Alara se despertó temprano para desayunar un delicioso té y sentarse a meditar por la mañana, no vio a Shin en todo el día, ya que estaba ocupado con sus quehaceres. Cuando se sintió tranquila apareció por la cocina para hablar un rato con Mara, que parecía distendida en la parte fácil del día. Luego de escuchar algunas historias de Shin cuando era niño, decidió que podía pasearse un rato por el pueblo, ya que todavía no había recibido respuesta de su maestro. Se perdió en las frías calles de la ciudad, donde ayudó a una niña con su mascota y por alguna razón volvió al taller de los Karadin. Shintou hablaba con un cliente mientras notaba a Shin bajo un antiguo camión, su mameluco estaba sucio y tenía algo de grasa en la cara. Salió de debajo del vehículo para limpiarse las manos y sonreírle cuando la vio acercarse.
"Buenos días." Dijo sonriente Alara. "Parece que te han extrañado ayer."
"Me voy y traen esta... cosa. Tiene motor de combustión..." Dijo ofuscado el joven. "Es una reliquia del pasado."
"Eso parece... este pueblo es muy tranquilo, más allá de esos extraños vientos." Dijo pensante Alara.
"Cállate chico." Dijo divertido Shintou. "Recuerda que esto nos da de comer."
"Lo sé, lo sé..." Dijo ofuscado Shin. "Me gustaría reparar algo que no vaya a volver por un tiempo..."
"Los que vuelven son los mejores." Dijo lleno de codicia Karadin padre. "Esas cosas que te gustan a ti suelen romperse poco o ser fáciles de reparar."
"Y van mil veces más rápido y tienen mil veces más fuerza... Ah y la unidad de medición de fuerza no incluye un cálculo basado en animales..." Agregó jocoso Shin.
"Y son tan fáciles de robar que tienen más sistemas de seguridad que ruedas." Dijo ofuscado Shintou.
"Esta cosa es tan vieja que nadie querría robarla, tal vez la reclamen para el museo de donde la sacaron..." Dijo divertido Shin, que fue interrumpido por la risa de Alara.
Ambos se distrajeron con su risa.
"Perdón, me recuerdan a mi hermano y mi padre cuando era pequeña." Dijo divertida Alara.
"¿Tienes familia?" Preguntó con curiosidad Shintou.
"Tenía..." Dijo apenada la jedi. "Un... Sith destruyó nuestra familia." Terminó mirando el piso.
Ambos Karadin la miraban llena de pena.
"Perdón..." Dijo apenado Shin.
"No es tu culpa." Dijo sonriente Alara. "Fue hace mucho tiempo, por suerte pude escaparme y fui encontrada por mi maestro."
"¿Así terminaste en Coruscant?" Preguntó con curiosidad Shin para recibir un coscorrón de su padre.
"Chico, eso es privado." Dijo ofuscado el hombre.
"Perdón." Dijo apenado Shin mientras se rascaba la cabeza.
"No hay problema, otro día puedo contarte la historia completa." Agregó sonriente Alara.
"Disculpe a mi muchacho, suele ser insensible a estas cosas..." Dijo ofuscado Shintou.
"¿Te espero para almorzar? No sé cómo son sus rutinas." Preguntó sin cuidado Alara.
"Sí, en un rato estoy ahí." Dijo sonriente Shin para ponerse a trabajar.
"Hasta luego." Saludó la jedi para encarar hacia las frías calles de la ciudad.
Alara llegó a la taberna para sentarse en una de las pocas mesas libres que había mientras escuchaba una hermosa melodía de la máquina que Shin había reparado. Tresha le trajo algo para tomar y mientras esperaba por el muchacho, se puso a leer su holopad, este tenía noticias del planeta y algunas de la galaxia, ya que el convoy galáctico había pasado hace poco. Luego de un rato sintió algo, una perturbación en la Fuerza. Cuando levantó la mirada notó a una persona entrar por la puerta, llevaba un traje negro y un casco completo, era del Imperio y su presencia parecía un remolino en la Fuerza. La Sith clavó su mirada en ella y le apuntó con la mano. Alara levantó su sable mientras lo activaba para cubrir el relámpago que la Sith había lanzado, con la Fuerza corrió la mesa que tenía enfrente y se preparó para pelear. La gente empezó a huir del lugar a los gritos y por cubrir a una mujer recibió un golpazo de la mesa que la Sith había arrojado hacia ella. Confundida y en el suelo, Alara intentó recuperar su sable en vano ya que este volaba rápidamente hacia la mano de su contrincante. Esta miró hacia abajo mientras encendía el sable para rematarla. Cuando pensó que todo había terminado, vio a Shin entrar por la cocina, este corrió hacia ella hasta que notó a la Sith. En ese instante sintió otra perturbación en la Fuerza. Shin levantó la mano y gritó con fuerza para detener a su atacante. Alara pensó que esto era en vano, pero del joven emanó un torrente de Fuerza que sacudió todo lo que tenía frente a él. El golpazo fue tan poderoso que todo lo que tenía enfrente salió disparado contra la pared del fondo del lugar. Ella, en cambio, solo fue testigo de semejante hazaña. La Sith no pudo hacer nada ante semejante empuje y terminó clavada en una de las ventanas del lugar. Alara podía ver la sangre correr por el abdomen de la Sith, que ahora estaba empalada en lo que quedaba del denso vidrio de la ventana. El joven, en cambio, se miraba sus temblorosas manos con una confusión visible en su cara. Alara se levantó, trajo su sable con la Fuerza y se acercó a Shin, que parecía conmocionado con lo que había hecho.
"¿Estas bien?" Preguntó Alara mientras tomaba las manos del joven.
"Yo... yo..." Dijo Shin para luego mirar lo que había hecho.
Alara estaba intentando sentir la Fuerza de Shin, pero como le había pasado antes no lograba hacerlo. Cuando iba a decir algo el joven la soltó para empezar a correr para marcharse del lugar. De la cocina apareció su madre, que no entendía lo que había pasado.
"¿Estás bien?" Preguntó confundida Mara. "¿Dónde está mi Shin?"
"Shin me... salvó." Dijo mirando a la difunta Sith.
"¿Cómo?" Preguntó asustada Mara.
"No lo sé... parece que su hijo puede usar la Fuerza." Dijo al aire Alara. "Yo me encargo de él."
Alara miró el desastre que había dejado y se disculpó antes de marcharse en busca del aterrado muchacho.