La reunión diplomática transcurrió sin la mayor eventualidad, Daoh meramente prestaba atención a cada evento, pues no entendía el idioma de los Varoxianos. A diferencias de los diplomáticos, ni a sus compañeros ni a él se les permitió tener un arete de comunicación, el cual tenía integrado la mayoría de los idiomas de la galaxia.
Era una herramienta muy útil para las intercomunicaciones, permitía entablar charla con otras especies, incluso si no se habían visto nunca.
Las horas pasaron y Daoh no entendería el idioma, pero sí las expresiones de los presentes. No estaban felices, no sabía la razón, si todo lo que hicieron fue hablar y hablar, después estaba el hecho importante de que, no llegaban a conclusión alguna.
Dos de los diplomáticos desplegaron hologramas e hicieron lo posible por explicar. Daoh veía algunas frutas azuladas y les explicaban en un idioma enredado, no procesable para el 032. Hizo su mejor intento por disimular un bostezo, no era el único que estaba cansado, sus piernas agarrotadas y el dolor en la cintura era la evidencia de que llevaba más de cinco horas de pie en el mismo sitio.
Hasta le dolían las muñecas.
De no ser por los beneficios elevados de enlistarse para servir a las naves madre tierra, él definitivamente hubiese escogido otra rama. Tal vez, debió de haberse ido por la diplomacia, no se le daba tan mal y por lo menos, sabía escuchar.
—¿Cuánto más crees que debas escuchar estos tipos? —La susurrante pregunta provino del 016.
—No lo sé, pero no entiendo ni media letra.
016 hizo lo posible por no reír.
—Están discutiendo el tratado de libre comercio —develó el 016.
—¿Los entiendes? —Hubiese volteado como una tuerca al ser girada, pero llamaría demasiado la atención.
—Algunas palabras —admitió orgulloso el 016.
—Ya.
La espalda del 032 se puso recta al sentir una mirada seria encima de él, buscó la fuente y encontrón al alíen de tres cuernos. Se lo quedó mirando y esta vez, no apartó su rostro como si estuviese asustado, sí, le dio vergüenza no le correspondiese la sonrisa, pero no era tan débil como para caer de nuevo en eso.
La mirada azul brillante se encontró con la suya, tan verde como un cristal.
El alíen también lo analizó; un humano de cuerpo delgado, hombros anchos y cintura estrecha, las manos detrás de la espalda en una postura que por demás le era incómoda, su piel era extraña, blanca como si estuviese enfermo, su cabello castaño largo en la zona superior y corto en los lados, parecía un ratto, un animalito que solo tenía pelo en la espalda.
Feo, pero interesante.
Era distinto al resto de humanos, el alto general Velax lo sabía, desde que se cruzaron, había una cosa distinta, una energía semejante a la que poseía el núcleo de Varox.
¿Por qué un humano lo tendría?
Desconocía la respuesta, pero quería tocarle su enfermiza piel para comprobarlo.
Una de las cejas de Daoh se arqueó, Velax esbozó una sonrisa que dejó ver sus colmillos. Así que, era un humano desafiante, raro para ser una especie que destruyó su planeta y tuvo que huir con la cola entre las patas, si bien, era diferente a los humanos de vestimentas blancas, que hablaban de todo lo que Varox tenía para ofrecer y lo que ellos podían darles.
Los Varoxianos solo aceptaron la reunión porque necesitaban una manera de reproducirse, las hembras estaban muriendo desde hacía algún tiempo y cuando había nacimientos, solían ser solo de machos. Siendo así, una raza que sobrepobló un planeta hasta destruirlo, podía tener dentro de ellos la respuesta.
—Cómo estaba exponiendo, señores, Varox es un planeta que tiene un agua de gran pureza al igual que semillas que pueden servirnos, hemos comprado algunas a los comerciantes, si pudiéramos crear el tratado, entonces nosotros trabajaríamos para producirlas y venderlas.
Velax ignoró al humano, todo lo que buscaban era su beneficio, pero no habían otorgado algo útil para Varox, no todavía por lo menos.
Daoh dejó de ser observado por el tres cuernos, parecía muy desinteresado en lo que decían los diplomáticos, luego hubo otro cruce de palabras, los ánimos fueron subiendo, fue cuando una pequeña luz llamó la atención del joven humano. Era casi imperceptible, barrió el salón con su vista, halló la fuente en los ductos de ventilación, uno estaba abierto y desde dentro pudo captar la pequeña luz.
Sus piernas se movieron antes que su cerebro diese la orden, saltó y los Varoxianos tomaron armas, sus pies aterrizaron encima de la mesa, los disparos provenientes del techo fueron más veloces que él para desenfundar, apretó los dientes y levantó las ambas manos.
Sus pupilas se volvieron tan grandes que cubrieron todo el color verde, las luces provenientes de las otras armas iban hacia él.
—¡032!
El grito de su comandante fue primero un regaño, luego un asustado llamado.
El joven humano abrió separó sus dedos, una alteración sobrenatural emanó de su cuerpo, era como la energía en su más pura esencia, la cual se solidificó y levantó una pared de gravedad. Los disparos se repelieron, yendo hacia las paredes, deshaciendo el metal con un solo toque.