Nuevo Miembro En La Tripulación - Terminada

Capítulo 54

La sensación era extraña. A pesar de que la pelea había terminado y los enemigos habían sido derrotados, mi cuerpo seguía sintiéndose pesado, como si la batalla aún no hubiera terminado del todo. Había algo en el aire, una tensión latente que no podía definir, una incomodidad que se instalaba en mi pecho y no desaparecía. Caminé junto a la tripulación de vuelta al barco, dejando atrás las ruinas y las sombras que parecían acecharnos incluso después de haber vencido. Robin sugirió que regresáramos al día siguiente; la isla era enorme y parecía estar dividida por enormes muros que aún no habíamos explorado. Nadie se negó. Todos necesitábamos descansar.

Ya en el barco, la primera cosa que hice fue dirigirme a la ducha. El agua caliente corrió por mi piel, relajando mis músculos tensos, limpiando la suciedad de la batalla, pero no la inquietud que aún persistía en mi interior. Cerré los ojos, inhalando profundamente, tratando de apartar de mi mente el recuerdo de aquella estatua, de los espectros y del extraño trance en el que había caído. No tenía sentido preocuparme por ello ahora. Salí de la ducha y, después de vestirme, fui en busca de Chopper.

El pequeño médico estaba atendiendo a la tripulación, revisando cada herida con su usual dedicación. Cuando entré en la enfermería, me encontré con Zoro sentado en la camilla, sin su camiseta, mientras Chopper le rodeaba la cintura con una venda. Me detuve un segundo en la puerta, observándolo. Parecía estar bien, pero algo en la forma en que mantenía su expresión relajada me hizo dudar.

—¿Estás bien? —pregunté, acercándome un poco más.

Zoro giró la cabeza hacia mí y sonrió con esa calma despreocupada tan suya.

—No es nada, solo que Chopper demasiado precavido.

Justo en ese momento, Chopper le dio un golpe con su pequeña pata en la zona vendada, haciendo que Zoro soltara un gruñido de dolor.

—¡¿Pero qué demonios haces?! —espetó, frunciendo el ceño.

—¡No te hagas el duro! —reclamó Chopper con las patas en la cintura—. Estás herido y tienes que descansar.

No pude evitar sonreír un poco ante la escena, pero la preocupación no desapareció del todo. Miré la venda que cubría su abdomen y fruncí ligeramente el ceño. Antes de que pudiera decir algo, Zoro me observó con detenimiento y cambió de tema.

—¿Y tú? ¿Estás bien?

Asentí de inmediato, aunque sabía que él no se conformaría con una simple respuesta. Levanté los brazos, mostrando algunos rasguños, luego alcé un poco mi camiseta para dejar ver los pequeños golpes en mi abdomen.

—No es nada, solo heridas superficiales.

Sin embargo, cuando Zoro vio las marcas en mi piel, su expresión cambió. No supe decir si estaba molesto conmigo por no haberme defendido mejor o si simplemente le preocupaba ver que me habían herido. Fuera lo que fuera, su mirada se ensombreció por un segundo antes de desviar la vista.

—Siéntate en la camilla —dijo Chopper—. Así terminaré más rápido.

Me senté junto a Zoro mientras el pequeño médico revisaba lo poco que quedaba por vendar. Mientras tanto, charlamos de manera ligera, dejando atrás el estrés de la batalla. Chopper aplicó pomada en algunos rasguños, colocó unas pocas vendas y, finalmente, dio su veredicto:

—Listos. Ya podéis iros, Luffy y Sanji son los siguientes.

Zoro y yo nos pusimos de pie, y al salir de la enfermería, un suspiro escapó de mis labios. La sensación extraña seguía allí, en lo profundo de mi pecho, pero intenté ignorarla.

Durante la cena, Sanji preparó un platillo simple, pero como siempre, delicioso. Terminamos satisfechos, conversando sobre lo que haríamos al día siguiente en la isla. Una vez terminamos, cada quien tomó su rumbo: algunos fueron a ver una película, o leer, otros a dormir o simplemente a relajarse.

Yo, por mi parte, me reuní con Robin y Nami en la cubierta del barco. La noche era tranquila, con la luna bañando todo con su luz plateada. El clima era agradable, perfecto para concentrarnos en el mensaje que aún no podíamos descifrar.

Extendimos el papel frente a nosotras, tomando notas, analizando los símbolos, dándole vueltas al mismo problema una y otra vez sin encontrar respuestas. Cuanto más lo miraba, más sentía que lo conocía de alguna parte, como si una parte de mí supiera exactamente lo que decía, pero la información estuviera bloqueada en algún rincón de mi mente.

"Tal vez la clave no está en un truco físico, sino en mí misma."

El pensamiento cruzó mi mente como un relámpago. Robin había mencionado antes que existían mensajes sellados con métodos antiguos, diseñados para proteger secretos de manera especial. Algunos solo podían leerse cuando el destinatario estaba listo para conocer la verdad.

El viento sopló con fuerza, haciéndome estremecer. De repente, un escalofrío recorrió mi espalda y un latido pesado vibró en mi pecho. Mi instinto gritaba que ya había visto esos símbolos antes. Que de alguna manera... ya sabía lo que decían.

Sin pensar, llevé el pulgar a mis labios y lo mordí, dejando que una gota de sangre resbalara hasta la hoja.

—¡Miyu! —exclamaron Robin y Nami, pero ya era tarde.

Apenas el líquido rojo tocó la superficie, los símbolos comenzaron a moverse, a retorcerse, a deformarse, hasta que las palabras aparecieron.

"Si estás leyendo esto, significa que sobreviviste... y que ellos te han encontrado."

Mi corazón se detuvo.

"No confíes en las sombras. No pronuncies nuestro apellido. Y sobre todo... no le digas quién eres."

El aire se volvió irrespirable.

"Tu hermano está más cerca de lo que imaginas. Pero si él descubre el mensaje, ambos estarán condenados."

Mis manos comenzaron a temblar.

Robin y Nami se miraron asustadas, pero yo apenas podía reaccionar. El papel se desintegró en cenizas frente a mis ojos, llevándose las respuestas que tanto buscábamos.

Y entonces, los recuerdos olvidados explotaron en mi mente.




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