Shin se despertó sin ganas de salir de la cama, pero, como siempre hacía, se dedicó a ayudar a su madre en la cocina. Hoy no tenía mucho para decir así que simplemente comió en silencio mientras miraba de vez en cuando a Alara, que tenía la mirada fija en él. Salió por la puerta trasera para cruzarse con unos conocidos de su padre, que a diferencia de otros días ni intentaron saludarlo. Llegó a la plaza para encontrarse con los más jóvenes del pueblo, pateando la misma pelota de siempre, pero esta vez cuando se acercó una de las madres que los estaban cuidando los mandó a llamar, dejándolo solo en el parque. Tresha siempre pasaba por ahí para ir a trabajar y por primera vez, en lugar de detenerse a hablar con él, simplemente lo saludó con la mirada para seguir por su camino. Esto no le cayó muy bien, así que iba a ir al único lugar donde siempre era bienvenido, el taller. Pasó toda la mañana y toda la tarde trabajando, sin siquiera detenerse para comer algo. Su padre no le habló mucho en todo el día y sin decir nada cerró todo para marcharse. Confundido, Shin se lavó las manos y se cambió para volver a casa, así que, luego de cerrar la puerta, se marchó por el pueblo, notando que todo el mundo hablaba de él. Sin querer escuchar esto de nuevo, en lugar de ir hacia casa, fue a la casa abandonada, donde su padre le había enseñado a usar su blaster. La única pared que estaba de pie tenía varias marcas de las quemaduras de las descargas de su arma. Sobre una línea de ladrillos que sobresalía de la pared, había varias botellas de vidrio que usaba de objetivo de práctica, pero esta vez no iba a usar su arma. Shin levantó su mano y le apuntó con su dedo pulgar, intentando copiar lo que había visto hacer a Alara. Luego cerró sus ojos e intentó repetir lo que había hecho. El muchacho hizo fuerza con la cara, con sus manos y sus brazos, pero nada eso afectaba a las botellas que parecían reírse de él en la distancia. Sus intentos parecían drenarle la poca confianza que tenía y al cabo de un rato estaba mirando fijamente las botellas sin saber que hacer. Intentó recordar lo que hizo Alara en la cueva y con eso en mente intentó copiar sus movimientos. Shin cerró sus ojos y respiró relajadamente por unos minutos, luego sintió un cosquilleo en sus dedos y levantó un poco las palmas de sus manos, pensando que nada iba a pasar. Cuando abrió sus ojos notó a la botella que tenía enfrente flotar sobre los ladrillos, pero cuando iba a festejar escuchó un ruido que lo hizo saltar del susto. En el salto apretó su mano, haciendo estallar todas las botellas del lugar. Cuando se volteó se encontró con una Alara muy sorprendida.
"Te estaba buscando... tenía algunas dudas hasta que te vi hacer levitar esa botella." Dijo sonriente Alara mientras se paraba a su lado. "No quería asustarte..."
"No hay problema..." Dijo apenado Shin, que se sentía como un niño que intentaba copiar algo que hacían sus padres.
"Eres mejor de lo que esperaba..." Agregó Alara mientras usaba la Fuerza para juntar todos los vidrios del suelo en un montículo contra la pared. "Esto que hiciste suele tomar mucho entrenamiento..."
Shin estaba distraído con su demostración.
"Shin... ¿Quieres venir al templo conmigo?" Preguntó de la nada Alara. "Es lo mínimo que puedo hacer para agradecerte por salvarme."
"Ya te..." Empezó Shin.
"Lo sé, lo sé... Karastros está a unas pocas horas de hipervuelo." Interrumpió sonriente Alara. "¿Qué te parece?"
"Yo... no lo sé..." Dijo ofuscado Shin. "Siempre he querido... he soñado con ser un Jedi. Suena estúpido cuando lo digo en voz alta."
"No se puede ser un niño sin querer ser un Jedi." Dijo divertida Alara. "¿Eso es un sí?"
Shin estaba visualmente confundido.
"Es algo de lo que tienes que estar seguro, Shin. Si deciden entrenarte vas a pasar un tiempo en el templo." Agregó la Jedi.
"¿Y sino me quieren entrenar?" Preguntó al aire Shin.
"Volverás con tu familia." Dijo pensante Alara. "Si fuese por mí te entrenaría solo por el talento que tienes, pero la orden tiene ciertas reglas, ciertos protocolos con los adeptos a la Fuerza, por eso es que tengo que ponerte frente al Consejo y que ellos decidan que hacer contigo."
"Entiendo..." Dijo ofuscado el joven. "Debería hablar con mis padres..."
"Lo sé..." Dijo sonriente Alara, que no podía dejar de pensar en la Sith que la había atacado. "¿Conocías a la Sith? ¿La habías visto antes?" Preguntó con curiosidad.
"No lo sé... creo que había visto antes..." Dijo pensante Shin. "Aunque podría ser cualquier persona con ese casco puesto..."
"Era una mujer rubia..." Dijo pensante Alara.
"Creo que me invitó a una fiesta... ¿Ella era la Sith?" Preguntó confundido Shin.
"Debe haber sido..." Dijo preocupada Alara. "Ya no pueden lastimarte." Agregó mientras tomaba del brazo al joven. "Tu madre me mandó a buscarte..."
Sin dejar a hablar a Shin, ambos caminaron hacia su casa, ya que se venía la noche y los vientos parecían aullar a sus espaldas. Entraron por la puerta de atrás para ayudar a poner la mesa mientras Shin ayudaba un poco a su madre. Cuando todos estuvieron sentados, Shin notó que Tresha lo había esquivado y se había ido sin saludarlo. Mara lo miraba fijamente y recibía miradas de su padre, que parecía no saber cómo romper el hielo.
"Me voy a llevar a Shin a Karastros." Dijo de la nada la Jedi.
Ambos padres miraron a su hijo.
"Yo... quiero ir, pero si me necesitan..." Dijo apenado Shin.
"No te preocupes por nosotros." Dijo con seriedad Shintou.
"No digas esas cosas." Respondió ofuscada Mara. "Parece que lo estás echando de la casa."
"No es eso, solo quiero decir que no lo necesitamos para vivir." Dijo apenado el padre.
"Siempre vas a ser bienvenido en casa, hijo." Dijo Mara mientras se arrimaba la silla a su lado. "Te vamos a extrañar." Agregó mientras se aferraba a su brazo y descansaba su cabeza en su hombro.
"Ma..." Dijo apenado Shin.
"No te preocupes, hijo." Dijo divertido Shintou. "Parece que vas a conocer las estrellas."
Shin sonrió por primera vez en el día.
"No había pensado en eso..." Agregó apenado Shin.
"Espero que no hayas tomado esta decisión por lo que has escuchado en el pueblo, voy a darles una lección a esos..." Dijo enojado Shintou.
"Querido..." Dijo apenada Mara.
"Perdón, es que hablan de él como si fuera un... monstruo." Agregó ofuscado Shintou.
"Mis disculpas..." Dijo apenada Alara. "No he sentido a la Sith a tiempo y no he podido defenderme apropiadamente." Agregó mirando a Shin. "Esta debe ser la sorpresa que mi maestro me anunció..."
"¿Fue una visión?" Preguntó confundido el muchacho.
"Fue parte de la misma visión de la cueva, así encontramos a varios de nuestros alumnos, en este caso no sé cual fue la sorpresa, si la Sith o tú." Dijo apenada Alara. "Pero ya no importa, él mismo va a poder juzgarte."
Por alguna razón Shin sintió un gran alivio.
"Hijo, no te hemos podido agradecerte por proteger nuestra casa." Dijo apenada Mara. "Gracias..."
"Ma... es mi deber." Dijo sonriente Shin. "Padre dice que soy el hombre de la casa cuando él está en el taller." Terminó ganándose una carcajada de su padre.