Año 2095, octavo día del octavo mes
Calendario, Nave madre tierra número uno.
Los seres humanos fueron expulsados de su planeta natal por su propia mano; la contaminación de sus aguas, la destrucción de sus bosques, el asesinato indiscriminado de sus animales y la sobrepoblación, deshizo la capa de ozono tan valiosa para la supervivencia.
Su ausencia llevó a la tierra a su crisis definitiva.
Dicha crisis pudo ser frenada por los mismos causantes, sin embargo, no hubo estrategia capaz de detener un daño destructivo que arrasó con todo lo conocido.
A diferencia de otras especies, el ser humano se multiplica mucho más rápido, su tasa promedio de vida son los setenta años terráqueos, y como tal, las demás especies del planeta no pudieron soportar su presencia. Los primeros en caer fueron los animales salvajes, hasta el punto en que, todo animal existente eran los que fielmente acompañaban al hombre y también, en un sentido más amplio, las plagas que se alimentaban de los desechos humanos.
Algunos dicen que el último animal en vivir en la tierra fue un insecto: Blattodea. Los humanos de antaño las llamaron cucarachas, pero su nombre científico sonaba mejor. Incluso, algunos decían que los blattodeos se inmiscuyeron en las naves madre tierra.
Sí, la humanidad quería sobrevivir de toda forma posible, y cuando las catástrofes naturales, las erosiones del suelo con gases tóxicos despellejaban todo cuanto tocaban resultaron insoportables, los gobiernos de Naciones Unidas dieron paso a las naves intergalácticas madre tierra.
Un proyecto que permitió salvaguardar una pequeña porción de la población humana. Fue gracias a un valiente astronauta, Fillip Frenz, quien se atrevió a embarcarse en la aventura de pasar un vórtice que tiempo después se conocería como una puerta intergaláctica, la cual lo llevó a otra galaxia y consigo a la esperanza de la vida humana al encontrar distintos planetas poseedores de otras formas de vida.
Fillip fue el primer humano en establecer contacto con otras formas de vidas inteligentes, destrozando la arrogante teoría humana de que, los humanos eran los reyes de la creación. Algunos de los alienígenas, como se les conocía en lenguaje humano, fueron quienes brindaron algunas ideas bases para crear el primer prototipo de las naves madre tierra.
Las naves madre tierra migraron al espacio en el año 2046, a partir de entonces, se crearon diferentes asociaciones con los distintos planetas razonantes, entre dichos planetas, uno de los que posee un sistema semejante al de la tierra es Varox.
Tan azul y verde que supera la tierra, uno de los planetas más grandes y fértiles de la galaxia, si bien, también uno de los más estrictos y complicados. No admitían visitantes y las pocas reuniones políticas entre Varox y los humanos se llevaron a cabo en las naves especiales blancas, las cuales eran neutrales.
A través de los cristales de treinta centímetros de grosor y capaces de resistir el impacto de un meteoro, el planeta Varox era un enigma para los humanos, así mismo, para los mayores, una fuente de anhelo enorme.
Verlo era recordar todo aquello que perdieron.
—¡Número 032!
El joven castaño brincó en su asiento, el instructor lo estaba mirando con cierto recelo.
—Señor, sí, señor.
Daoh Rossi se puso de pie, con su mano pegada a su frente, saludando.
—Número 032, la ventana está ubicada a su lado para proporcionar iluminación, no con el objetivo de que su mente distraída de por sí, se encuentre enfocada en el espacio.
—Señor, sí, señor.
El hombre dejó de prestarle atención, aunque, algunos de sus compañeros se rieron a su costa. Daoh se rascó la cabeza, incómodo, no quería distraerse, pero Varox era un enigma y para alguien que había nacido dentro de una nave espacial madre tierra, era objeto de curiosidad infinita.
No sabía cómo las personas podían vivir dentro de una cosa redonda como Varox. Era raro, más que todo, había visitado el satélite del planeta Orión una vez durante su entrenamiento, era muy extraño, el hombre más alto no superaba el uno con cuarenta centímetros de estatura, hasta las pocas mujeres humanas eran más altas.
—Ahora, como venía explicando antes de que la interrupción del 032, a quien, por cierto, debo darle el gusto de limpiar los baños comunales hoy.
El rostro de Daoh se puso amarillo, verde y luego morado.
¡Maldita sea! ¡Era horrible limpiar los baños comunales del cuartel general!
¡Algunos tipos tapaban las tuberías, no, esos no eran tipos, tal vez eran ballenas espaciales!
—Felicidades, 032.
El 024 le dio una palmada en el hombro, era Jacob, un amigo suyo desde la infancia, pero estaba prohibido llamarse por sus nombres dentro de las instalaciones del ejército, así que, de ninguna manera querían correr cien vueltas alrededor de toda la nave madre tierra.
—Chúpate un dedo —escupió Daoh, rascándose la nuca.
Su día no estaría bien, lo sabía desde que se levantó y su pie se estrelló contra la esquina de la puerta.
Siempre había señales cuando ibas a tener un día de mierda, solo un necio las ignoraría.
—En tres días se les asignará a todos una misión de escolta.
Daoh mostró interés, hacía poco había conseguido su primer ascenso. Pasó de ser un novato en armas, a ser un orgulloso soldado raso de la nave madre tierra número uno. Era el lugar donde había nacido, se sentía orgulloso de contribuir de una manera positiva a su hogar.
—Tras la insistencia de nuestra embajada diplomática, los cancilleres del planeta Varox han aceptado tener un encuentro con nuestros diplomáticos, ustedes servirán como escoltas durante todo el día, partirán cuando el tercer sol del oriente salga y volverán con la embajada cuando este esté por esconderse.