Daoh se había ajustado el cinturón en la nave insignia, miraba alrededor a los diplomáticos, hombres vestidos con trajes de nanobots blancos, eran más como unas largas batas que les llegaban hasta los tobillos. Usaban unos gorritos pequeños, en su opinión innecesarios y ridículos, además, carecían de buenos modales.
Abordaron después que ellos en la nave viajera, pero no los saludaron, en su lugar, se dedicaron a platicar entre ellos, ni siquiera el comandante a cargo fue debidamente saludado. Daoh ladeó su boca, si el futuro de las buenas relaciones dependía de personas que no podían ni llevarse bien con sus pares, dudaba mucho que impresionasen a Varox.
—Ajusten sus cinturones de titanio y prepárense para el alza.
La nave plateada comenzó a vibrar, las turbinas gravitaciones se encendieron rápidamente, a la par que todos se sostuvieron en sus puestos, despegando hasta su objetivo. Daoh había revisado su arma, su ropa y también la tecnología de comunicación implantada en sus uñas.
Estaba bien, todo lo que poseía estaba bien, él no tanto.
Su estómago estaba tenso y sentía ganas de vomitar, pero no era por la nave, en realidad, era muy cómoda, sin tener en cuenta la sacudida inicial, todo marchaba como debería.
Solo eran sus nervios.
Asomó el rostro por el vidrio, pudo ver el satélite de paz y detrás de él, Varox.
Era mucho más bonito a medida que se acercaban, no estaba seguro del motivo, pero lo hallaba irremediablemente fascinante.
—Entraremos en el hangar del satélite, todos mantengan sus posiciones.
Daoh observó a sus compañeros, todos apretaban los dientes y se hallaban enfocados en mirar hacia adelante. Normalmente estarían haciendo bromas o soltando comentarios impropios, pero ninguno se atrevía a tentar a la suerte.
La nave de viaje se sacudió ligeramente cuando entró por el hangar del satélite, en segundos se detuvo para estacionarse correctamente. Los cinturones de seguridad se abrieron al tiempo, Daoh se incorporó y fue con sus compañeros. La puerta de la nave liberó un sonido vaporoso y se retiró, igualmente, unos alienígenas bajitos con piel amarilla, vistiendo ropas robustas se aproximaron desde el exterior, acomodando varios platillos delgados sobre el suelo.
Uno de ellos tocó un botón rojo incrustado en el piso, los platillos se estremecieron y volaron, convirtiéndose en escalas para los visitantes.
—Cada uno sabe que hacer —dijo el comandante encargado—, no hablen si no se les pide, solo seremos escoltas aquí, los diplomáticos se encargarán del resto.
—Señor, sí, señor.
Los soldados de la tierra abandonaron la nave de transporte, tomaron posiciones y los diplomáticos fueron en la mitad. Daoh los miraba desde atrás al desplazarse, tres hombres y dos mujeres, debían de tener cuarenta y tantos, solo dos de ellos eran lo suficientemente jóvenes como para ser sus hermanos mayores, pero ninguno los miraba o hablaba con ellos.
Daoh decidió cambiar su foco, observó el satélite por dentro y a los alíen amarillos trabajando en varias partes, usaban pequeñas pistolas cargadas de energía para soldar unas plaquetas, de igual modo, los vigías del satélite estaban atentos a los visitantes.
—Hoy no hay muchos —dijo el o16 a su lado—, vine el otro día por el agua y vi un tipo enorme con tentáculos, fue increíble.
—¿De verdad?
La intriga de Daoh le picó, sí, tenía curiosidad por todo aquello que desconocía.
—Sí, pero creo que hoy no hay muchos aquí por la reunión.
Podía ser cierto, se decía que los Varoxianos tenían influencia y dinero, parecía ser el caso.
—¿Crees que todo irá bien? —Daoh preguntó, el 016 era muy listo, siempre tenía puntuaciones perfectas en la clase de diplomacia.
—Claro que sí, tenemos a figuras destacadas en diplomacia aquí, seguro que hoy finalmente lo conseguimos.
Daoh no respondió, porque si el 016 lo decía, parecía ser correcto, pero no se sentía de ese modo. ¿Era el único que creía que los diplomáticos eran demasiado arrogantes para lidiar con una raza alíen todavía más llena de orgullo? De seguro, era solo su imaginación, sí, ideas provocadas por los nervios.
Las compuertas de un salón enorme se abrieron, Daoh se reprendió por no memorizar el camino, pero esperaba que sus amigos lo hubiesen hecho, sin embargo, todo cuanto pensaba se borró de él.
Un Varoxiano.
No uno, diez de ellos sentados detrás de una mesa flotante, lo suficientemente grande como para veinte personas. Daoh no pudo esconder su curiosidad, se los quedó mirando; eran azules, de un color azul claro y grandes, los que estaban de pie como celadores debían de medir tres metros, no estaba seguro del tamaño de los otros, pero se veían intimidantes.
Tenían cuernos, los hombres con trajes gruesos y hombreras robustas tenían dos cuernos, de los que estaban sentados, había cuatro de ellos que tenían tres cuernos, dos a los costados y uno en sus frentes, semejante a un pegajoso de su mitología.
Wow.
Eran enormes, pero no eran tan diferentes a los humanos, en realidad, sí, se parecían.