Nuevo Miembro En La Tripulación - Terminada

Capítulo 58

A pesar de la fuerte sensación de que algo más nos esperaba en aquella forja, no teníamos más tiempo para investigar. Law y Robin insistieron en que debíamos marcharnos, que la batalla afuera aún continuaba y que el resto de la tripulación podría necesitar nuestra ayuda. Habíamos conseguido información valiosa, información que podía cambiar muchas cosas... pero yo aún sentía que algo más me llamaba dentro de ese lugar. Sin embargo, no era el momento de quedarme atrás. Con un último vistazo a la forja, dejé esa sensación para después y salimos rápidamente de ahí.

Al regresar a la zona de combate, el caos aún reinaba. El estruendo de las espadas chocando, los gritos de los soldados y el sonido de los golpes resonaban en el aire. Robin y Law entraron de lleno a la batalla sin dudarlo, su experiencia era innegable. Yo los observé por un momento, viendo la facilidad con la que luchaban. Comparada con ellos, con el resto de la tripulación, yo apenas tenía experiencia real en combate. Tal vez era mi tercera pelea seria y, hasta ahora, siempre había terminado siendo la que necesitaba ser rescatada. Pero no esta vez. No iba a quedarme atrás ni a ser un estorbo. Zoro me había entrenado todo este tiempo para que pudiera defenderme, y ahora era el momento de demostrar que podía luchar sin miedo, sin dudas.

Inspiré hondo y llevé mi mano a la funda de mi katana, lista para quitársela, desenvainarla y entrar en combate, cuando mi vista se fijó en Zoro. Se encontraba enfrentándose a un hombre imponente, el líder de los soldados, quien sostenía una espada idéntica a la que yo había recibido en la isla anterior. Algo en la escena me hizo contener la respiración. Zoro también lo había notado, pues su mirada se desvió rápidamente de la katana de su oponente hacia la mía, comparándolas. Eran exactamente iguales. Pero había algo más, algo que me puso la piel de gallina.

La mano del soldado que sostenía la katana estaba completamente negra, necrosada, como si la misma hoja estuviera drenando su vida. Una sensación desagradable recorrió mi cuerpo. ¿Podría esa espada hacerme lo mismo si la usaba?

—¡No cojas tu katana! —gritó Zoro desde la distancia con su voz tensa, pero justo en ese instante, su oponente aprovechó la distracción y se lanzó sobre él con una velocidad mortal, la hoja de su espada brillaba con una intención asesina.

Mi cuerpo se movió antes de que pudiera pensar.

Si Zoro se distraía, era por mi culpa. Si él terminaba herido, sería porque su atención se había desviado hacia mí. No podía permitirlo. No iba a quedarme de brazos cruzados viendo cómo lo atravesaban.

Desenvainé mi katana con todas mis fuerzas.

Un destello azul inundó la zona, tan brillante que por un momento pareció que el cielo mismo se partía en dos. El tiempo pareció detenerse mientras una corriente de energía eléctrica recorrió la hoja, formando chispas azules que danzaban en el aire. Y entonces, lo sentí.

Kuro.

Pero no el pequeño zorro que normalmente podía crear con mi don, no la criatura diminuta que era más pequeño que Chopper. No. Frente a mí, rugiendo con una presencia imponente, Kuro se alzaba un enorme zorro de nueve colas, su pelaje ardía en llamas azuladas. Sus ojos resplandecían con la misma intensidad que mi espada, y su furia era palpable en cada movimiento.

Todos detuvieron la pelea. Todos.

Los soldados, la tripulación, incluso el líder que se había lanzado sobre Zoro se frenó en seco, con los ojos abiertos de par en par. Nadie sabía qué estaba pasando, ni siquiera yo.

Mi cuerpo se movió solo.

Kuro, ahora gigante y de nueve colas, y yo nos lanzamos al ataque como uno solo, envueltos en un torbellino de llamas y electricidad. Todo pasó en un parpadeo. Moviéndome con una velocidad que nunca antes había experimentado, corté a través de los soldados sin darles oportunidad de reaccionar. Mi katana ardía, cada golpe iba acompañado de un chasquido eléctrico que derribaba a los enemigos sin siquiera tocarlos. Kuro saltaba a mi lado, sus garras destrozaban el suelo a su paso, su rugido estremecía el aire. No sabía cómo lo estaba haciendo. No entendía por qué mi poder había cambiado de esta manera. Solo sabía que estaba protegiendo a mis amigos, que estaba luchando a su lado en lugar de quedarme atrás esperando ser rescatada.

Y tan rápido como todo comenzó, terminó.

Los soldados cayeron al suelo, derrotados en un abrir y cerrar de ojos, sin haber podido poner resistencia. Ni uno solo quedó en pie. Y entonces, el poder desapareció.

Las llamas se extinguieron, las chispas se esfumaron, Kuro se desvaneció en el aire. Mi katana se resbaló de las manos y cayó al suelo con un sonido metálico. De repente, todo el peso de lo que acababa de hacer me golpeó de repente, drenando mi energía por completo. Caí de rodillas, sintiendo cómo mis fuerzas se escapaban de mi cuerpo.

No podía desmayarme. No ahora.

Mi visión se volvió borrosa, pero me obligué a mantener los ojos abiertos. Luffy fue el primero en reaccionar, gritando con emoción mientras saltaba de alegría.

—¡Eso fue increíble! ¡Miyu, eres increíble!

El resto de la tripulación estaba en estado de shock, sin poder creer lo que acababan de ver. Yo tampoco podía.

Zoro y Law corrieron hacia mí con sus expresiones serias.

—¿Estás bien? —preguntó Law, con su tono clínico habitual, pero con una leve preocupación en la voz.

Asentí débilmente, aunque la verdad era que no tenía idea de qué acababa de pasar.

Zoro se arrodilló a mi lado, observándome con atención. No dijo nada al principio, solo me miró fijamente y luego dirigió su vista hacia la katana en el suelo, aún con restos de energía chispeando en su hoja.

—Tu poder... —murmuró, frunciendo el ceño.

No supe qué responder.

No entendía cómo mi Fruta del Diablo se había fusionado con la katana. La última vez que la desenvaine, no pasó nada. Tal vez la desesperación por protegerlos activó algo dentro de mí. Tal vez la espada tenía algo más, algo que desconocíamos.




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