Nuevos Inicios

Que Vivan Los Novios!!

El día había llegado. Después de dos semanas de miradas furtivas, de silencios cargados de emociones no dichas y de una extraña sensación que ambos se negaban a aceptar, Bellá estaba a punto de casarse con Christofer.

Durante esas dos semanas, el trato entre ellos había cambiado. Seguían discutiendo, seguían desafiándose con palabras filosas y miradas intensas, pero algo más estaba creciendo entre ellos. Algo que ninguno se atrevía a admitir. Tal vez, solo tal vez, esta boda no era tan falsa como habían acordado. Habían vivido un torrente de emociones, con altibajos, con confusión, pero también con una conexión cada vez más palpable. No eran solo dos personas unidas por un contrato. Había algo más, algo que se estaba forjando lentamente, sin que pudieran controlarlo.

Cuando llegó el momento, Bellá se encontraba en la habitación asignada para la novia, observándose en el espejo. El vestido que había elegido era todo lo que había soñado: un diseño de corte princesa, con un corsé ajustado que acentuaba su figura y estaba bordado con delicados detalles de encaje y perlas. La falda fluía como una cascada de seda y tul, creando un volumen que parecía sacado de un cuento de hadas. Las mangas de encaje transparentes se extendían hasta sus muñecas, y un delicado velo caía desde su peinado recogido, con suaves mechones enmarcando su rostro. Se veía hermosa, casi irreal, como si fuera una aparición celestial, como una imagen que podía desaparecer en cualquier momento.

Pero en su interior, un torbellino de emociones la azotaba. Estaba nerviosa. ¿Por qué sentía que esto podía ser real? ¿Por qué su corazón latía con tanta fuerza cuando pensaba en Christofer esperándola en el altar? No podía ignorar esa sensación. Todo en ella le decía que había algo más profundo, algo que no podía ser controlado, algo que escapaba de su comprensión.

Sacudió la cabeza, tratando de aclarar sus pensamientos. No podía dejar que sus emociones nublaran su juicio. Esta boda, aunque comenzara como un trato, debía ser solo eso. Un trato.

La música comenzó a sonar, suave al principio, y el murmullo de los invitados se apagó a medida que las puertas del pasillo se abrieron. La gente en la sala se levantó lentamente, y Bellá dio el primer paso hacia el altar. Cada paso que daba parecía pesado, como si el suelo estuviera desmoronándose bajo sus pies, pero, al mismo tiempo, sentía una extraña ligereza en su corazón. Como si todo estuviera encajando en su lugar.

Los ojos de Christofer estaban fijos en ella. Él la observaba con una intensidad que le erizó la piel. Vestía un elegante traje negro, con una camisa blanca impecable y una corbata a juego con los detalles de su vestido. Su mirada recorría su figura de arriba a abajo, pero lo que más le llamó la atención fue la forma en que sus labios se curvaron en una sonrisa apenas perceptible, una sonrisa que decía más de lo que las palabras podían expresar. Algo en su expresión le dijo que él también sentía que esto iba más allá de un simple contrato, que su unión estaba cobrando un significado que ninguno de los dos había anticipado.

Bellá llegó al altar, y Christofer extendió su mano con una suavidad que la hizo sentir una calidez que nunca imaginó encontrar en ese hombre. Al tomar su mano, Bellá sintió un escalofrío recorrer su piel. Un toque que parecía decirle que todo lo que había vivido hasta ese momento estaba a punto de cambiar. Se miraron a los ojos, y por unos segundos, el mundo a su alrededor desapareció. No había más ruido, no había más gente, solo ellos dos, atrapados en su propio universo.

El oficiante sonrió y comenzó la ceremonia.

—Estamos aquí reunidos para celebrar la unión de Bellá y Christofer en sagrado matrimonio. Si alguien tiene alguna objeción para que esta unión no se lleve a cabo, que hable ahora o calle para siempre.

El silencio reinó en la sala, pero el ambiente de tensión se rompió de inmediato. De repente, Paolo, el hermano de Bellá, se puso de pie, como si fuera un actor de teatro, haciendo un gran gesto hacia el frente.

—¡Yo me opongo! —exclamó con dramatismo, llevándose la mano al pecho.

Los ojos de Bellá se entrecerraron en una mezcla de incredulidad y diversión, mientras Christofer arqueaba una ceja, mirando a Paolo con una sonrisa traviesa.

—Paolo, siéntate —dijo Bellá, suspirando con resignación.

—Es que perder a mi hermanita así, de repente… —sollozó teatralmente, llevando un pañuelo a sus ojos, exagerando cada gesto.

Su padre, que estaba a su lado, se aclaró la garganta y se levantó con una actitud igualmente dramática.

—Yo también me opongo —añadió, cruzándose de brazos con una expresión que no podía tomarse en serio—. ¿Quién me va a hacer el café en la mañana ahora?

El resto de los invitados estallaron en risas, rompiendo la tensión del momento. Bellá se llevó una mano a la frente, incapaz de evitar una risa nerviosa, mientras Christofer miraba a su suegro con una sonrisa divertida.

—No se preocupe, señor, puedo enviarle café cada mañana si es necesario —bromeó Christofer, dándole una respuesta tan cordial como cómica.

—Hmmm, bueno, en ese caso… pueden casarse —dijo su padre, volviendo a sentarse con una expresión satisfecha.

Paolo suspiró exageradamente y se dejó caer en su asiento como si su corazón estuviera roto, exagerando la tristeza con el mismo humor con el que había comenzado.

—Dale, Christofer, cuídala bien o te perseguiré por siempre —advirtió entre risas, haciendo que todos se sintieran aún más aliviados.

Cuando las risas se calmaron, el oficiante, visiblemente divertido, continuó con la ceremonia.

—Christofer, es hora de tus votos —indicó el oficiante, volviendo a retomar el tono solemne que había caracterizado la ceremonia.

Él respiró hondo, su mirada fija en Bellá. Con cada palabra que iba a pronunciar, sentía una carga emocional que no había anticipado. La simple acción de dar estos votos parecía mucho más significativa de lo que había imaginado. Giró ligeramente su cuerpo hacia ella, sus ojos encontraron los de Bellá, y por primera vez en mucho tiempo, no hubo barreras entre ellos. No hubo miedo, no hubo dudas.




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