El día transcurrió con una calma engañosa. Después del inesperado encuentro con Christofer en el hospital, Bella había hecho todo lo posible por ignorar el torbellino de emociones que la invadía.
No podía permitirse pensar en él.
No podía permitirse recordar lo que sintió al ver cómo sus ojos se posaban en Evangelin.
No podía permitirse preguntarse qué iba a hacer ahora que él sabía la verdad.
Pero Paolo, su hermano mayor, parecía tener otros planes.
—Vamos a cenar afuera —dijo Paolo con su usual tono despreocupado cuando llamó por teléfono esa tarde—. Mamá está estable por ahora, y quiero verlas a ti y a Evangelin en un ambiente más relajado.
Bella suspiró. Paolo siempre había sido así. Práctico. Directo. Pero también sobreprotector, especialmente con ella.
—No sé si sea buena idea —respondió Bella, sintiéndose aún demasiado revuelta emocionalmente.
—No es una sugerencia, Bella. Es una orden de hermano mayor. Nos vemos a las ocho.
Y con eso, colgó.
Bella miró su teléfono con frustración, pero no tenía la energía para discutir. Así que, a las ocho en punto, se encontró caminando con Evangelin hacia el restaurante donde Paolo las había citado.
Pero cuando llegó…
Se detuvo en seco.
Ahí, sentado en la mesa junto a su hermano, estaba Christofer.
El shock fue inmediato.
Él la miró con la misma intensidad con la que lo había hecho en el hospital. Su expresión era dura, contenida, pero sus ojos… sus ojos estaban llenos de preguntas.
Bella sintió que su pulso se aceleraba.
—¿Qué… qué está haciendo él aquí? —preguntó con voz tensa, dirigiéndose a Paolo.
Su hermano simplemente sonrió con tranquilidad, como si no estuviera a punto de lanzar una bomba en medio de una cena familiar.
—Tomen asiento —dijo, ignorando su pregunta—. Tenemos mucho de qué hablar.
Bella dudó. Cada parte de ella quería salir corriendo, pero Evangelin ya estaba trepando a la silla junto a su tío, ajena a la tormenta entre los adultos.
Así que no tuvo opción. Se sentó, pero no miró a Christofer.
El ambiente estaba cargado de una tensión insoportable.
Paolo fue el primero en romper el silencio.
—Antes de que comiencen a discutir, quiero decir algo.
Bella sintió una mala sensación en el estómago. Conocía a su hermano demasiado bien. Y el tono con el que hablaba no le gustaba nada.
—Me puse a revisar unos documentos hoy… —continuó Paolo con calma—. Y resulta que, legalmente… ni tú ni Christofer han firmado los papeles de divorcio.
Bella sintió que el aire le faltaba.
—¿Qué?
—¿Qué? —repitió Christofer al mismo tiempo, su voz sonando más sorprendida que la de ella.
Paolo asintió con tranquilidad, como si no acabara de dejar caer una bomba sobre ellos.
—Lo que escucharon. Siguen casados.
El mundo de Bella se tambaleó.
—Eso es imposible —dijo, sacudiendo la cabeza—. Yo… yo recuerdo haber firmado los papeles.
—Tal vez los firmaste, pero por alguna razón nunca se procesaron. Tal vez hubo un error, o simplemente… alguien nunca los envió —Paolo la miró con seriedad y luego dirigió la mirada a Christofer—. Pero, legalmente, ustedes siguen siendo marido y mujer.
El silencio que siguió fue denso.
Bella sintió la mirada de Christofer sobre ella. Por primera vez desde que llegó, se atrevió a mirarlo.
Había algo en sus ojos que la hizo estremecerse.
—Y hay algo más —agregó Paolo, cruzándose de brazos—. Como siguen casados, hay ciertas obligaciones que deben cumplir.
Bella sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Obligaciones? —preguntó con suspicacia.
—Tienen reuniones legales programadas —explicó Paolo—. Evaluaciones matrimoniales para casos como el suyo. Trámites necesarios para regularizar su situación.
Bella parpadeó, atónita.
—¿Estás diciendo que tengo que sentarme en una oficina con Christofer y hablar de nuestro "matrimonio" ante un abogado?
—Exactamente —confirmó Paolo con una sonrisa burlona.
Christofer soltó una risa seca, sin humor.
—Esto es ridículo.
—Estoy de acuerdo —murmuró Bella con rabia.
—Bueno, ridículo o no, es un requisito —dijo Paolo—. Si no asisten, tendrán problemas para cerrar el proceso.
Bella sintió que su paciencia se agotaba.
—No voy a hacer esto.
Paolo arqueó una ceja.
—¡Oh, claro! Entonces supongo que prefieres seguir casada con Christofer para siempre.
Bella apretó los dientes.
—¿Cuándo es la primera reunión? —intervino Christofer de repente.
Paolo sonrió.
—En tres días.
Bella cerró los ojos. Tres días y estaría sentada en una oficina con Christofer, enfrentando un pasado que creyó haber dejado atrás.
Su corazón latió con fuerza. Porque sabía que esto no sería solo firmar un papel.
No con Christofer. No con todo lo que quedó sin decir.