido mi fuerte, estaba al límite.

—¡Zoro, espera un momento! —gritó Sanji con irritación cuando me vio avanzar decidido hacia la entrada del enorme edificio con la cúpula de cristal.

No lo escuché. No me importaba.

—¡No seas idiota! Si queremos entrar sin que nos ataquen y sin llamar la atención, es mejor buscar otra opción—continuó diciendo.

Pero como le ignoraba, intentó arremeter una patada contra mi aunque la esquivé con mucha facilidad.

Luffy, Usopp, Sanji, Franky, Brook y Nami estaban allí conmigo, pero no podían entenderlo. No como yo lo sentía.

Miyu estaba adentro.

Miyu, Robin, Law y Chopper llevaban demasiado tiempo desaparecidos. Nadie los había visto salir de la biblioteca, nadie en la ciudad había sabido decirnos nada. Y mientras más tiempo pasaba, más me carcomía la desesperación.

Podía sentirlo en cada fibra de mi ser. Algo estaba mal.

Muy mal.

Y yo no iba a quedarme esperando como un imbécil a que las cosas se resolvieran solas.

El guardia que estaba frente a la entrada del edificio ni siquiera tuvo oportunidad de reaccionar antes de que mi espada lo golpeara con la parte plana de la hoja, dejándolo inconsciente al instante, sin pensarlo dos veces, corté la puerta en varios trozos.

Las alarmas explotaron en un estruendo ensordecedor.

Luces rojas comenzaron a parpadear a lo largo del edificio y un zumbido mecánico se extendió por los pasillos.

—¡IDIOTA! ¡Nos han descubierto! —gritó Sanji, maldiciendo entre dientes.

—¡Ya qué importa! ¡Vamos! —gruñí, avanzando sin detenerme.

Si había que abrirnos paso a la fuerza, entonces eso haríamos.

Luffy me siguió con su típica emoción por la pelea.

—¡Sí! ¡Así es más divertido!

Franky se tronó los nudillos con una sonrisa confiada.

—¡No hay vuelta atrás ahora, muchachos!

Sanji chasqueó la lengua con fastidio, pero ya estaba levantando una pierna listo para pelear.

Nami y Usopp se quedaron un segundo más atrás, con la mirada de alguien que intentaba encontrar una mejor estrategia.

Pero ya era tarde para eso.

Porque la verdadera carnicería acababa de comenzar.

Corrimos por los pasillos y no tardamos en encontrar resistencia. Decenas de soldados uniformados de negro, con extrañas armas y una disciplina entrenada, comenzaron a brotar de todas partes.

—¡No permitáis que avancen! —gritó uno de ellos.

—¡Que lo intenten! —rugí, lanzándome de frente con una furia descontrolada.

Mi espada cortó el aire con violencia. El primer soldado ni siquiera pudo ver el tajo que lo hizo caer. El segundo intentó disparar, pero fui más rápido. Los siguientes fueron igual de insignificantes. Avancé sin frenar, como un demonio que arrasaba con todo a su paso. Los cortes limpios, la precisión perfecta, el instinto guiándome como un depredador sin piedad. Luffy entró en acción con la misma intensidad.

—¡Gomu gomu no... bazooka!

Sus puños elásticos volaron a una velocidad impresionante, golpeando a varios soldados con una fuerza que los estampó contra la pared.

Sanji apareció justo detrás de mí, elevándose en el aire con una patada flamígera.

—¡Diable jambe...Flambage shoot!

El impacto mandó a otro grupo de enemigos por los aires.

Franky no se quedó atrás.

—¡Superr Franky rocket launcher!

Su brazo mecánico lanzó un proyectil explosivo que destrozó la barricada de los soldados que intentaban bloquear nuestro paso. No se trataba solo de una pelea. Era una masacre. Yo seguía avanzando sin mirar atrás, mis espadas cortaban sin descanso, no mataban a nadie al menos por ahora, pero cada oponente caía sin que me importara, porque mi único objetivo estaba adelante.

No iba a detenerme hasta encontrarla.

—¡Rápido, por aquí! —gritó Usopp desde un punto más alto, observando el camino con su visor especial.

Él y Nami se habían quedado atrás, no porque no quisieran pelear, sino porque tenían algo más importante que hacer. El sistema de seguridad de ese lugar era avanzado, lleno de trampas y mecanismos que no podíamos simplemente destruir sin quedar atrapados. Usopp sacó su dial de clima y Nami activó su Clima-Tact.

—Si podemos desactivar la seguridad desde aquí, será más fácil llegar al fondo del lugar —dijo Nami, con el ceño fruncido en concentración.

Brook reía mientras se deslizaba con agilidad entre los enemigos, desenvainando su espada con un movimiento elegante.

—¡YOHOHOHO! ¿Acaso creen que pueden detenernos?

La melodía de su espada resonó en el aire y varios soldados cayeron sin siquiera entender qué los había golpeado.

De repente, en medio del caos, una de las puertas metálicas se abrió y lo que vimos al otro lado nos dejó en shock.

Celdas. Decenas de celdas, con personas atrapadas dentro. Aldeanos. Hombres, mujeres y niños, con el miedo grabado en los ojos.

—¿Pero qué...? —murmuró Franky, sorprendido.

Uno de los ancianos dentro de la celda se acercó desesperado.

—¡Por favor! ¡Déjennos salir!

Nami y Usopp intercambiaron una mirada rápida.

—¡Nos encargamos de esto! —dijo Usopp, corriendo hacia las cerraduras.

Brook lo siguió con rapidez.

—¡Así es, capitán Usopp! ¡Déjemelo a mí también!

Yo apenas podía escuchar lo que decían. Mis ojos estaban fijos en la puerta del fondo del pasillo.

—¿Habéis visto a una chica de pelo moreno, delgada, un reno pequeño, un estupido con tatuajes y gorro vergonzoso y una mujer alta y de pelo negro? — hablé cogiendo de la camiseta al aldeano.

Este me miró aterrado.

—No..no, se lo juro.

—¡Zoro! Suéltale ahora mismo — gritó Nami

Le solté, sabía que él no tenia la culpa, pero no podía controlarme en ese momento.

Habíamos encontrado algo terrible.




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