Nuevos Inicios

Avanzando

Los primeros días de trabajo de Bellá con Christofer habían sido una montaña rusa de emociones. Sin embargo, en las semanas siguientes, ella comenzó a establecerse en su nuevo rol, encontrando un extraño placer en la rutina de la oficina. Pero lo que no esperaba era que Christofer hiciera de su vida un constante juego de desafío y seducción.

Desde el primer momento, él no dejó de provocarla. A veces con comentarios aparentemente inofensivos, otras con miradas que la hacían sentir expuesta. Bellá intentaba mantenerse firme, mostrándose profesional y manteniendo una barrera entre ellos, pero había algo en su jefe que la desarmaba con facilidad.

—¿Lista para otra reunión agotadora? —preguntó Christofer una mañana, inclinándose sobre su escritorio con una sonrisa ladeada.

—Siempre —respondió Bellá con una seguridad fingida, sin apartar la mirada.

Él la observó por unos segundos, como si analizara sus palabras, y luego esbozó una sonrisa aún más amplia.

—Eso me gusta de ti —murmuró antes de girarse para salir de la oficina.

Las interacciones entre ellos se volvieron más intensas con cada día que pasaba. En las reuniones, Christofer encontraba maneras sutiles de rozar su mano o de susurrarle comentarios que solo ella podía oír. Bellá se esforzaba en ignorarlo, en no dejarse llevar por las emociones que despertaba en ella, pero era casi imposible.

Una tarde, mientras trabajaban en una presentación importante, Christofer se acercó demasiado, apoyándose en la mesa junto a ella para señalar un documento.

—Creo que este punto necesita más detalle —dijo, su voz grave resonando en su oído.

Bellá sintió un escalofrío recorrer su espalda y se obligó a concentrarse en el papel frente a ella en lugar de en la proximidad de su jefe.

—Voy a revisarlo —respondió, apartándose sutilmente.

Pero él no se movió. En cambio, inclinó la cabeza y la observó con una expresión divertida.

—¿Me estás evitando, Bellá? —preguntó con un tono que mezclaba diversión y algo más profundo.

Ella tomó aire y lo miró fijamente.

—Estoy trabajando —respondió con firmeza.

Christofer soltó una leve risa y finalmente se alejó, pero la chispa en su mirada le dejó claro que no pensaba rendirse.

Y así, el juego continuó. Cada día traía una nueva provocación, un nuevo desafío que Bellá debía enfrentar. Pero lo que ella no sabía era que, en el fondo, una parte de ella estaba empezando a disfrutarlo demasiado.

Conforme pasaban las semanas, los desafíos de Christofer se volvieron más descarados. En una ocasión, durante un almuerzo con algunos directivos, él aprovechó la oportunidad para sentarse a su lado y susurrarle al oído en medio de la conversación.

—¿Siempre te pones tan tensa cuando estoy cerca? —murmuró con tono burlón.

Bellá apretó la mandíbula, manteniendo una expresión neutral mientras sostenía su copa de vino.

—Solo cuando alguien invade mi espacio personal —replicó con calma.

Christofer soltó una suave carcajada y se inclinó un poco más.

—¿Y si me gusta invadirlo?

Bellá se giró lentamente y le sostuvo la mirada, desafiándolo con los ojos. Su jefe no apartó la vista, más bien parecía entretenido con su reacción.

—Entonces es un problema tuyo —dijo ella con firmeza.

Pero ambos sabían que ese juego estaba lejos de terminar.

Los días pasaron y la tensión entre ellos se volvía más palpable. En la oficina, en las reuniones, en cada interacción, parecía que estaban al borde de algo que ninguno quería admitir del todo.

Hasta que un día, tras una larga jornada de trabajo, Bellá se encontró a solas con él en la oficina.

—Has hecho un excelente trabajo con el informe —comentó Christofer mientras se acercaba a su escritorio.

—Gracias —respondió ella, intentando ignorar el tono pausado de su voz.

—Aunque aún hay algo que necesito aclarar contigo.

Bellá levantó la vista y lo encontró mirándola con intensidad.

—¿Qué cosa? —preguntó, sintiendo su corazón acelerarse.

Christofer no respondió de inmediato. En cambio, rodeó el escritorio y se apoyó en el borde, demasiado cerca de ella.

—¿Hasta cuándo piensas seguir fingiendo que esto no te afecta? —preguntó en voz baja.

Bellá sintió un nudo en la garganta. Sabía exactamente a qué se refería. A esa atracción que flotaba en el aire cada vez que estaban juntos. A ese juego silencioso que llevaban semanas jugando.

Tomó una bocanada de aire y se obligó a mirarlo con determinación.

—No estoy fingiendo nada —susurró.

Christofer entrecerró los ojos y esbozó una sonrisa ladeada.

—Eso es lo que más me gusta de ti, Bellá. Siempre tan desafiante.

Ella estaba a punto de responder cuando él inclinó la cabeza y bajó la voz aún más.

—Pero tarde o temprano, vas a ceder.

Bellá sintió un escalofrío recorrer su espalda. No estaba segura si era por sus palabras o por el hecho de que una parte de ella, por más que intentara negarlo, sabía que él tenía razón.

El juego entre ellos estaba lejos de terminar. Y ella no estaba segura de quién ganaría.




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