Nuevo Miembro En La Tripulación - Terminada

Capítulo 45

El amanecer aún no había llegado, pero la calma del mar hacía que la noche pareciera eterna. Yo descansaba hoy en la cubierta, con los brazos cruzados detrás de la cabeza y la katana apoyada a mi lado. Era uno de esos momentos en los que el viento fresco ayudaba a despejar la mente, aunque la mía no dejaba de volver una y otra vez a la misma preocupación: Miyu.

Llevaba días viéndola apagarse poco a poco. Apenas dormía y cuando lo hacía, su rostro mostraba una expresión de terror que no se iba ni cuando despertaba. Sus ojos estaban más hundidos, con sombras oscuras marcándose debajo de ellos. Algo la estaba consumiendo desde dentro, pero por mucho que intenté preguntarle, siempre se cerraba.

—Tsk... —chasqueé la lengua, mirando el sol empezando a salir. Si seguía así, su cuerpo no tardaría en colapsar.

De repente, el sonido de pasos apresurados me sacó de mis pensamientos. Abrí los ojos esperando encontrarme con Luffy y Usopp jugando, aunque era pronto para ellos pero era Sanji, y para sorpresa mía, no venía con su actitud de siempre. Parecía nervioso, incluso preocupado.

—Rápido —dijo sin rodeos—. Es Miyu. Está en la cocina.

Algo en su tono me puso en alerta al instante. No dudé ni un segundo y corrí tras él, bajando de un salto las escaleras y atravesando el pasillo hasta la cocina. Sanji abrió la puerta de golpe y lo primero que vi fue el resplandor cálido de las lámparas iluminando la estancia... pero entonces la vi a ella.

Miyu estaba encogida debajo de la mesa, abrazándose las piernas con tanta fuerza que sus uñas parecían clavarse en su propia piel. Sus hombros temblaban y su respiración era tan agitada que parecía a punto de hiperventilar.

—Miyu... —dije con voz firme, pero no reaccionó.

Me acerqué lentamente y me agaché junto a la mesa. Intenté llamarla de nuevo, pero seguía sin responder. No había más opción. Suspiré preocupado y me metí debajo de la mesa con ella, sentándome a su lado. Con cuidado, le pasé un brazo por los hombros, sintiendo lo mucho que temblaba.

—Tranquila, Miyu. Estoy aquí. Todo está bien. No tienes que tener miedo—susurré.

Ella respiraba de forma errática, como si no pudiera encontrar aire. Su rostro estaba oculto entre sus brazos, pero cuando le acaricié la espalda suavemente, su cuerpo dejó de tensarse tanto. No dije nada más, simplemente la sostuve, esperando que volviera en sí.

Sanji, que aún estaba en la puerta, me miró con seriedad y me hizo un gesto con la cabeza, indicándome que nos dejaba solos. Asentí en silencio y él se retiró cerrando la puerta.

Cuando por fin Miyu levantó un poco la cabeza, su rostro me golpeó como una cuchilla en el pecho. Sus ojos estaban enrojecidos de no dormir, se veía... exhausta. No solo físicamente, sino como si algo dentro de ella estuviera hecho pedazos.

—Miyu... ¿qué te está pasando? —murmuré, pero ella solo negó con la cabeza.

Intenté convencerla de salir para tomar aire, pero en cuanto moví un poco el brazo, ella se aferró a mi camisa con tanta desesperación que me rompió por dentro. Me quedé en silencio. Lo único que pude hacer fue apoyarme un poco más en ella y esperar.

Después de un rato, con voz temblorosa y baja, empezó a hablar.

—Mi infancia fue perfecta —susurró—. Tenía una familia hermosa. Una madre cariñosa, un padre protector, un hermano con el que jugaba todo el tiempo.

Sus palabras hicieron que contuviera la respiración. Era la primera vez que hablaba de su pasado, nuestro pasado.

—Éramos felices. Siempre juntos. Siempre riendo. Nunca pensé que... —su voz se quebró y apretó los puños—. Nunca pensé que me los quitarían de esa manera.

No interrumpí. Sabía que si hablaba, ella podría callarse de nuevo.

—Una noche, unos hombres entraron en nuestra casa. No sé cuántos eran... pero recuerdo los gritos. Recuerdo cómo mi madre me abrazó y mi padre intentó protegernos. Recuerdo la sangre...

Vi cómo sus manos temblaban y sin pensarlo, las tomé entre las mías. Eran frías.

—Mi hermano me escondió en un armario. Me abrazaba fuerte, como si eso pudiera salvarnos. Yo no paraba de llorar, pero él me tapó la boca. Me dijo que no hiciera ruido... que todo estaría bien.

La escuché con el estómago hecho un nudo.

—Pero no estuvo bien. —Miyu cerró los ojos con fuerza—. Escuchamos los gritos. Escuchamos los golpes. Y luego... el silencio.

Mi mandíbula se tensó. Sentía rabia, impotencia, todo se estaba reproduciendo claramente en mi mente... pero ella siguió hablando.

—Él quería ayudar a nuestros padres. No quiso quedarse escondido. Abrió la puerta y corrió hacia ellos... y yo le seguí.

Su respiración volvió a acelerarse y apreté sus manos suavemente para tranquilizarla.

—Mi madre estaba en el suelo. Sin vida. Mi padre sobre ella, cubriéndola... pero también sin vida. Yo grité, los abracé, me manché de su sangre. Mi hermano me miró horrorizado... y luego me gritó que me alejara.

Su voz se quebró aún más.

—Uno de los hombres lo vio. Lo agarró del pelo y... —su garganta se cerró y sus ojos se llenaron de lágrimas—. Le cortaron el pecho con un cuchillo... y cayó al suelo... sin vida.

Apreté los dientes con tanta fuerza que sentí un pinchazo de dolor en la mandíbula. Aquel corte solo me dejó inconsciente, pero para ella...para ella había muerto toda su familia.

—Quería morir también. Ojalá me hubieran matado —susurró—. Pero no lo hicieron. Dijeron que era demasiado pequeña, que el trauma sería más divertido que matarme... y entonces... —Se quedó en silencio por un momento y su voz se volvió apenas un hilo—. Me dieron... la cabeza de mi padre.

Mi cuerpo se quedó rígido.

—¿Qué?—pregunté completamente horrorizado.

—La cortaron... y la pusieron en mis manos. Mientras se reían.

El aire en mis pulmones se volvió pesado. No podía... no podía imaginar algo más cruel.

—Después de eso, todo fue negro. No recuerdo qué pasó... solo sé que desperté en otro lugar. Sin mi familia. Sin nada.




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