Número 032

Fragmento 8. A modo Varox.

 

El joven humano caminó de un lado al otro en su habitación. Se rascaba entre el cabello y se sobaba la nuca, escapar dejó de ser una opción cuando se enteró de que había más hombres rodeando la casa. Él no era diferente a un prisionero. Hubiese huido de tener una nave, pero también se preguntaba: ¿A dónde iría?

Su gente lo había dejado en Varox, significaba que no tenía un lugar al cual regresar, si iba a las naves madre tierra, probablemente lo sometiesen y regresasen a Varox.

—¿Estás preparado?

Sumido en sus pensamientos, no se dio cuenta Velax estaba parado en el marco de la redonda puerta.

—¿Ah?

Su piel se volvió blanca, Velax no le gustaba ese color, era parecido a los viejos Varoxianos, quienes perdían su tono azulado para volverse blancos y finalmente, volverse uno con la madre galáctica.

—En marcha.

Velax no le dio espera, Daoh cerró sus párpados con mucha energía y espiró, ah, si su destino iba a ser morir empalado por la polla de un alíen, bueno, que así fuera. Siguió con pasos arrastrados a Velax, sin embargo, el hombre no iba hacia una cama, ni tampoco hacia una habitación.

Abrió la puerta y le dio el paso.

Daoh no preguntó, se limitó a andar.

Los hombres del exterior saludaron con un movimiento de sus cabezas, como si cortasen el viento con sus cuernos. Daoh les sonrió, era lo único que podía hacer, pero estaba tan tenso que probablemente se moriría antes de alcanzar una conclusión.

—Por aquí.

Velax guío el camino y Daoh, por primera vez, pudo sentir el frescor proveniente de un árbol vivo. Había muchos árboles, llenos de verdes hojas y aves, aves extrañas no parecidas a las que él hubiese visto en textos y hologramas; unas tenían tres patas y otras un solo ojo, eran pequeñas y volaban de rama a rama.

Hubo pequeños insectos, insectos luminosos que iban de hoja en hoja.

El prado, tuvo que inclinarse a tocarlo con sus dedos.

Era frío, algo peludito y diferente, no se comparaba al pasto sintético de la nave.

—¿Estás mal?

Daoh levantó la cabeza, el alto hombre azul lo observaba detalladamente a un par de metros.

—No, no, solo… —el humano sonrió—, nunca había tocado pasto.

Velax cabeceó una vez.

—Sígueme, no debemos tardarnos.

Daoh recordó por qué seguía al hombre, entonces, continuó su camino. Tragó aire y apretó el abdomen, preguntándose si iban a hacer algo en medio de la naturaleza, porque a medida que avanzaban por la arboleda, más y más naturaleza encontraban.

De la nada, un grupo de hombres se dejó ver, tenían lanzas con unos extraños cristales incrustados, Velax saludó a uno de ellos.

—He venido para el progreso de nuestra civilización.

—¡Gran general! —Los hombres se agacharon como muestra de respeto.

—Sígueme.

—Consorte 032.

Los dos centinelas lo saludaron, Daoh ya no estaba entendiendo nada de nada, pero siguió al hombre azul de cerca. Empezaron a subir por una colina, de repente, el corazón de Daoh comenzó a palpitar, una reacción extraña, de la nada, Velax se detuvo en la zona alta, Daoh lo alcanzó unos segundos después, sus piernas no eran tan largas.

Un enorme árbol blanco con escasas hojas azules estaba parado firmemente en una colina, sus raíces rodeaban todo el montículo de tierra, mientras pequeñas criaturas luminosas flotaban alrededor.

Él los había visto, antes de dormirse el día del ataque.

—Oiga, ¿por qué nos atacaron ese día en la nave?

—Enemigos de Varox —contestó—, buscan cualquier oportunidad para causar problemas, pierde cuidado, la distorsión dimensional de Varox no admite entrada a especies no admitidas.

—Mm.

Algo había oído, sobre un vórtice invisible que protegía el planeta.

—032.

—Daoh, puede llamarme por mi nombre —dijo el joven, sonriendo a labio cerrado.

—¿No 032 tu nombre? —Velax mostró extrañeza, no se lo imaginó.

—No, mi nombre es Daoh —contestó sonrojado—, puede llamarme por mi nombre, 032 es el número de soldado que tenía asignado, pero ya no soy un soldado, ahora… no estoy seguro de qué soy.

—El consorte del gran general Velax.

—¿Eso es todo?

Velax arrugó su frente, se veía muy malo cuando hacía eso.

—Es un gran honor.

—Sí, pero —Daoh hizo un puchero—, no puedo vivir mi vida a través de usted, solo siendo el consorte del gran general Velax, yo quiero ser algo más, aunque, todavía no estoy seguro de qué.

—Puedes ser el consorte Daoh.

—¿Siempre debo ser el consorte?

—Siempre, eso te mantiene a salvo de los machos sin emparejar y deja claro cuál es tu estatus en nuestra comunidad.




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