Nuevo Miembro En La Tripulación - Terminada

Capítulo 55

Apenas había entrado al dormitorio cuando escuché los gritos. Al principio, pensé que era alguna tontería, Luffy jugando o Usopp exagerando algo como siempre, pero entonces el tono cambió. No eran voces de diversión, eran gritos de pánico. Mi cuerpo reaccionó antes de que mi mente pudiera procesarlo y ya estaba a punto de salir cuando la puerta se abrió de golpe.

Nami apareció frente a mí con el terror reflejado en cada línea de su rostro. Respiraba agitadamente y el agua chorreando de su cabello y ropa.

—Miyu... se ha caído al agua... y no la encuentro.

El mundo se detuvo. Sentí como si todo el aire hubiera sido arrancado de mis pulmones. Mi pecho se apretó con una fuerza insoportable, el estómago se me revolvió y las piernas me temblaron. Por un segundo, creí que iba a desmayarme.

Pero no había tiempo para eso.

Salí disparado por la puerta, corriendo con todo lo que mi cuerpo me permitía. Ni siquiera pensé en nada más, no presté atención a las voces, a los otros que también corrían por la cubierta. No vi nada, solo el agua oscura extendiéndose frente a mí. Sin dudarlo un solo segundo, me lancé.

El frío me golpeó de inmediato, pero ni siquiera lo sentí. Mi corazón latía con tanta fuerza que lo único que podía escuchar era el retumbar de la sangre en mis oídos.

"¿Dónde está? ¿Dónde demonios está?"

El agua estaba en calma. El barco estaba quieto. No había corriente, no había olas... entonces, ¿por qué no la veía?

Buceé con fuerza, mis ojos ardían por la sal, pero no me importaba. Mi respiración se volvía cada vez más irregular, los nervios me estaban consumiendo desde dentro.

Escuchaba gritos en la superficie, el sonido de más cuerpos cayendo al agua. Los demás también estaban buscándola. Pero mi mente no podía enfocarse en nada más.

"Encuéntrala, Zoro. Encuéntrala."

Mis pulmones ardían, mis músculos gritaban, pero seguí nadando más y más profundo. Y cuando sentí que estaba a punto de perder el control, la vi. Una silueta pálida, flotando a la deriva y con el cabello ondeando como si fuera parte del agua misma. Su expresión era serena, pero sus ojos estaban cerrados y su piel, demasiado fría.

"No. No. NO."

Nadé con toda mi fuerza, ignorando el dolor en mis pulmones, ignorando todo excepto la idea de alcanzarla antes de que fuera demasiado tarde. La agarré de la cintura y la sujeté con fuerza, impulsándome de regreso a la superficie.

Cuando rompí el agua, jadeé con desesperación, atrayéndola contra mí. Alguien extendió las manos desde la cubierta. Luffy. Se la pasé sin pensarlo y luego subí yo, sintiendo mis piernas temblar bajo mi propio peso.

Mi pecho subía y bajaba con fuerza. Miyu estaba en el suelo, rodeada por Chopper y Law, quienes de inmediato se la llevaron a la enfermería. Yo solo podía caminar de un lado a otro por la cubierta, pasando mis manos por el cabello, cubriéndome el rostro, el brazo, el cuerpo, tratando de contener algo que no podía ser contenido.

El terror no desaparecía. Aún sentía el agua fría en mi piel, el vacío en mi pecho, la presión insoportable de pensar que... que podría haberla perdido otra vez.

—Zoro, cálmate —escuché la voz de Nami, temblorosa, pero firme. Se había envuelto en una toalla y aún parecía en shock—. Ya la has encontrado.

Esas palabras fueron como una detonación dentro de mí.

—¡¿Cómo demonios quieres que me calme?! —grité, con la voz rota.

Nami no supo qué responder. Me llevé una mano al pecho, el dolor palpitante era real, como si algo dentro de mí estuviera desgarrándose. Maldije en voz baja, las lágrimas ardían en mis ojos y las limpié con brusquedad, molesto conmigo mismo por permitirme siquiera sentirlas.

—Marimo, es mejor que te tranquilices —escuché esta vez a Sanji, quien acababa de subir al barco, empapado.

Mi cabeza se giró automáticamente.

—¡No me digas que me tranquilice!

Mi propia voz me sorprendió. Sonaba desesperada, quebrada.

Mis pies seguían moviéndose sin control, la adrenalina me impedía detenerme. Y entonces, sentí un peso contra mí.

Luffy.

Me abrazó con fuerza, sosteniéndome en su agarre sin decir nada durante unos segundos. Mi respiración se entrecortó, mi mirada se clavó en el suelo, incapaz de resistir más.

—Sé lo que sientes —su voz era baja, seria—. Pensaste que la habías perdido. Y es de las peores sensaciones del mundo. Puedo confirmarlo.

Mi cuerpo se tensó. El peso de esas palabras me golpeó más fuerte que cualquier herida en batalla. Mi respiración tembló, mis lágrimas se derramaron mojando la ropa de Luffy.

—Pero Miyu está a salvo. La encontraste. La salvaste. Solo necesita descansar. Tranquilo, estará bien.

Cerré los ojos con fuerza.

—Sé que el tiempo se te hizo eterno, pero solo han sido unos minutos.

Para mí, habían sido siglos.

Luffy se separó un poco, agarrándome por los hombros con esa mirada determinada que siempre llevaba cuando hablaba en serio.

—Así que lávate la cara, cámbiate la ropa y ve a decirle que es una tonta por haberse caído al mar.

Algo en su tono, en su seguridad inquebrantable, en su forma de manejar cada situación, me hizo sentir una mezcla de respeto y envidia.

No dije nada. Solo asentí.

Fui al dormitorio, me sequé y me cambié de ropa sin pensar demasiado en ello y me lavé la cara, intentando recomponerme. Mi reflejo en el espejo era el de alguien que había pasado por el infierno y regresado. Respiré hondo y salí.

Cuando llegué a la enfermería, Miyu ya estaba despierta.

Se había cambiado de ropa, aunque su cabello aún estaba húmedo. Su expresión era seria mientras hablaba con Robin y Nami, su voz apenas audible.

Me detuve en la puerta, observándola.

Estaba bien.

Respiraba.

Estaba viva.

Apreté los puños con fuerza, tratando de calmar la tormenta dentro de mí. Luego, con pasos firmes, caminé hacia ella.




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