El juego de poder y seducción entre Bellá y Christofer continuaba intensificándose con cada día que pasaba. Pero lo que Christofer no esperaba era que Bellá comenzara a cambiar las reglas a su favor.
Desde la mañana, ella había decidido que era momento de dejar de reaccionar a sus provocaciones y, en su lugar, tomar la iniciativa. Si él quería jugar, entonces ella demostraría que también podía hacerlo.
—Hoy tienes una reunión con el consejo directivo —informó Bellá con voz firme mientras le entregaba su agenda.
Christofer la observó desde su asiento, su mirada llena de interés.
—Espero que estés presente. No me gusta asistir solo a reuniones aburridas.
Bellá arqueó una ceja, sin inmutarse.
—Yo también tengo una agenda ocupada, señor Christofer. Pero veré qué puedo hacer.
La respuesta lo tomó por sorpresa. Hasta ahora, ella siempre había mostrado un aire de profesionalismo contenido, pero en esta ocasión había un destello de desafío en sus ojos que lo intrigó aún más.
A lo largo del día, Bellá fue más que eficiente, pero cada acción estaba calculada para mantenerlo en vilo. Cuando le entregaba documentos, se aseguraba de hacerlo con una ligera sonrisa, inclinándose lo suficiente para que su perfume quedara en el aire. Cuando hablaban, su tono era firme y seguro, desafiando cualquier intento de él por tomar el control.
—¿Algo más en lo que pueda ayudarlo, señor Christofer? —preguntó en una ocasión, con una expresión de absoluta serenidad.
Él entrecerró los ojos, con una sonrisa apenas perceptible.
—Por ahora, creo que estoy bien… Pero lo notaré si intentas provocarme, Bellá.
Ella inclinó la cabeza ligeramente, sin apartar la mirada.
—¿Provocarlo? No sé de qué está hablando.
La reunión con el consejo directivo fue el escenario perfecto para su nueva estrategia. En lugar de mantenerse en segundo plano, Bellá tomó la palabra en varias ocasiones, exponiendo datos precisos y corrigiendo un par de detalles que otros parecían haber pasado por alto. Christofer la miraba con atención, admirando su seguridad.
Cuando la reunión terminó, él se acercó a ella mientras los demás se retiraban.
—Has cambiado el juego, Bellá —murmuró con voz grave.
Ella sonrió de lado, sosteniéndole la mirada con la misma intensidad.
—¿Acaso pensó que yo solo iba a seguir sus reglas?
Él soltó una risa baja, con una mezcla de admiración y diversión en su expresión.
—Me encanta que me sorprendas.
Bellá se inclinó levemente, acercándose lo suficiente como para que él pudiera sentir su presencia.
—Entonces prepárese, porque apenas estoy comenzando.
Los días siguientes fueron una serie de intercambios calculados. Bellá no se detenía en su juego, cada día encontraba una nueva forma de tomar el control de la situación. Un ligero toque en el brazo al entregarle un documento, una mirada prolongada al responder sus preguntas, una sonrisa que prometía más de lo que decía en palabras. Christofer la miraba con un brillo de interés cada vez más evidente.
—Parece que estás disfrutando demasiado este trabajo —comentó él una tarde, después de que ella le corrigiera un dato en una presentación sin perder su aire desafiante.
—Solo me gusta hacer bien mi trabajo —respondió ella con fingida inocencia.
Él se inclinó sobre su escritorio, entrelazando las manos.
—O tal vez te gusta verme reaccionar.
Bellá no apartó la mirada.
—Si reacciona, señor Christofer, es asunto suyo.
La oficina se llenó de una tensión palpable. Él sonrió lentamente, como si acabara de descubrir un nuevo nivel del juego.
En una ocasión, después de una larga reunión, Christofer le pidió que lo acompañara a una cena con clientes importantes. Bellá aceptó sin vacilar. Sabía que esto sería otra oportunidad para demostrar que podía igualar su juego.
Durante la cena, Bellá se mostró segura, encantadora y absolutamente profesional. Mantuvo conversaciones inteligentes con los socios y logró desviar la atención de Christofer en más de una ocasión. Cuando la velada terminó y quedaron solos, él la observó con una mezcla de diversión y algo más profundo.
—No dejas de sorprenderme.
—Le dije que apenas estaba comenzando —murmuró ella antes de despedirse con una sonrisa triunfal.
El juego estaba lejos de terminar, y Bellá estaba dispuesta a ganar.