Nunca fue mi culpa

Sin rumbo

Jean tomó mi mano y me condujo al baño. Abrió el botiquín, extrajo unas cremas y las aplicó en las heridas de mis manos.

Jean: Ayer, tu vestido dejaba al descubierto tu espalda, mostrando las heridas. Por favor, gírate.

Con delicadeza, deslizó el cierre de mi vestido y aplicó crema en mi espalda.

Jean: ¿Puedo aplicarte crema en otras partes de tu espalda?

Yo: ¿En mi trasero?

Jean, no lo digas así, lo decía mientras reía. ¿Es una herida o fue por un momento de pasión?

Le expliqué: "Fue porque me dejaron acampando sola para que entendiera cómo se preparaban los militares que dedicaban cuatro o cinco años a obtener el título que yo tenía. Me dejaron sola en la selva, donde había un nido de hormigas, y el resto es historia."

"¿Puedo aplicarte crema ahí?", insistió Jean.

Respondí nerviosa: "Claro."

Con cuidado, desplazó mi ropa interior y untó crema en todo mi cuerpo, con exceso.

Jean continuó, reflexivo: "Sabes, te estás enfrentando a momentos difíciles... ¿Deberías hacerlo? ¿Es normal que tus compañeros te hayan lastimado casi hasta la muerte para luego traerte aquí como carnada? Yo traicioné a mis amigos, entregué información, solo para sentirme mejor, porque mi conciencia no me deja en paz. ¿Tú te sientes bien con tu trabajo? ¿Lo haces por ti misma o por los demás? El camino para lograr tus deseos no es sencillo, pero ¿hasta qué punto estás dispuesta a sacrificarte si, al final, pierdes tu alma y la capacidad de disfrutar? Yo planeo hacer lo que me haga feliz, y tú planeas hacer lo que haga feliz a otros."

Le respondí a Jean: "¿Por qué dices eso? Soy feliz."

Jean: "No te engañes. En tus ojos se ve que no eres feliz, que buscas ser alguien en la vida. Estás haciendo algo que no sabes si realmente deseas. No quieres quedarte vagando sin rumbo."

Guardé silencio. Jean parecía superficial a simple vista, lo juzgue muy pronto, pero sus palabras resonaban en mí. A pesar de haber logrado cierto reconocimiento, sentía un vacío en mi interior. Había confiado en personas que me veían como un experimento, me mandaron a este lugar sin ayuda, ni información, estaba en un entorno desconocido y hostil.

Cuanto tendré que lastimarme para poder encontrarme.

Mientras Jean bajaba a la fiesta, reflexionaba sobre mi situación. Me sentía descartada, como si no hubiera cumplido con mi misión y estuvieran buscando a alguien más capaz.

Solo era un estorbo, no logré cumplir mi primera misión y estaban buscando otra chica que hiciera el trabajo mejor que yo, me desecharon a pesar de que dejé que hicieran conmigo todo lo que me generaba miedo.

Cuando Jean regresó y me indicó que me pusiera el uniforme y cargara mis armas, saqué una de ellas de su cajón. Mientras me preparaba, Jean me recordó con firmeza: """Ponte el chaleco antibalas, ¿acaso eres tonta?"

Al levantar la vista, noté que Jean me observaba con atención y luego se giró bruscamente. Escuchamos disparos desde abajo. Mientras me calzaba los zapatos, comprendí que debía cambiar el rumbo de nuestra relación. Era hora de asumir mi rol de protección y cuidado, en lugar de ser solo la protegida.

Luego Jean volvió y me dijo: "ponte tu uniforme y cargas tus armas". Jean sacó una arma de uno de sus cajones.

Me estaba poniendo el uniforme encima de mi vestido, y Jean me gritó: "Ponente el chaleco antibalas, eres tonta o qué".

Me quité el vestido y Jean se quedó mirándome y luego reaccionó y volteó. Se escuchaban disparos abajo, y mientras me ponía los zapatos, noté que parecía que él me estuviera cuidando y no yo a él. Así que tenía que cambiar eso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.