Nuevo Miembro En La Tripulación - Terminada

Capítulo 66

Los brazos de Zoro pesaban como el mismísimo infierno, su cuerpo estaba ensangrentado y su respiración apenas perceptible. Pero no había tiempo para pensar en lo mal que estaba. No ahora.

—¡Salgamos de aquí, el templo está colapsando! —grité con toda la fuerza de mis pulmones mientras me echaba el peso muerto de Zoro en la espalda.

Law ya tenía a Brook y Nami entre sus brazos, mientras que Luffy llevaba a Franky y a Robin como podía. Chopper, con el ceño fruncido y una mezcla de pánico y determinación en su rostro, corría tras nosotros.

—Pero Sanji ¿Y Miyu? —escuché que alguien me preguntaba entre jadeos desesperados.

—¡Ella estará bien, saldrá antes de que esto caiga! —fue lo único que respondí antes de que la estructura del templo cediera.

El estruendo fue ensordecedor. Las paredes se vinieron abajo en una explosión de polvo y escombros. Apenas logramos salir a tiempo con el calor del colapso abrasándonos la espalda cuando nos alejamos lo suficiente. Nos detuvimos, tosiendo y tratando de recuperar el aliento, pero la imagen del templo hecho pedazos nos dejó paralizados.

—No... —susurró Nami quien estaba despertando con la voz quebrada.

El silencio que siguió fue peor que el estruendo. Solo el sonido de nuestra propia respiración temblorosa rompía la quietud. Y entonces, el pánico se instaló en nuestros huesos.

—¡Miyu sigue ahí dentro! —gritó Luffy, corriendo de regreso hacia la montaña de escombros.

No lo dudamos. Nos lanzamos a levantar bloques de piedra, pedazo tras pedazo, sin importar el dolor en nuestros músculos ni el polvo que nos cegaba. Mierda, mierda, mierda, no sabía que esto colapsaría tan pronto, con Miyu dentro. Todo estaba lleno de sangre, tanto que daba miedo.

—Vamos... vamos... —murmuré mientras apartaba una viga destrozada.

Los minutos pasaban como si fueran horas. El miedo nos mordía la nuca, haciéndonos trabajar más rápido, más desesperadamente. Y entonces, debajo de un montón de escombros, la encontramos.

Miyu estaba allí, su cuerpo cubierto de heridas, su piel manchada de sangre y polvo. Su respiración era débil, pero estaba viva.

—¡La tenemos! —exclamó Chopper, ya revisándola.

No hubo necesidad de hablar. Tomé a Zoro con más fuerza y corrí con él en brazos mientras Law cargaba a Miyu. Luffy a Franky y Brook y Nami a Robin y el resto nos siguieron, asegurándose de que nadie quedara atrás. No paramos hasta llegar al barco, el Sunny recibiéndonos como el único refugio seguro en medio de la tormenta.

Una vez en la enfermería, todo se volvió un torbellino de actividad.

—¡Sanji, pon a Zoro sobre la camilla! —ordenó Law.

Lo hice sin titubear. Su cuerpo estaba inerte, el cristal aún incrustado en su pecho. Cada segundo contaba. Chopper y Law se lanzaron sobre él con precisión quirúrgica, sacando el cristal con sumo cuidado, limpiando la herida y deteniendo el sangrado como mejor podían. Pero la gravedad del daño era peor de lo que pensábamos.

—La herida está demasiado cerca del corazón... ha perforado una arteria —murmuró Law con el ceño fruncido.

Las palabras colgaron pesadas en el aire. Era una carrera contra el tiempo.

—Necesita una transfusión de sangre —dijo Chopper con urgencia.

Mi estómago se revolvió. La sangre de Zoro... ese maldito marimo necesitaba sangre y no sabíamos si alguien tenía su tipo compatible. Pero entonces, la respuesta llegó como un golpe de alivio y preocupación a la vez.

—Usaremos la de Miyu —anunció Chopper.

Mi mente se paralizó por un momento.

—¿Qué? ¿Pero...? —No pude terminar la frase.

—Cuando Miyu se unió a la tripulación, le hice un análisis completo —explicó Chopper rápidamente mientras preparaba la vía—. Ella y Zoro tienen el mismo tipo de sangre.

Por supuesto, son hermanos. Como si el destino se burlara de ellos.

No había otra opción. Con sumo cuidado, tumbaron a Miyu en otra camilla, justo al lado de su hermano, y conectaron la vía de sangre de su brazo al de Zoro. La sangre empezó a fluir de ella hacia él, un vínculo irónico, casi poético, en su crueldad.

Pero no había tiempo para pensamientos melancólicos. Ahora solo importaba salvarlos.

—Sanji, necesito que sostengas a Zoro mientras vendamos la herida —ordenó Law.

Lo hice sin rechistar. Sus músculos aún estaban tensos, como si su cuerpo se negara a rendirse incluso en su estado inconsciente.

—Ahora aguanta el brazo de Miyu, necesito limpiar esta herida del codo —añadió Chopper.

Mis manos, firmes y controladas, siguieron sus indicaciones. Cada minuto que pasaba sentía el peso de la responsabilidad sobre mis hombros. No podía hacer mucho, pero lo poco que hiciera debía ser perfecto.

Cuando todo estuvo listo, cuando cada herida fue cerrada y cada vendaje asegurado, nos permitimos un respiro.

—Ahora solo queda esperar... —dijo Chopper, limpiándose el sudor de la frente.

El ambiente seguía cargado de tensión. Nami y Robin, ya despiertas, tomaron paños húmedos y comenzaron a limpiar los rostros sucios de Miyu y Zoro, eliminando el polvo y la sangre seca con suavidad.

Fue en ese instante que el sonido del monitor cesó.

El pitido inconfundible de los signos vitales desapareció de golpe.

El aire se congeló.

El tiempo se detuvo.

Mis ojos se clavaron en la pantalla, en el silencio mortal que emanaba de ella.

—No... —murmuró Nami, su rostro perdiendo color.

—¡No, no, no! —gritó Chopper, moviéndose a toda prisa.

La habitación se convirtió en un caos. Law se apresuró a revisar a ambos, Chopper movía cables y ajustaba máquinas mientras yo, paralizado por un segundo, intentaba procesar lo que estaba ocurriendo.

—¡Vamos, despierten, maldita sea! —grité, golpeando la camilla de Zoro.

Los segundos parecían eternos. La angustia nos envolvía como un nudo sofocante.

—¡Mierda! —Law presionó con fuerza el pecho de Zoro, iniciando maniobras para reanimarlo.




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