Nuevos Inicios

Boda Soñada Pero Falsa?

El acuerdo estaba sellado. Bellá y Christofer habían firmado el contrato que los ataba en un matrimonio de seis meses. Ambos sabían que no sería un camino sencillo, pero cada uno tenía sus razones para aceptar. Ahora, el siguiente paso era anunciarlo al mundo.

A la mañana siguiente, Bellá llegó a la oficina con una actitud serena, pero internamente, su mente era un torbellino de pensamientos. No podía negar que la idea de estar casada con Christofer, aunque fuera temporalmente, le generaba cierto nerviosismo. Sin embargo, no iba a demostrarlo.

—Buenos días, señor Christofer —saludó con su habitual confianza al entrar en su oficina.

Él alzó la vista de unos documentos y le dedicó una sonrisa calculadora.

—Buenos días, mi prometida —respondió con un tono burlón.

Bellá rodó los ojos y cruzó los brazos.

—Si vas a llamarme así, al menos que suene creíble. No queremos que la gente sospeche, ¿verdad?

Christofer se levantó de su asiento y rodeó el escritorio con paso tranquilo hasta quedar frente a ella.

—¿Quieres que suene creíble? Muy bien. Tendremos que actuar como una pareja real. Eso incluye gestos de afecto en público, apariciones juntos y, por supuesto, una boda creíble.

Ella entrecerró los ojos.

—¿Estás diciendo que tendremos una boda formal?

—Exactamente. Con invitados, fotografías y toda la atención mediática necesaria para reforzar nuestra historia. Mi familia lo espera y los inversionistas también. No podemos hacer esto a medias.

Bellá suspiró, sabiendo que él tenía razón.

—Bien. Pero quiero tener control sobre algunos detalles. No quiero ser una simple espectadora en esto.

Christofer sonrió, satisfecho con su respuesta.

—Eso me gusta de ti, Bellá. Sabes negociar.

Los siguientes días fueron un torbellino de preparativos. Pruebas de vestuario, selección del lugar, lista de invitados. Bellá se vio envuelta en una vorágine de actividades que apenas le daban tiempo para respirar. Sin embargo, se mantenía firme. No iba a permitir que Christofer controlara cada aspecto de la situación.

Una tarde, mientras revisaban las opciones de flores para la boda, Bellá no pudo evitar soltar un suspiro de frustración.

—No puedo creer que tenga que elegir entre rosas o lirios cuando lo único que quiero es que esto pase rápido.

Christofer, divertido, tomó una de las flores y la giró entre sus dedos.

—Tal vez deberías relajarte y disfrutar del proceso. No todos los días tienes la oportunidad de planear una boda de ensueño, aunque sea falsa.

—Para ti es fácil decirlo. No eres tú quien tiene que soportar los interminables comentarios sobre qué vestido debo usar o qué tan largo debe ser el velo.

Él sonrió de lado.

—Si te hace sentir mejor, podemos hacer que la boda sea lo más sencilla posible. Pero recuerda, tenemos que vender bien la historia.

Durante una de las reuniones con la organizadora de bodas, Christofer la sorprendió con una declaración.

—Tendremos nuestra luna de miel en la Riviera Francesa —dijo con naturalidad.

Bellá casi escupió el café que estaba bebiendo.

—¿Perdón? ¿Luna de miel?

Él asintió con una expresión divertida.

—Por supuesto. ¿No querrás que la gente empiece a dudar? Seremos una pareja recién casada. La luna de miel es un detalle esencial.

Bellá tomó aire, conteniendo la irritación que amenazaba con apoderarse de ella.

—Bien, pero con una condición. Quiero una habitación separada.

Christofer soltó una carcajada baja.

—Lo que tú digas, querida esposa.

Ella frunció el ceño y volvió su atención a los preparativos. Estaba claro que estos seis meses iban a ser mucho más intensos de lo que había imaginado.

Los días pasaban y los detalles de la boda se iban concretando. Una tarde, mientras Bellá y Christofer asistían a una prueba de menú en un restaurante de lujo, un fotógrafo apareció de la nada y comenzó a tomarles fotos. Christofer, sin perder la compostura, rodeó la cintura de Bellá y la atrajo hacia él.

—Sonríe, cariño. Nos están observando —susurró en su oído.

Bellá sonrió con naturalidad, pero no pudo evitar notar lo natural que se sentía la cercanía de Christofer. La situación la hizo cuestionarse si realmente todo era un simple contrato o si, en el fondo, había algo más creciendo entre ellos.

—¿Te divierte esto, verdad? —murmuró ella.

—No voy a negarlo. Pero admito que lo estás haciendo mejor de lo que esperaba.

—No subestimes mis habilidades, Christofer. Soy una mujer de retos.

Él le sostuvo la mirada por unos segundos antes de soltar una leve risa.

—Lo sé. Y eso es precisamente lo que más me gusta de ti.




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