Nunca fue mi culpa

Entre el Amor y la Lealtad

En el servicio secreto se presentaban dificultades, ya que las candidatas para reemplazar a las chicas no cumplían con los requisitos. Aquellas que aparentaban ser menores no resultaban atractivas, y las que parecían mayores no encajaban en el perfil buscado. La razón de mi contratación radicaba en la infiltración en el círculo social de Tomás con el objetivo de conquistarlos y determinar quiénes estaban involucrados en actividades relacionadas con la trata de personas.

Como última opción escogieron a Laura, pero ella no tenía que ser pareja de tomas, tenía que seducir a un tipo que creían que era el que endulzadaba a las chicas y luego las entregaba.

Sia, estaba en su hogar con su pareja, quien era el hermano de Laura, se encontraba en medio de una situación incómoda. Mientras ella preparaba la comida, dejó su teléfono en la sala, y su compañero recibió una notificación que revelaba un mensaje inquietante. El contenido expresaba una firme decisión de Laura de unirse al servicio secreto. Ya que sus servicios como médico no serían requeridos, ahora tendría que seducir a un chico en específico.

"No importa cuánto te opongas, Laura decidió trabajar en el servicio secreto. Si ella no seduce a ese chico o alumno, le saca esa memoria que él tiene. De cualquier forma, la despido."

Laura, siendo la única hija en el hogar, había sido objeto de una protección excesiva por parte de su familia, lo que generaba una preocupación adicional a la situación.

La atmósfera en la casa se volvió tensa cuando Santiago vio ese mensaje, su rostro reflejando una mezcla de preocupación.

—Sía, necesitamos hablar —dijo Santiago, cerrando la puerta con un golpe que resonó en el silencio.

—Claro, ¿qué sucede? —preguntó Sía, sintiendo un nudo en el estómago.

—He oído cosas sobre tu hermana, Laura. Dicen que está involucrada en el servicio secreto. ¿Es cierto? —su voz era dura, como si ya hubiera llegado a una conclusión.

—No tengo idea de qué estás hablando. Laura es solo una niña, ¿cómo podría estar involucrada en algo así? —respondió Sía, tratando de mantener la calma.

—Es una locura que no lo veas. Ella está tratando de seducir a un hombre para obtener información. ¿Y tú crees que eso está bien? —Santiago se cruzó de brazos, su postura era desafiante.

—¿Qué quieres que haga? ¿La voy a dejar sola en esto? —Sía sintió cómo la frustración comenzaba a burbujear dentro de ella.

—Sí, porque claramente no sabe lo que es bueno para ella. No puedes permitir que se ponga en peligro por su propia necedad —Santiago alzó la voz.

—No se trata de eso. Laura es mi mejor amiga y tengo que apoyarla. ¿De verdad piensas que puedes decidir por ella? —Sía sintió que la ira empezaba a nublar su juicio.

—Se supone que debo protegerte, a ti y a ella. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras mi hermana se pone en peligro —Santiago replicó, pero su tono había cambiado a uno más defensivo.

—¿Protegerme? ¿O controlarme? —Sía levantó una ceja, sintiendo que la situación se volvía más complicada. —No puedes simplemente decidir lo que es mejor para las mujeres en tu vida. Laura tiene derecho a hacer lo que quiera.

—No estoy tratando de controlarte, Sía. Estoy tratando de evitar que cometas un error —Santiago se acercó un paso, su mirada intensificada.

—¿Y qué pasa con lo que ella quiere? —Sía replicó, su voz alzándose en indignación—. Laura tiene sus propios sueños e aspiraciones. No es solo una niña asustada que necesita ser rescatada.

—Pero tú no entiendes el peligro real que enfrenta. Si se involucra con esos hombres, podría terminar muy mal. —Santiago estaba cada vez más frustrado.

—¿Y tú qué? ¿La vas a obligar a no trabajar, a no vivir su vida? —Sía sintió que el conflicto entre su relación y su amistad se tornaba más intenso.

—No se trata de obligarla, se trata de protegerla. No puedo permitir que se meta en problemas solo porque se siente aventurera —Santiago cruzó los brazos, su postura defensiva.

—¿Y qué harás? ¿La vas a encerrar en casa? —Sía sintió que la rabia la invadía—. Laura es más que capaz de decidir por sí misma. No puedes tratarla como si fuera una niña indefensa.

—Quizás deberías hablar con ella. Decirle que esto es peligroso y que no debe involucrarse con esos hombres. No puedo creer que estés defendiendo esta locura. —Santiago dio un paso atrás, su decepción evidente.

—No estoy defendiendo nada, solo estoy tratando de entender su perspectiva —Sía sintió cómo su mundo se tambaleaba.

En ese momento, Juanes, el mejor amigo de Sía, apareció en la puerta, la mirada preocupada. —¿Todo bien? Escuché gritos y me preocupé —dijo, mirando a ambos con inquietud.

—No, no está bien —dijo Santiago, su voz dura—. Estoy tratando de hacer que Sía vea lo que realmente está en juego aquí.

—¿Y qué es eso? ¿Controlar a Laura porque crees que está en peligro? —Juanes replicó, cruzándose de brazos—. Ella tiene derecho a vivir su vida como quiera. No puedes imponer tu visión sobre ella.

—Esto no es solo sobre Laura, es sobreproteger a las mujeres que amo. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras se ponen en riesgo, si sigue apoyando a Laura en esto, terminamos —Santiago contestó, su voz alzándose una vez más.

Sía se sintió atrapada entre su relación con Santiago y su lealtad hacia Laura. —No sé si puedo seguir en esto —dijo, sintiéndose desgarrada—. No quiero elegir entre mi hermana y mi relación.

—No se trata de elegir. Se trata de hacer lo correcto —Santiago insistió, pero su tono había perdido fuerza.

—Lo correcto para ti, quizás —Sía replicó, su voz temblando—. Pero para mí, lo correcto es apoyar a Laura, su mejor amiga, sin importar lo que eso signifique.

—¿Entonces estás dispuesta a dejar que se ponga en peligro? —Santiago preguntó, su voz más suave, pero aún llena de tensión.

—No estoy dispuesta a dejar que nadie decida por ella. Y no sé si puedo estar con alguien que no respeta eso —Sía sintió que las lágrimas amenazaban con brotar.




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