El sonido de las olas rompiendo suavemente contra el barco marcaba el ritmo de la travesía. La brisa marina ondeaba mi cabello mientras miraba el horizonte, observando cómo la próxima isla comenzaba a aparecer lentamente en la distancia. A mi lado, Nami sujetaba el log pose con atención, su expresión seria.
—No falta mucho —dijo, sin apartar la vista—. Estaremos allí en menos de una hora.
Asentí en silencio, sintiendo una extraña sensación en el pecho. Algo en esa isla no me daba buena espina, y cuando la forma de la tierra se hizo más clara, comprendí por qué. No había niebla cubriéndola, pero se veía oscura, como si la propia sombra de la muerte la abrazara. Los colores eran apagados, como si la isla hubiese sido despojada de toda vida hace mucho tiempo.
—No me gusta cómo se ve —murmuró Chopper, escondiéndose detrás de una pierna de Zoro...aunque, ¿se estaba escondiendo al revés?
—Se siente tétrica —agregó Usopp, frunciendo el ceño—. Deberíamos pensarlo dos veces antes de bajar.
—Vamos a bajar —interrumpió Luffy con su entusiasmo habitual—. ¡Puede que haya algo genial ahí!
La mayoría suspiró resignada. Como siempre, su decisión estaba tomada, y de todas formas, el log pose nos dirigía justo hacia allí. Una vez anclamos cerca de la costa, descendimos a la isla.
El suelo era árido, cubierto de polvo y restos de piedra. A cada paso, el crujido de escombros bajo nuestros pies hacía que el ambiente se sintiera aún más inquietante. Por todas partes, había ruinas de antiguas edificaciones, algunas con inscripciones desgastadas, otras completamente derruidas. Pero lo más perturbador eran las tumbas esparcidas por toda la zona. No parecían de un cementerio organizado, sino como si la gente hubiera caído en cualquier parte y allí los hubiesen enterrado.
—Esto no me gusta nada —susurró Chopper, temblando levemente.
Más adelante, se alzaba un enorme castillo en el centro de la isla, una estructura imponente y agrietada por el tiempo. A simple vista, parecía abandonado, pero algo en su presencia transmitía la sensación de que aún guardaba secretos.
—Ese castillo... —dijo Robin con voz pensativa—. Se dice que guarda la verdad sobre los lazos de sangre.
—¿Y qué significa eso? —preguntó Usopp.
—Nadie lo sabe con certeza.
Mis pies se detuvieron de golpe. Un fuerte escalofrío recorrió mi espalda, como si un hilo invisible tirara de mí hacia el castillo. Mi visión comenzó a nublarse y, antes de poder procesarlo, mi cuerpo comenzó a moverse por sí solo.
—¿Miyu? —La voz de Zoro sonó cerca de mí, pero se sentía lejana, como si estuviera bajo el agua.
No podía responder. No podía detenerme.
—¡Oye! —Intentó sostenerme del brazo, pero algo en mí lo repelió con una fuerza que no reconocía.
Los demás se apresuraron a seguirme, llamándome por mi nombre, tratando de hacerme reaccionar. Pero era inútil. Algo dentro de ese castillo me llamaba con una urgencia indescriptible, y ningún obstáculo me detendría.
No sé cuánto tiempo pasó hasta que, de pronto, la bruma en mi mente se disipó y me encontré en el interior del castillo. Mi respiración era agitada, mi cuerpo se sentía extraño, y al girarme, vi a toda la tripulación detrás de mí.
—¡Miyu! —La voz de Zoro sonaba tensa—. ¿Qué demonios te acaba de pasar?
—¿Qué...? —Mi mirada recorrió el lugar, confusa—. ¿Cómo hemos llegado aquí?
Robin dio un paso adelante, observando con su mirada analítica las paredes de piedra cubiertas de inscripciones.
—Por alguna razón, entraste en trance y nos trajiste hasta este lugar.
Mi corazón latía con fuerza. Me llevé una mano a la cabeza, tratando de recordar qué había pasado, pero solo quedaban fragmentos confusos de una voz lejana llamándome.
—Esto... no tiene sentido.
Robin recorrió las paredes con la yema de los dedos, descifrando las inscripciones.
—Hablan sobre un clan perdido de espadachines.
El aire pareció volverse más denso en ese instante. Brook, que hasta ahora había permanecido en silencio, cayó de rodillas de repente.
—Brook, ¿qué te pasa? —preguntó Franky, preocupado.
El esqueleto respiró hondo, como si estuviera sintiendo algo que los demás no podían.
—Los espíritus atrapados aquí... están sufriendo —dijo con voz temblorosa—. Puedo escucharlos.
Antes de que alguien pudiera responder, un sonido retumbante sacudió la sala. La temperatura descendió abruptamente y, frente a nosotros, figuras comenzaron a alzarse desde el suelo. Sombras espectrales con formas humanoides, sus ojos vacíos brillaban con una luz fantasmagórica. No tardamos en darnos cuenta de que eran guerreros caídos, resucitados por alguna fuerza oscura.
—¡Nos atacan! —gritó Usopp, retrocediendo.
No hubo tiempo para pensar. Los espectros cargaron contra nosotros y la tripulación reaccionó de inmediato. Zoro desenvainó sus espadas, Sanji se lanzó con una patada hacia el primero que se acercó, Luffy golpeó con su puño alargado, Robin invocó múltiples brazos para bloquear los ataques.
—¡Son muchos! —gritó Chopper mientras esquivaba una espada espectral.
—¡Pero no todos han resucitado! —gritó Franky—. ¡Aprovechemos antes de que sean demasiados!
El choque de armas y ataques resonó en la gran sala. Luchábamos con todas nuestras fuerzas, pero los enemigos no mostraban signos de dolor o cansancio. Mientras tanto, Robin, que había logrado alejarse del caos, inspeccionaba una de las estatuas del castillo.
Su expresión cambió de golpe.
—Miyu... —Su voz sonó seria—. Ven aquí.
Aún en posición de combate, mis piernas se movieron solas hasta donde ella estaba. Me quedé sin aliento al ver la estatua.
Era un rostro familiar. Demasiado familiar.
Mis manos temblaron al rozar la superficie de piedra, sintiendo una conexión extraña, como si ese rostro hubiera estado en mi vida en algún momento sin que yo lo recordara.
—¿Quién... es?
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Editado: 03.04.2025