Shin tenía ilusiones de grandeza, de viajes por la galaxia, de aventuras y emociones, pero su vida tenía intenciones de sacarlo del lugar donde estaba. Su planeta natal era una nueva colonia cercana a Ord Mantell, en el límite con el Outer Rim. Según sus padres, la mayoría de los habitantes primigenios del planeta habían viajado hasta allí por las minas de metales y el resto los siguieron en busca de nuevas oportunidades. Tryos-4 era un típico planeta que estaba demasiado lejos de su estrella con una franja habitable en su ecuador mientras que el resto del planeta eran vastos océanos de hielo. Nunca había conocido otro lugar y las estrellas lo llamaban cada noche que revisaba el firmamento con su mirada. Temprano en la mañana salió a ayudar a su padre con su negocio y parecía que su rutina iba a ser la misma de siempre. La grúa estaba siempre sucia y oxidada, pero, según su padre, iba a darles muchos más años de servicio, su padre nunca lo dejaba conducir, pero últimamente eso había cambiado y se había transformado en su chofer cuando tenían que salir a trabajar. Salieron temprano de los límites de su pequeña ciudad y empezaron su trayecto a socorrer a una llamada que habían recibido en la madrugada. La anticuada grúa era de los modelos que todavía tenían ruedas y a Shin no le gustaba sentir cada golpe en el camino. Su padre miraba su mapa ignorando sus quejas, pero tarde o temprano le prestó un poco de atención.
“Hijo, ya sabes que no podemos costear una nueva grúa.” Dijo divertido mientras su hijo intentaba esquivar un pozo en la inexistente ruta.
“Lo sé… pero imagínate lo fácil que sería llegar hasta allí con un speeder… o con algo construido en este siglo y que no tenga ruedas…” Respondió el muchacho, sus ojos nunca se alejaron del camino.
“Esos motores no son muy confiables… Como esa cosa que estas restaurando hace años.” Respondió divertido el mecánico.
“Me falta el regulador del motor para que esté lista para su primera vuelta, si tan solo me pagaras como a un empleado normal ya la hubiera terminado hace años.” Respondió jocoso Shin.
“Como sigas así de irrespetuoso no creo que vayas a ganarte ningún aumento.” Respondió divertido Shintou. “Espero que no sea nada grave, no quiero tener que andar paseando con ese cacharro por la ciudad.”
“Siempre es lo mismo, hielo en el lugar equivocado.” Respondió el muchacho, que ya había visto todo lo que podía pasar en el planeta.
“Tu madre quería tu ayuda al mediodía, ayer llegó un gran número de visitantes…” Agregó mirando a su hijo. “Con suerte ella puede pagarte más que yo.”
“No tengo problemas con ayudar en el bar, suele ser más interesante que reparar siempre los mismos y arcaicos motores a combustión…” Dijo divertido Shin.
“Tenemos suerte que solo en las minas pueden pagar por equipamiento moderno, porque si no vamos a depender de tus habilidades para mantener a esta familia.”
“No sería un problema, es lo menos que les debo…” Respondió divertido el joven. “Debería ser por acá...”Agregó mirando por la ventanilla.
“Allí, dijo que estaba cerca de la entrada a una granja.” Agregó Shintou.
Shin condujo la grúa hasta la entrada de la granja donde pudo ver en la distancia el anticuado vehículo que venían a reparar, era para dos personas y lo reconoció como uno de los últimos modelos a combustión de la empresa galáctica Tislus, un F-310. Ambos se acercaron para conocer a su nuevo cliente. Shin era alto y sus cabellos negros estaban cortos, como a su madre siempre le había gustado, su abrigada ropa solo le dejaba descubierta la cara, que solo protegía con sus antiparras para la nieve. Mientras su padre hablaba con el hombre, Shin se dedicó a revisar el cacharro que tenía enfrente y, como ya venía pensando, tenía hielo en el lugar equivocado. Luego de descongelar y cobrar los créditos requeridos, volvieron al taller por el mismo castigado camino. El taller estaba limpio, gracias a él, y alguien los estaba esperando. Uno de los amigos de su padre siempre traía sus vehículos de la mina, ya que era el único que sabía lidiar con esos antiguos motores. Lo ayudó con lo que pudo y su padre lo mandó con su madre, que tenía una posada a la vuelta del taller. Con el mediodía ya estacionado, el establecimiento rebalsaba de clientes y, como era costumbre, su madre y la camarera apenas podían con todos los clientes, sin contar los contratiempos normales de un bar como ese. La camarera no era otra que una de sus amigas de la infancia, Tresha, esta iba por las mesas dejando las bebidas a la variada clientela que ocupaba las mesas, su madre estaba ocupada con la barra y armando los pedidos de las diferentes mesas. Shin saludó a los clientes regulares y se acercó a la barra donde su madre cargaba la bandeja de Tresha.
“Miren quien apareció, Shin Aleaus Karadin.” Dijo divertida Tresha.
“Hola Tresha, estaba ocupado en el taller.” Dijo el joven mirando a su madre que sonreía en la distancia.
“Siempre la misma escusa, ayúdame con las mesas.” Agregó mientras le daba una de sus bandejas.
“Apúrate que te necesito en la cocina también, tenemos muchos clientes hoy…” Dijo Mara mirando a su hijo.
“Enseguida.” Respondió el joven.
El bar estaba repleto, la música acompañaba sus pasos y parecía que en un rincón había mucha gente que no conocía. Estaban todos vestidos de negro y pudo reconocer sus uniformes como los que usaban en el Imperio. Eran todos humanos y parecían mantenerse ajenos al resto de los clientes del bar. Sirvió sus pedidos con las quejas de los hombres, ya que no los estaba atendiendo Tresha y las miradas de las mujeres que parecían revisarlo con la mirada.
“Lindo…” Dijo una mujer muy rubia, con el reconocible acento del Imperio. “Vamos a hacer una fiesta en nuestro alojamiento, estas invitado si tienes tiempo libre, parece que esta ciudad es bastante aburrida.”
“Es un pueblo de trabajadores, señorita.” Dijo Shin revisando la gorra que había cerca del vaso de la mujer.
“Eso parece…” Dijo sonriente mientras lo volvía a revisar con la mirada. “Por eso hacemos nuestra propia fiesta, no solemos tener mucho tiempo libre, así que tenemos que aprovecharlo… y no se puede aprovechar mucho si siempre somos los mismos.”
“Si tengo tiempo prometo pasarme.” Respondió sin compromiso Shin. “Con su permiso.”
“Qué raro ver a alguien educado en esta parte de la galaxia…” Agregó la colorada que estaba sentada junto a la rubia. “Pero como siempre está lleno de alienígenas.”
“Aceptamos a todos aquí, espero que no sea un problema.” Dijo sonriente Shin, recordando los comentarios de su padre sobre los imperiales.
“Para nada, no le prestes atención a mi amiga, parece que no puede comportarse luego de un par de estas… deliciosas bebidas.” Agregó sonriente la rubia.
Shin siguió con las mesas para luego meterse en la cocina, donde la cocinera, y madre de Tresha, estaba ocupada con los pedidos del bar. Mientras limpiaba, todas las mujeres hablaban entre ellas a los gritos, para entenderse entre el bullicio del edificio.
“Según Marcus vinieron a comprar metales y agua.” Decía Paila. “Espero que se marchen pronto, me dan mala espina los imperiales.”
“A mí también, pero necesitamos los créditos… además ya han venido varias veces y parecen entender que comerciamos con todos.” Dijo Mara mirando a Shin juntar la basura. “Hijo, eso va al reciclador.”
“Enseguida.” Dijo el joven mientras levantaba la bolsa.
“Ve por tu padre también.” Agregó Mara mientras encaraba por la puerta que llevaba a la barra.
Shin dejó la basura en el aparato que estaba detrás de su casa para luego ir en busca de su padre, encontrándolo en la entrada del taller hablando con su tío, un piloto comercial. Siempre le gustaba verlo, ya que sus historias eran interesantes y usualmente le traía algo de los lugares que visitaba.
“¡Cen!” Gritó Shin mientras se acercaba mirando su speeder. “¿Otra vez la rayaste?” Agregó mientras se agachaba a ver un rayón que tenía en la base.
“Shin, sí con piedras cerca del puerto.” Dijo sonriente Cen. “Espero que hayas aprendido algo nuevo, porque te la voy a dejar por un par de días.”
“Si, el curso que conseguí en la HoloNet es muy completo.” Respondió Shin mientras se ponía de pie. “Madre me manda a llamarte…” Agregó mirando a su padre.
“Ya voy, me estaba poniendo al día con tu tío.” Dijo sonriente Shintou. “Si se lo das ahora se va a quedar toda la noche con eso.” Agregó mirando a su hermano.
“No puedo contenerme.” Dijo Cen mientras revisaba su morral. “Shin te conseguí lo que me pediste…” Agregó mientras le mostraba una caja. “Un regulador nuevo… casi nuevo.”
“¿De verdad?” Dijo excitado Shin mientras abría la caja de durasteel. “Sí… está en perfectas condiciones.” Agregó mirando a su tío. “¿Cuánto te debo?”
“¿Vas a seguir revisando mi speeder cuando vengo de visita?” Preguntó sonriente Cen.
“Siempre.” Respondió Shin con los ojos clavados en el regulador que tenía en las manos.
“Nada entonces, probablemente te deba yo a ti en este momento.” Dijo Cen. “Debería marcharme, tengo asuntos en Touma.”
“¿En qué vas a viajar?” Preguntó Shin.
“Voy en el magtrain, no te preocupes.” Respondió Cen. “Mañana vengo a cenar.” Terminó para marcharse.
“¡Gracias!” Gritó Shin para recibir un saludo con la mano de su tío.
“Vamos, que no quiero que tu madre se enfade conmigo...” Dijo Shintou mientras apretaba el botón que cerraba el portón del taller.
“No sé qué estaban cocinando.” Dijo Shin mientras veía bajar el portón. “Pero voy a tener que volver después de cenar.”