Nuevo Miembro En La Tripulación - Terminada

Capítulo 52

Mis dedos recorrieron la fría superficie de la estatua, deteniéndose en los detalles desgastados por el tiempo. Aquel rostro me resultaba extrañamente familiar, como si lo hubiese visto antes en algún sueño borroso, en una imagen perdida de mi infancia. Robin, a mi lado, analizaba las inscripciones en la base con su usual mirada analítica, sus ojos oscuros moviéndose de un símbolo a otro con un interés creciente. La atmósfera dentro del castillo era densa, cargada de una energía que parecía susurrar en el aire. El sonido de la batalla seguía resonando en la distancia, el choque de espadas y los gritos de los Sombrero de Paja enfrentándose a los espectros resucitados, pero por un instante, todo pareció desvanecerse cuando una voz profunda y etérea se alzó desde la nada.

—Solo podrás avanzar si recuerdas quién eres en realidad.

El eco de aquellas palabras reverberó en cada rincón del castillo, y de la estatua comenzó a emerger una figura envuelta en sombras espectrales. Un guerrero imponente, con una armadura resquebrajada y una katana envuelta en una neblina oscura, me observaba con ojos inexpresivos. Sentí mi cuerpo tensarse al instante, mis pies retrocedieron por puro instinto, pero mi corazón palpitaba con fuerza, no por miedo... sino por algo más. Algo que no entendía.

—Miyu —la voz de Robin me devolvió al presente—. Ten cuidado.

El guerrero espectral se lanzó contra mí sin previo aviso. Esquivé por puro reflejo, girando sobre mis talones y sintiendo el viento cortante de su espada pasar peligrosamente cerca. Mi respiración se agitó, mis músculos protestaban por la tensión repentina. No tenía armas, no tenía forma de defenderme más que confiando en mis reflejos, pero él no me daba tregua. Su espada descendió en un arco veloz, obligándome a lanzarme al suelo y rodar para evitar el golpe.

Cada esquiva se volvía más difícil, cada movimiento más agotador. No estaba a su nivel, lo sabía, lo sentía con cada intento fallido de contraatacar. Y entonces, mientras mis pulmones ardían y mi mente luchaba por mantener el control, llegaron los destellos.

Un patio de entrenamiento iluminado por el sol de la tarde.
Una figura alta, de cabellos oscuros y mirada severa, inclinándose hacia mí con una sonrisa orgullosa.
El sonido de dos espadas chocando con fuerza, el peso de una katana de madera en mis pequeñas manos.
Un nombre que susurraba en los labios de alguien.

—¡Miyu! —la voz de Zoro me arrancó del trance justo a tiempo para ver cómo el guerrero espectral alzaba su espada para un golpe definitivo.

Un destello plateado apareció a mi lado y el sonido del metal chocando contra metal vibró en mis oídos. Zoro había bloqueado el ataque con sus espadas, empujando al enemigo hacia atrás con un gruñido de esfuerzo.

—¿En qué demonios estabas pensando? —me espetó sin apartar la vista del espectro, su mandíbula apretada por la tensión.

No tuve tiempo de responder porque el enemigo volvió al ataque, y esta vez, Zoro y yo nos movimos al unísono. Él tomaba la delantera, desviando los ataques con una precisión impresionante, mientras yo me deslizaba a su alrededor, aprovechando cada pequeña apertura para golpear con lo que tenía: puños, codazos, patadas. No tenía una katana, pues la mía aún la desconocemos y es peligrosa así que la dejamos en el barco, pero mi cuerpo aún recordaba el combate que practiqué en los entrenamientos.

En un momento, el espectro intentó atacarme desde un ángulo ciego, pero Zoro, como si hubiese leído la situación con anticipación, se giró bloqueando el golpe con una de sus espadas y usó la otra para empujarme fuera del alcance de la hoja espectral.

—¡Concéntrate, Miyu! —gruñó mientras sus músculos se tensaban por el esfuerzo— Toma— dijo a la vez que me pasaba una de sus katanas.

Respiré hondo, sintiendo una determinación arder dentro de mí. Algo en mis movimientos empezaba a sentirse natural, como si mis pies conocieran exactamente dónde posicionarse, como si mis manos supieran cómo reaccionar.

Un giro rápido, un esquive preciso, un golpe certero a la empuñadura de la espada enemiga. Mi cuerpo se movía en sincronía con el de Zoro, como si hubiésemos entrenado juntos toda la vida. Nos cubríamos mutuamente, uniendo nuestras fuerzas sin necesidad de palabras, hasta que, con un ataque final, el espadachín espectral cayó de rodillas.

El silencio se instaló en el castillo mientras la figura comenzaba a desvanecerse, pero antes de desaparecer por completo, sus labios formaron una última palabra.

—Recuerda.

Mi pecho se agitó, la adrenalina seguía corriendo por mis venas mientras observaba cómo los restos de la energía espectral se disipaban en el aire. Sentí la presencia de Robin a mi lado, su mirada fija en la base de la estatua, donde las inscripciones antiguas parecían haberse iluminado ligeramente. Me acerqué para ver lo que tanto observaba, pero antes de que pudiera leer, su voz sonó en un tono casi susurrante.

—Interesante...

Zoro, aún con la respiración agitada, también desvió la vista hacia la inscripción. Hubo un leve destello de sorpresa en su mirada antes de que su expresión se endureciera. Robin y él intercambiaron una mirada que no comprendí, pero ninguno de los dos dijo nada.

—¿Qué pasa? —pregunté, todavía sin aliento.

—Nada importante —respondió Robin con su usual tono sereno mientras se enderezaba—. Lo importante es que venciste la prueba.

Apreté los labios, sintiendo que algo se me escapaba, pero dejé pasar la sensación. Zoro guardó sus espadas, incluida la que me había prestado y miró la estatua una última vez antes de volver a centrar su atención en mí.

—Lo hiciste bien pero no podemos seguir arriesgándonos así. La próxima vez, usarás tu katana.

—Aún no sabemos si es segura... —murmuré, recordando la descarga que casi deja fuera de combate a Law.

Zoro no respondió de inmediato, pero su expresión fue clara. "Ya lo averiguaremos."




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