La mañana siguiente, Bellá se encontraba en su oficina, sentada frente a su escritorio, cuando Christofer entró con su usual porte elegante. El aire entre ellos era pesado, aún influenciado por los eventos recientes, pero había algo más: una especie de tensión palpable que no sabían si era producto de la situación o de las interacciones que cada vez se volvían más complejas.
Christofer, con su carácter tan calculador, no tardó en soltar la noticia.
—Tengo noticias, Bellá —comenzó con una mirada casi imperceptible de diversión en sus ojos—. He hablado con mi familia, y decidimos que la reunión entre nuestras dos familias se llevará a cabo esta noche.
Bellá lo miró, un tanto sorprendida por la rapidez con la que todo se estaba organizando. Su mente comenzó a procesar la situación, y su nerviosismo comenzó a hacerle cosquillas en el estómago.
—¿De verdad? —preguntó, tratando de sonar tranquila. Sin embargo, algo en su voz denotaba una ligera incomodidad.
—Sí, pero después de discutirlo con mi hermano y mis padres, decidimos que solo asistirán los más importantes: mis padres, mi hermano, mi hermana, y mi prima. No quiero que esto se convierta en un espectáculo.
Bellá asintió con seriedad, aunque no pudo evitar que una pequeña sensación de alivio la invadiera. Solo los más cercanos… eso al menos daba algo de espacio. No sería tan difícil manejar la situación si no se extendía demasiado.
—Entendido —respondió Bellá, mirando a Christofer con una mezcla de nervios y determinación. Sabía que tenía que estar a la altura de las circunstancias.
El día transcurrió rápidamente, y cuando la noche llegó, Bellá se encontró en el vestuario, observándose en el espejo. Se había decidido por un vestido negro sencillo, que dejaba ver su figura sin ser ostentoso, pero que al mismo tiempo proyectaba una elegancia que sabía que sería apreciada en el ambiente en el que se iba a encontrar. Mientras se preparaba, no podía dejar de pensar en lo que estaba por suceder.
Cuando llegó al lugar de la reunión, se sintió ligeramente abrumada. El restaurante era de lujo, decorado con detalles exquisitos y una atmósfera que invitaba a la formalidad y a las conversaciones serias. Christofer, que ya estaba esperando a su lado, la miró con una sonrisa de aprobación, aunque sus ojos no podían ocultar una pizca de diversión.
—Tienes buena presencia —comentó, evaluándola con la mirada.
Bellá lo miró con una ceja levantada, sin poder evitar sentir una punzada de nervios.
—Solo hago mi trabajo —respondió con seguridad, aunque su voz temblaba ligeramente.
Cuando entraron al salón, la familia de Christofer ya estaba reunida. La madre de Christofer, una mujer de porte refinado, estaba conversando con su hermana, mientras que su hermano, Paolo, parecía estar en una conversación animada con su primo. La tía de Christofer, una mujer estricta de mirada crítica, no tardó en lanzarle una mirada inquisitiva a Bellá, como si evaluara cada uno de sus movimientos.
Bellá se sintió observada, pero trató de mantenerse tranquila. Sabía que esto era parte del trato. Tenía que mostrar seguridad, y lo haría.
Las presentaciones fueron formales, aunque un tanto frías por parte de algunos familiares. Sin embargo, la tensión alcanzó su punto máximo cuando, al sentarse a la mesa, la tía de Christofer no pudo evitar hacer un comentario que heló el ambiente.
—¿De verdad vas a casarte con una chica de clase media, Christofer? No es por ser cruel, pero podrías haber encontrado a alguien… más acorde con nuestra posición —comentó la tía, con tono despectivo.
Bellá, al escuchar esto, sintió cómo su estómago se tensaba. Sabía que las críticas podían surgir, pero no esperaba que fueran tan directas.
Christofer, manteniendo la calma, la miró con firmeza antes de responder:
—Tía, el amor no tiene que ver con la clase social ni el dinero. Bellá tiene más cualidades de las que ustedes pueden ver. No necesitamos que me aprueben, solo les pido que me respeten.
El hermano de Christofer, que hasta ese momento había estado observando en silencio, se levantó para defender a Bellá.
—Deberían ser más cuidadosos con lo que dicen. Si vamos a hablar de valores, quizás deberíamos comenzar por mirarnos a nosotros mismos. Bellá es una persona que se merece el respeto de todos nosotros, sin importar de dónde venga.
Bellá, sorprendida por la actitud protectora de ambos, no podía dejar de sentirse agradecida, pero no dejó que su rostro mostrara debilidad. En lugar de quedarse callada, decidió que debía defenderse por sí misma.
—Agradezco las palabras de ambos, pero no me voy a quedar callada. No me casé con Christofer por su dinero, ni por su estatus. Me casé con él porque lo respeto y lo valoro como persona. Y eso es lo que importa.
La sala se quedó en silencio por unos momentos. Los murmullos cesaron, y muchos de los familiares de Christofer parecían sorprendidos por la valentía de Bellá. Nadie esperaba que ella hablara con tal firmeza, pero al mismo tiempo, sus palabras parecían calar más de lo que todos pensaban.
Después de esa intervención, Paolo, el hermano de Bellá, que hasta entonces había estado bastante callado, se acercó a ella mientras los demás comenzaban a retomar sus conversaciones. Miró a su hermana con una sonrisa algo burlona, pero también llena de sinceridad.
—No esperaba que todos los familiares principales de Christofer fueran modelos, CEOs y hasta cantantes. En cambio, en nuestra familia, algunos de nosotros solo somos meseros. —dijo en voz baja, lo suficientemente como para que solo ella lo oyera.
Bellá, sintiendo la incomodidad del momento, le devolvió una mirada divertida pero también seria.
—No me enamoré de él por su dinero ni por su personalidad, Paolo. Me enamoré de él por lo que es como persona, y eso es lo único que realmente importa. —respondió, a pesar de que la situación seguía siendo algo incómoda para ella.