Nunca fue mi culpa

El mayor

Sia recibió una llamada y nos llevó en su auto directamente a la fábrica donde me agredieron.

Al llegar, encontré al mayor tirado en el suelo, abrazado por los chicos, llorando desconsoladamente, pues habían asesinado a su novia. En medio de su desesperación, tomó un arma con la intención de quitarse la vida, mientras los presentes intentaban detenerlo. Mi reacción fue de aturdimiento, observando la situación sin intervenir. Todos estaban cumpliendo un rol, incluso las chicas lo abrazaron, mientras yo me daba cuenta de que me estaba convirtiendo en el personaje que todos odian, aquel que solo estorba. Aunque al pensar en mí en ese momento, solo me demostraba lo egoísta que suelo ser.

Muchas veces solo pensamos en nosotros mismos, creemos que tenemos toda la razón y jamás nos ponemos en los zapatos del otro. De alguna u otra forma, me sentí culpable al ver lo serio de la situación y cómo la hacía ver como si solo se tratara de mí. Me imaginaba una historia de amor y, siendo sincera, me enojé porque un hacker multimillonario no salió corriendo tras de mí. Además, fui detrás de Tomás, invalidando los sentimientos del mayor.

El chico rudo y gruñón se quería suicidar porque no encontraba razones para vivir sin su amada. Decía miles de palabras a los raptores, devastado, sumido en el dolor de la pérdida, expresaba su profundo sufrimiento al cuestionar su razón de vivir sin su amada. Entre sollozos, compartía su frustración por no haber podido salvar a su pareja, cuestionándose su propio propósito y el significado de su labor.

El mayor gritaba: "A esto me dedico, llevo años salvando miles de chicas y no pude salvar a mi chica". Cada que quería renunciar a un caso solo pensaba en ella, su voz se desvanecía al momento que hablaba.

En el funeral de la novia del mayor, solo estaban presentes sus compañeros, Tomás y Andrés. Ni la familia de ella ni la del él se hicieron presentes. Laura, Sia y yo nos encargamos de los preparativos. Mi participación fue discreta, enfocada en ofrecer apoyo sin llamar la atención.

Tomás se sentó a mi lado y me ofreció su respaldo incondicional: "Sabes que puedes contar conmigo. Si necesitas algo, estoy aquí para ti. En momentos difíciles, no dudes en buscarme".

En lugar de darme consuelo, sus palabras solo me hicieron dudar. Tal vez sabía que sería despedida, el pensamiento de volver a mi vida anterior me torturaba. Aunque sabía que me la había pasado quejando, pensando en los fracasos y repitiéndome a mí misma lo incapaz que era, no quería volver a mi hogar y sentir que sería una carga. Pues tenía deudas, era lo que me importaba. Al menos en el servicio secreto haría algo diferente con mi vida, pero nunca estoy segura, mantengo cambiando de opinión cada minuto, tal vez por eso me es difícil alcanzar mis metas. ¿Qué puede lograr alguien que no sabe si vale la pena intentarlo y no se arriesga?

Tras los trágicos sucesos, los días se tornaron sombríos. El mayor permanecía sedado en todo momento, sumido en el dolor de la pérdida de su novia. Aunque se había logrado rescatar a las chicas, desafortunadamente la novia del mayor había perdido la vida.

Esta situación se percibía como un sacrificio personal, el mayor estaba pagando un precio por su dedicación a ayudar a tantas mujeres. En palabras de los secuestradores, que casualmente aparecieron muertos en sus celdas después de su pequeño chiste.

Tras un periodo de una semana, me dediqué a realizar tareas domésticas como cocinar, limpiar la casa y lavar la ropa de todos. Durante estas labores, mis compañeros solían bromear: "Eso no va a impedir que te entrene hasta sangrar", servía la comida, otro chiste. De todas formas, te voy a levantar a las 4 a. m., ya vi que no te gusta madrugar". Estas bromas provenientes de Manuel, quien tenía un porte que parecía indicar que podría robar la cartera en un descuido, eran habituales. La mayoría de mis compañeros tenían rostros que reflejaban cierta desconfianza, como si me cruzaran en la calle cambiarían de acera. Sin embargo, me sentía más segura con ellos que con cualquier chico atractivo. El tiempo y el servicio me habían enseñado que las apariencias engañan, y que la persona que se viste de forma más decente puede ser más maliciosa que aquel que aparenta serlo. En el fondo, solo estaba esperando que me despidieran, solo deseaba eso. No me importaba la deuda que tenía con el gobierno, solo estaba confundida sobre mi camino a seguir.

Julio, un chico que estaba con miles de tatuajes que hacían el intento de ocultar sus quemaduras y cicatrices, dijo, ella ya nos vio las caras y sabe quiénes somos, ¿qué vamos a hacer con ella?

Ahora el grupo lo dirigía un chico que se llamaba Felipe.

Felipe dijo: es verdad Julio, ella ya sabe quiénes somos, así que ahora tu trabajo es entregarla y convertirla en uno de nosotros.

Julio: en uno de nosotros, ¡qué barbaridad estás diciendo! ¿Crees que si a esa chica la secuestran e intentan quemar, no nos delataría?

Felipe: no, porque ella sabe que le va a pasar lo mismo que le pasó a la mujer del mayor, lo decía mientras me miraba.

Un chico con gafas, crespo y era el más tierno de ese lugar, casi nunca hablaba y mantenía con su computador. Me dio la mano y me dijo: —Me llamó Alejandro, con el tiempo te acostumbrarás a que hablen de ti como si no estuvieras ahí, lo decía mientras Julio gritaba, es una niña.

Felipe ya tiene 18 años.

Julio: ah, sí, pues se ve como niña.

Felipe: podemos aprovecharnos de eso, piénsalo.

Nadie se va a aprovechar de nadie, dijo el mayor, que salió con sus ojos rojos de tanto llorar. Ella va a volver a su entrenamiento normal.

Alejandro: Espero decir algo sin ánimo de ofensa.

El mayor: entonces no lo digas.

Alejandro: estuve investigando con Sia y Laura la verdadera razón, por la cual ella aceptó este trabajo y es porque un tipo en el batallón la acosaba.

El mayor: lo despedimos y ya.

Alejandro: es de una familia muy influyente. Su padre quiso darle una lección por robarle dinero y lo metió al servicio, pero solo lo consciente y solo la acosa, dicen que intentó aprovecharse de ella.
El mayor: ¿Es verdad?




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