El sol de la mañana se colaba a través de las persianas de la oficina, iluminando el espacio elegante y moderno donde Bellá se encontraba organizando papeles. Sabía que aquel día sería crucial. El acuerdo con Christofer no solo había marcado un antes y un después en su vida personal, sino también en su vida profesional. La tensión estaba a punto de estallar, y se sentía a punto de afrontar una tormenta.
Cuando Christofer entró a la oficina, su mirada fija en ella, los dos compartieron un silencio cargado. La nueva dinámica entre ellos no era algo que pudieran manejar sin reglas claras.
—Bellá —dijo él, rompiendo el silencio con su voz suave pero firme—, necesitamos hablar de cómo vamos a manejarnos en el trabajo. Lo último que quiero es que nuestra relación afecte lo que estamos construyendo aquí.
Bellá lo miró de reojo, aún sin poder adaptarse del todo a la idea de fingir un matrimonio, pero lo entendía. Si ambos querían que fuera creíble, necesitaban reglas claras. Y, aunque le costaba aceptarlo, también sabía que este "trato" era su oportunidad para escalar aún más en el mundo corporativo.
—No lo se, pero lo que si se, es que esto tiene que parecer muy real como para que tu faamilia no sospeche —respondió ella con una seriedad que no dejaba lugar a dudas.
Christofer la observó con atención, sus ojos recorriendo su rostro con una mezcla de admiración y desafío. Sabía que Bellá era más inteligente de lo que cualquiera podría haber supuesto, y no iba a ser fácil para ella seguirle el juego.
—Entonces, ¿cómo nos vamos a tratar? —preguntó, cruzando los brazos.
Bellá dejó escapar un suspiro, levantándose de su silla mientras su mirada se endurecía.
—Creo que lo más sencillo es que nos tratemos como pareja en público, incluso en el trabajo. Necesitamos que todos crean que estamos juntos, pero a solas, fuera de la vista de los demás, tratarnos de manera normal. Sin miradas complicadas ni actitudes forzadas.
Christofer asintió, satisfecho con su respuesta.
—Perfecto. Debemos ser una pareja en todo momento cuando estemos frente a los demás. Pero fuera de eso, volvemos a ser lo que éramos antes. Profesionales.
Bellá lo miró fijamente, sin dejar que ninguna emoción cruzara su rostro.
—Sí. Pero no olvides que yo también tengo mis propios intereses en esto. No esperes que me doblegue fácilmente.
La conversación terminó con una mirada mutua de entendimiento, sabiendo que ambos eran jugadores astutos en este juego.
Poco después, los rumores comenzaron a circular. Los pasillos de la oficina, siempre llenos de murmullos, no podían evitar especular sobre el repentino cambio en su comportamiento. Todos los ojos estaban puestos en ellos, y, como era de esperar, las bocas también empezaron a moverse. De "compañeros de trabajo cercanos", ahora pasaban a ser "pareja". Y esa verdad, si se podía llamar así, no pasó desapercibida para nadie.
Un día, mientras Bellá revisaba unos documentos en su escritorio, su hermano, Paolo, entró en la oficina. Su rostro mostraba una preocupación evidente.
—Bellá —dijo, con voz baja, pero firme—, ¿es cierto lo que se dice? ¿Tú y Christofer…?
Bellá levantó la vista, sorprendida por la pregunta directa, pero pronto se dio cuenta de que no podía esconder la realidad. Los rumores ya habían llegado a los oídos de Paolo, y él no iba a dejar que pasara desapercibido.
—Sí, Paolo. Es cierto —respondió, manteniendo la calma, aunque un nudo en el estómago comenzaba a formarse. La presión estaba aumentando, y no sabía cómo manejarlo.
Su hermano la miró fijamente, su expresión preocupada mezclada con una dosis de escepticismo.
—No entiendo… ¿Por qué? Estás jugando con fuego, Bellá. Christofer es un hombre peligroso. Y ya sé que eres inteligente, pero… ¿cómo vas a manejar esto? ¿No te está arrastrando a algo que podría terminar mal?
Bellá tragó saliva, sabiendo que no podía dar una respuesta fácil. En parte, las dudas de su hermano le parecían razonables. Pero la realidad era que no podía echar atrás, no ahora.
—Es complicado, Paolo. No todo es lo que parece. —dijo, tratando de mantener la calma, mientras comenzaba a jugar su papel de manera más convincente—. La verdad es que… estoy enamorada de él. He comenzado a sentir cosas por Christofer. Es un hombre complicado, pero con el tiempo me he dado cuenta de que no puedo evitarlo.
Paolo se quedó en silencio, su expresión claramente escéptica.
—¿En serio? ¿Lo dices en serio, Bellá? —preguntó, cruzando los brazos, tratando de esconder su preocupación.
Bellá fingió un suspiro, mirando al vacío, como si estuviera recordando algún momento especial entre ellos.
—Lo digo en serio, Paolo. No es algo que haya planeado, pero me ha cautivado. Él no es como los demás. Y… tal vez esto me ayude a avanzar en mi carrera.
Su hermano frunció el ceño, pero no insistió más, viéndola con algo de incredulidad, aunque entendía que si ella estaba tan convencida de sus palabras, no podría hacer mucho para detenerla.
Claro, aquí tienes la versión editada:
Su hermano la miró fijamente, un poco preocupado y, al mismo tiempo, confuso.
—Bellá, no entiendo por qué haces esto. Christofer no es cualquier hombre. ¿Estás segura de que no te estás metiendo en algo peligroso?
Bellá suspiró, sin poder evitar que la presión comenzara a acumularse en su pecho. Sabía que las dudas de Paolo venían desde el amor fraternal, pero también comprendía que el momento de ser directa había llegado.
—Es más complicado de lo que parece, Paolo. —dijo ella, con voz calmada pero algo vacilante—. Christofer es… diferente. Y sí, tal vez está siendo un poco arriesgado, pero estoy convencida de que esta es la mejor oportunidad para mí.
Paolo la observó durante unos segundos, sin decir palabra. Luego, su tono cambió, ya con una ligera preocupación.
—¿Y cómo piensas manejarlo? Si realmente lo estás tomando en serio, tal vez deberías hacer las cosas de manera más formal. Ya sabes, reunir a las dos familias, ver si puedes convencer a mamá y papá de que esto es serio.