Nuevos Rumbos

2 - Alara -1

Alara veía su destino acercarse en la distancia, venía siguiendo un convoy mercantil que se dirigía a Tryos-4, una de las nuevas colonias mineras cercanas a Ord Mantell. Tenía una sensación agridulce, estaba contenta con su nueva misión en solitario, pero esperaba poder hacer algo más interesante que investigar las visiones de su maestro.
“Alara, Alara… ve a perseguir mi visión…” Decía la jedi mientras miraba el congelado planeta en la distancia, notando la franja de verde en el ecuador. “La próxima vez te daremos otra cosa para hacer…” Agregó para la ganarse una respuesta en binario de su astromech. “Lo sé Keyfour, lo sé, pero esperaba otra cosa.” Terminó para notar que tenía el comunicador abierto.
“Y yo pensando que te había dado algo que ibas a disfrutar…” Dijo el holograma del Maestro Syo.
“Maestro, yo…” Dijo apenada mirando el pequeño holograma de su maestro.
“No te preocupes padawan, recuerda… No hay pasión, hay serenidad.” Dijo sonriente Syo.
“Lo sé, lo sé…” Dijo apenada Alara. “¿Qué puedo esperar de este planeta? Keyfour no tiene mucha información sobre él.”
“No mucho, puede que haya imperiales, pero deberías poder explorar los alrededores del pueblo de Bosan sin muchos problemas distintos al frío.” Respondió Syo. “Tómate tu tiempo, recuerda que las visiones raramente son precisas, pero cuando algo como esto aparece es importante revisarlo, con tu presencia en este caso.”
“Entendido, pero la próxima vez quiero ir a un lugar más interesante… como Coruscant o Manaan…” Dijo al aire.
“No creo que Manaan te parezca interesante, padawan, es una bola de agua como la llamarías al verla desde el espacio.” Dijo sonriente Syo.
“Esta es una bola de hielo, por suerte la técnica de la Maestra Kysho me va a resultar útil.” Agregó un poco distraída Alara, notando que no había estación espacial en Tryos-4. “Supongo que tendré que bajar hasta el puerto, me comunicaré cuando sepa algo.”
“Buen viaje, padawan.” Terminó Syo para desconectarse.
Keyfour profirió varios pitidos, dando su opinión de los hechos.
“Le gusta recordarme que soy su aprendiz.” Dijo divertida Alara. “Directo al puerto de Kiros.” Terminó para empezar a reingresar en la atmósfera del planeta.
Tryos-4 tenía una gravedad estándar y su atmosfera era respirable, lo que le preocupaba era el frío, por suerte ella tenía algo que la mayoría no, la Fuerza. Se bajó de su starfighter para sentir el frío del ambiente, no había nadie para recibirla en el puerto. Bajo el despejado cielo tomó su morral para encomendarle su nave a Keyfour. Caminó un poco hasta que se encontró con un par de guardias, estos le indicaron donde estaba la recepción. El hombre que la recibió parecía ocupado, escribiendo algo en su teclado.
“Disculpe…” Dijo Alara para llamar la atención del recepcionista, que solo la miró por unos instantes.
“¿En qué puedo ayudarla?” Dijo desganado el hombre.
“Necesito llegar a Bosan.” Dijo ofuscada Alara. “Alara Domo-Sareh, Caballera Jedi.”
“¿Jedi?” Dijo el recepcionista mientras la revisaba con la mirada, notando el lightsaber en su cintura. “Mis disculpas, señorita.” Agregó apenado. “Le recomendaría que tome el magtrain, si se apura puede tomar el último de la mañana.”
“No hay problema, me apresuro entonces.” Terminó Alara para seguir las indicaciones de los carteles camino al tren.
Caminó un rato revisando sus alrededores, cada tanto había alguna construcción de algún tipo, un edificio en las alturas, un túnel en las profundidades, los speeders pasaban por la calle con prestancia mientras veía en la distancia su destino, la estación de tren. Había unas cuantas paradas y vio llegar el tren que la iba a llevar hacia Bosan, vio mucha gente bajar, pero muchas menos personas al abordar. La mayoría de los transeúntes eran humanos, pero como en todos los planetas de la República siempre había una gran variedad de razas habitando el planeta. Sus compañeros de vagón la miraban con curiosidad mientras caminaba hacia su butaca. Revisó su holopad por mensajes y acomodó un poco su túnica mientras el tren empezaba a moverse sin hacer un solo sonido. Lo que podía ver por la ventanilla era muy simple, primero bosques, después bosques nevados para terminar en simplemente nieve. Cuando el tren se detuvo en la última parada estaba prácticamente vacío. Tomó aire, cerró los ojos y recordó su entrenamiento para poder resistir el frío que la acechaba. Solo necesitaba la fuerza. Caminó por el pueblo con su pequeño morral a su lado, notando que la gente estaba muy abrigada y charlaba refugiada del helado viento entre las paredes de los edificios. Como no sabía dónde ir simplemente caminó por la ciudad hasta una zona mercantil. Vio a todos marchar para diferentes direcciones y terminó detenida en una esquina. Ella sabía que tenía que hablar con alguien que conociera los alrededores de la zona y el alcalde del pueblo. Cuando iba a empezar a caminar dos hombres se detuvieron frente a ella, uno de los cuales era muy pálido y tenía unos cuantos tatuajes en la cara.
“Pequeña, pareces perdida…” Dijo el hombre que tenía un gran bigote.
“Podríamos darte un paseo por la ciudad…” Agregó el pálido.
“Estoy buscando al alcalde.” Dijo ofuscada Alara.
“Estas bastante lejos pequeña.” Dijo el bigotón.
“Alara Domo-Sareh, Caballera Jedi.” Agregó con seriedad.
“Como si una pequeña como tu pudiera ser una Jedi…” Agregó el pálido.
Cuando iba a decir algo más, un tercer hombre apareció justo detrás de ella, aunque este era mucho más joven que los otros dos. Estaba muy abrigado, pero podía ver sus ojos verdes mirándola con curiosidad. Se detuvo a su lado y sonrío apacible, tenía una complexión suave y podría tener la misma edad que ella.
“¿La están molestando?” Dijo el muchacho luego de un rato.
“Puedo encargarme de ellos…” Respondió ofuscada Alara.
“Shin, nadie te necesita por acá, ve a reparar un speeder a otro lado.” Dijo el pálido.
“Pzutiy, que va a pensar Pjaytuo cuando se entere que te la pasas molestando a todas las mujeres que te cruzas por la calle.” Dijo divertido el muchacho.
Pzutiy lo miró con desprecio.
“Más te vale que te alejes de mi hija.” Agregó ofuscado el pálido.
“Vamos Pzutiy, la última vez que te peleaste con Shin casi nos echan del pueblo.” Agregó el bigotón.
“Escucha a la voz de la razón…” Dijo jocoso Shin.
“Cierra el pico, Shin…” Dijo el bigotón.
Alara se sentía ofendida por las palabras de Shin, pero parecía haber tenido un gran efecto sobre los hombres que se marcharon rápidamente por una calle lateral. El muchacho se paró frente a ella y se presentó.
“Shin Aleaus Karadin, mucho gusto.” Dijo sonriente.
“¿Siempre dices todos tus nombres?” Preguntó divertida Alara.
“Madre dice que por algo me los puso.” Respondió divertido Shin.
“Alara Domo-Sareh, Caballera Jedi.” Respondió Alara mirando al muchacho que era un poco más alto que ella. “Encantada.”
“Me disculpo por la intromisión, pero esos dos son incorregibles, suelen espantar a todas las mujeres bellas del pueblo.” Aclaró divertido Shin. “Espero que no haya sido este el caso.”
“¿Bellas?” Preguntó jocosa Alara. “Es bueno saberlo, pero soy difícil de espantar.” Agregó mirando la sonrisa de Shin, que por alguna razón le daba cierta tranquilidad.
“¿Puedo ayudarla con algo?” Preguntó el joven mientras se acomodaba el abrigo.
“Como le decía a estos… ciudadanos estoy buscando al alcalde y tal vez a un guía que conozca los alrededores de este pueblo.” Agregó mirando al joven.
“El alcalde se la pasa en las oficinas de la mina, pero suele almorzar en la taberna.” Dijo pensante Shin sin poder de dejar de mirar el lightsaber de Alara. “Podría llevarte hasta allí, pero primero necesito comprar algunas cosas para mi padre.” Agregó pensando en cómo Alara no se estaba helando, ya que solo tenía su túnica y mucha piel descubierta.
“Supongo que también necesito alojamiento.” Pensó en voz alta Alara.
“La taberna es su mejor opción, estoy seguro de que puedo conseguirle un descuento.” Aclaró Shin.
“No necesito tu ayuda, pero voy a aceptarla.” Dijo divertida la jedi. “Te sigo.”
Shin sonrió y empezó a caminar hacia el desarmadero.
“¿Vives por aquí?” Preguntó Alara mirando el blanco abrigo de Shin.
“Sí, trabajo en el taller de mi padre.” Dijo Shin sin mirarla. “Tengo que comprar unas partes en el desarmadero… espero que le quede algo útil a Nam.” Agregó mientras empezaban a recorrer el mercado.
El día estaba despejado y una helada brisa los acompañaba mientras caminaban la calle principal del pueblo, que terminaba en un el desarmadero, en la periferia del pequeño pueblo. El muchacho la revisó varias veces con la mirada y parecía querer decir algo, pero nunca se había atrevido a decirlo.
“No muerdo.” Dijo divertida Alara. “Supongo que tienes preguntas.”
Shin se rascó la cabeza apenado.
“Ahora mismo quería preguntarle cómo es que no se está congelando…” Agregó mirándola con curiosidad. “Pasearse con tan poca ropa por aquí podría ser mortal.”
“Solo necesito la Fuerza.” Dijo sonriente Alara, aunque parecía que la respuesta no satisfacía a su compañero. “Es una técnica que usualmente permite sobrevivir en climas adversos o ambiente peligrosos.” Aclaró notando como Shin la escuchaba con atención.
“Asombroso.” Dijo pensante el joven. “Eres la primera Jedi que conozco y no sé qué esperar de ustedes…” Agregó mientras la volvía a revisar con la mirada. “Aquí estamos.” Terminó mientras encaraba hacia lo que parecía ser la oficina del lugar.
Dentro se encontraron un ortolan, que estaba desarmando algo con mucha facilidad. Como todos los de su especie no necesitaba demasiado para sobrevivir en el frío clima del planeta, pero llevaba un sombrero muy pintoresco sobre la cabeza. El lugar parecía haber sido saqueado, Alara notó que había un orden dentro del caos, ya que los montículos de partes parecían tener características en común. Shin, en cambio, parecía haber visitado al chatarrero varias veces, ya que se puso a revisar sin siquiera saludar al dueño del lugar.
“Shin…” Dijo el ortolan en básico. “Espero que no sigas buscando esas chatarras que tu padre repara.”
“Buenos días Nam, me hizo una lista.” Dijo sonriente Shin. “Te presento a Alara Domo-Sareh, Caballera Jedi.” Agregó para presentarla.
“Hace mucho que no teníamos alguien como ella por aquí…” Dijo Nam mirando a Alara.
“Mucho gusto.” Dijo Alara revisando al pequeño y azulado ortolan.
“Veamos…” Dijo mientras acomodaba su cinturón que estaba lleno de bolsillos. “Es tu día de suerte, me trajeron una de esas camionetas anticuadas, debe ser la última del planeta.” Agregó mientras tomaba una caja metálica. “No me robes nada.” Terminó divertido para perderse entre las montañas de partes que había en el taller.
“¿Camioneta?” Preguntó con curiosidad Alara.
“Sí… mi padre es experto en motores de combustión.” Dijo apenado Shin. “Esta colonia fue fundada por sus propios colonos, así que muchas cosas fueron donadas o regaladas… y mi padre siempre las ha reparado.”
“Hace años que no veo un motor a combustión…” Dijo al aire Alara.
“Eso mismo le digo yo a Shintou cada vez que lo veo…” Dijo Nam escondido entre las montañas de partes.
“Es un mecánico a la vieja escuela, como suele decir mi padre. Yo me encargo de los vehículos más modernos.” Aclaró Shin.
“Interesante.” Dijo Alara mirando un pilón de partes. “Deben tener mucho trabajo con la mina tan cerca.”
“No tanto, solo los vehículos viejos y tres excavadoras…” Dijo pensante Shin.
“Aquí está todo…” Dijo pensante Nam. “Las juntas va a tener que modificarlas un poco, pero deberían funcionar.” Agregó mientras dejaba una pesada caja llena de partes usadas. “Luego me paso por la taberna a cobrarle a tu padre.”
“Gracias…” Dijo Shin mientras se agachaba a levantar la caja con dificultad.
“Deberías hacer fuerza con las piernas, así no te lastimas la espalda.” Dijo divertida Alara.
“Estoy bien…” Dijo Shin mientras hacía fuerza. “Caminemos hasta la taberna.”
Alara siguió entretenida por la demostración masculina de Shin, que apenas podía llevar su carga, hasta que tuvieron que detenerse en un cruce.
“Ya falta poco…” Dijo Shin mirando a Alara.
“Déjame ayudarte con eso.” Dijo la jedi que con un gesto hizo flotar la caja frente a ellos.
Shin miraba la caja sorprendido.
“Asombroso…” Dijo Shin mirando a la pesada caja pasar a su lado. “¿Cómo se llama eso?” Preguntó mirando a la jedi.
“Telequinesis… sería el nombre genérico.” Dijo pensante Alara. “Te sigo.”
Shin caminó todo el trayecto hasta la taberna mirando la caja flotar frente a él. Cuando llegaron le indicó a Alara donde dejar la caja, cerca de la grúa de su padre. Entraron y la llevó a la cocina donde su madre estaba trabajando.
“Traje una huésped.” Dijo Shin al aire para recibir un abrazo de su madre. “Su nombre es Alara.”
“Oh… una Jedi.” Respondió apenada Mara. “Mucho gusto.”
“Encantada, Alara Domo-Sareh, Caballera Jedi.” Dijo Alara para completar su presentación.
“Necesita una habitación.” Dijo Shin mientras se acercaba. “¿Dónde está Tresha?”
“Venía tarde hoy.” Dijo Mara mientras le daba una bandeja y empezaba a indicarle a que mesa iba cada cosa. “Puedo ofrecerle nuestra mejor habitación al precio de la más barata.” Agregó sonriente mirando a Alara.
“No es…” Empezó Alara.
“Nada, mi esposo y yo le debemos la vida a un Caballero Jedi.” Interrumpió sonriente mientras Shin se iba por la puerta a repartir pedidos en las mesas. “Es nuestra forma de agradecerle a tu orden.”
“Ahora quiero escuchar esa historia.” Dijo pensante Alara.
“Puedes preguntarle a mi hijo o venir a cenar con nosotros.” Dijo sonriente Mara mirando a Shin volver a la cocina. “Lleva a tu amiga a su habitación, querido.” Agregó mientras le sacaba la bandeja de las manos.
“Por aquí.” Dijo el joven mientras le abría la puerta a Alara.
Shin notó como todos miraban a Alara con detenimiento mientras cruzaban el bar hacia la escalera que bajaba hacia el subsuelo.
“Como notarás la mayoría de las construcciones de esta zona empiezan bajo tierra, más que nada por las ventiscas.” Dijo Shin sin mirar a Alara.
“Lo noté, según mi astromech tienen ventiscas que duran semanas.” Dijo Alara mientras Shin le abría la puerta de su habitación.
“Sí, nosotros somos uno de los pocos con ventanas.” Dijo sonriente Shin.
“¿Estaba el alcalde en la taberna?” Preguntó Alara recordando el comentario de su nuevo conocido.
“No, parece que ya se marchó.” Respondió Shin mientras la revisaba con la mirada. “¿Quiere que le sirva algo para almorzar?”
“Por favor.” Dijo Alara mientras apoyaba sus cosas en la cama. “Enseguida subo.” Agregó para despedir a Shin que se iba rápidamente hacia la escalera.
Alara acomodó sus cosas y cerró la puerta con la llave que el muchacho había dejado en la cerradura pensando en cuanto iba a pasar en ese planeta. Solo con su sable y transmisor en el cinturón volvió a la taberna para sentarse en una mesa cerca de la barra, donde vio a Shin y su madre preparar los pedidos de las mesas, una muchacha estaba ayudando a Shin, el cual se acercó a servir su mesa.
“Sopa de las nieves.” Dijo sonriente el muchacho. “La especialidad de mi madre… no sé cuánto calor puede llegar a darle a alguien como usted.” Agregó pensante mientras empezaba a marcharse.
“Pensé que ibas a almorzar conmigo.” Dijo de la nada Alara. “Tengo algunas preguntas.”
Esto pareció tomar por sorpresa a Shin.
“Hmm… ya vuelvo.” Dijo el joven para marcharse.
Alara miró su sopa mientras sentía los aromas que emanaba, cuando iba a probarla Shin se sentó frente a ella con un plato de lo mismo.
“Disculpe la demora.” Dijo con educación Shin.
“No hay problema, podrías tratarme con menos formalidad… no creo merecerla.” Dijo Alara para probar la deliciosa sopa.
“Hmm… como gustes.” Dijo sonriente el joven.
“¿Hace mucho que vives aquí?” Preguntó Alara sin mirar a Shin.
“Toda mi vida…” Respondió con prestancia el joven. “Dieciocho años.”
“Ya veo, parece un planeta tranquilo… a no ser por los imperiales.”
“Ah… los notaste.” Dijo sonriente Shin. “Hacemos negocios con todos y todavía no somos parte oficial de la República.”
“Entiendo, hace mucho que no visitaba un planeta como este.” Dijo mirando hacia la mesa de los imperiales, que ya eran regulares en la taberna. “Me gusta la música.”
“Ah, gracias… me tomó un tiempo reparar el proyector.” Dijo apenado Shin. “¿Puedo preguntar algo?”
“Por supuesto.” Dijo Alara mientras tomaba otra cucharada de sopa.
“¿Has viajado mucho?” Preguntó con curiosidad Shin.
“Un poco…” Respondió Alara mirando al muchacho.
“Conoces… ¿Coruscant?”
“Sí, fui entrenada en el Templo Jedi de Coruscant.” Respondió Alara.
“Debe ser una gran vista…” Dijo asombrado Shin.
“Coruscant es tan extraño como maravilloso, es tanto una ciudad como un planeta.” Dijo Alara mirando a Shin notando que no era mucho más joven que ella. “Y probablemente puedas encontrar habitantes de toda la galaxia en sus calles.” Shin escuchaba con atención. “Recientemente visité Tatooine…” Agregó recordando con desagrado como la arena se metía entre su ropa. “Nada espectacular.”
“¿Tatooine es el planeta de las arenas? Debe ser maravilloso...” Dijo pensante Shin. “¿Viaja sola?”
“Con mi astromech.” Respondió Alara. “Esta sopa es increíble.” Agregó mirando a Shin.
“A mi madre le gustan los halagos.” Respondió sonriente. “¿Qué clase de nave?” Preguntó con curiosidad.
“Es un pequeño WX-02, tuve suerte y me tocó uno con dos habitáculos.” Dijo al aire Alara.
“Oh, lo conozco de nombre, pero nunca he visto otra nave que no sea la de mi tío Cen.” Respondió Shin. “Espero no estar aburriéndote con mis preguntas de campesino…” Agregó apenado.
“Para nada, hace mucho que no sentaba a hablar con alguien.” Dijo divertida Alara. “A Keyfour solo le gusta hablar de mecánica…”
“Me encantaría quedarme y charlar todo el día contigo, pero tengo que ayudar a mi madre.” Dijo mientras juntaba las cosas de la mesa. “Cuando quieras visitar la mina no dudes en buscarme.” Terminó para marcharse Shin.
Alara vio al muchacho entrar en la cocina y ser interrogado por su madre mientras ella pensaba en que iba a hacer por la tarde.



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En el texto hay: aventura, starwars, star wars

Editado: 01.02.2023

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