Nunca fue mi culpa

Verdaderas intenciones

Jean aún no se había marchado y, al escuchar una parte de la conversación que decía que todavía no sabía besar, se rio y adoptó una expresión inocente. “Puedo explicártelo”, dijo, “lo que pasa es que, bueno, ¿me estabas espiando?”

Le respondí, en serio: “¿Me tratas así de mal solo porque no sé besar?”

“Es lo único que te quedó en la cabeza después de todo lo que dije”, replicó Jean.

Me levanté de la cama y le dije: “Sabes, creo que esto no está funcionando”. Él me tomó de la cintura, acercándome a él con firmeza y me preguntó: “¿De verdad crees eso? Yo te puedo enseñar todo lo que no sabes”.

“Sí, eso creo”, respondí poco convencida, pues era muy diferente lo que pensaba cuando no estaba a su lado a cómo actuaba cuando él me miraba a los ojos y podía sentir la fragancia de su loción, que no tiene mucho que ver, pero me volvía loca. En un instante, me empujó suavemente hacia la cama y comenzó a besarme en el cuello. Noté que tenía moretones en su cuello, pero en ese momento nada parecía importarme; solo deseaba que continuara su mano, que estaba en mi ombligo, deslizándose hacia mi intimidad.

Luego de meter su mano en mi ropa interior, dijo: “Sabes, lo nuestro va a ser diferente. Tú eres diferente. Le dije: “No quiero ser diferente.” Él solo sonrió y dijo: “¿No que querías acabar con esto?” Me dio un beso en la frente y se fue.

La verdad, nunca fui tan fácil; hasta llegué a pensar que era asexual hasta que llegué a este mundo de chicos que parecen ser cantantes famosos que nunca podría tener. Al parecer, en mi mente, era una mala amiga y una chica fácil. Realmente no sabía quién era o si era correcto lo que hacía. Bueno, sí sabía que no era correcto, pero tampoco quería hacer nada para cambiarlo. Legalmente, ella fue quien besó a mi pareja, pero no sería la chica que pelea por un hombre; esa no soy yo. Realmente, ¿quién soy?

Debería volver a obsesionarme con Tomás y jamás le respondí el mensaje. No le di ni un gracias. Entré a la conversación para agradecerle, pero encontré el caso resuelto, donde mostraba cómo Jean había enviado toda la evidencia y había traicionado a sus amigos. Era algo que ya sabía, pero había ocultado la información de Cristian, aparte de que Cristian estaba siendo demandante por acoso sexual y tenía negocios ilícitos en la empresa de Jean y por esa razón no lo había delatado para que no investigaran su empresa. Tomás envió la información como si fuera yo a los militares. Tomás dijo que Enzo estaba esperándome afuera para que me fuera de ahí.

Le escribí a Tomás que lo que había hecho estaba mal y que no quería saber nada de él.

Sía y Laura iban en camino a dejar su trabajo. Cuando abrió la puerta, estaban Santiago y Enrique, quien es el hermano de Sia. Estábamos con peluches y chocolatinas; Enrique le dio los regalos a Sia y Santiago a Laura. Sia, con enojo, dijo: “¿Qué hacen aquí?” Santiago respondió: “Estábamos viendo una serie y los personajes eran unos machos opresores, y nos dimos cuenta de que nosotros nos estábamos comportando como ellos. Sí, es verdad que el trabajo que les ponen hacer no es el correcto.

Sia, con las manos entrecruzadas, dijo: “No te estabas disculpando.”

Santiago: “Sí, sí, yo me enamoré de ti”. Enrique interrumpió diciendo: “Sabes, ya me está dando asco”.

Laura, con emoción y una mirada coqueta, dijo a Enrique: “¿Quieres que te prepare comida?”

Santiago: “Sé lo que estás haciendo, Laura, no te hagas la boba”.

Enrique: “Ah, pero tú sí puedes tratar mal a mi hermana y la tuya no me puede preparar comida”.

Sia: “Sabes, tú no cambias”.

Santiago, torciendo los ojos a Enrique, continuó diciendo: “Te conocí como una persona que defiende lo que cree, una mujer fuerte. No te importa lo que los demás digan de ti, siempre haces lo correcto, y yo solo hago lo que creo que es correcto, siguiendo los pensamientos de los demás. Esa es la diferencia entre tú y yo, y de verdad te amo demasiado”.

Sia: “¿Lo haces por mí o porque mi hermano te pidió que lo dijeras?, Sabes que está coqueteando con tu hermana al frente tuyo”.

Santiago: “¿Cuál es tu afán de salvar a los demás?, Además, no estás enojada porque te quiero imponer algo y ahora quieres que lo imponga a mi hermana. Ah”.

Sia: “Santiago, vete, y Enrique, tú también vete y aléjate de mi mejor amiga”. Y Laura, no le toques la corbata; eso ni siquiera es coqueteo, los vas a ahogar”.

Santiago: “Sia, te acabo de decir que te amo y desde siempre te he amado pasé. Pasé toda mi vida intentando conquistarte y no voy a permitir que lo nuestro se termine por mi estupidez. No me perdones, no ahora, pero quiero que lo pienses. Aceptaré todas tus condiciones”.

Mientras Sia y Santiago hablaban, Enrique le dijo a Laura: “Prepararé la comida. Laura le dijo: “¿Me prestas alguna plataforma? Lo pondré en el televisor, es que no tengo. Enrique se lo dio sin ningún problema.

Laura iba a conectar las pantallas hasta que encontró una imagen de una chica que le decía: “Esto es para ti, amor”. Laura entró a la conversación y encontró que una chica intercambiaba fotos íntimas con Enrique, y eso le rompió el corazón. Laura nunca se permitió tener novio porque siempre estuvo enamorada de Enrique, y Enrique pensaba que todo era un juego.

Enrique llegó a la habitación y encontró a Laura llorando con su teléfono.

Enrique dijo: “¿Qué pasó? ¿Por qué lloras? Tomó el teléfono y encontró las fotos. Continuó diciendo. Continuó diciendo con seriedad: “Laura, ¿qué haces viendo mis conversaciones?”.

Laura: “Tú me prometiste que jamás saldrías con esa chica”.

Enrique: “No estoy saliendo, no es nada serio”. Enrique, sorprendido, levantó las cejas y luego, con una mirada de incredulidad, dijo: “¿No me digas que por eso estás llorando?”.

Laura agachó la cara y dijo: “Enrique, tú me gustas desde siempre”. Enrique la interrumpió diciendo: “Estás brotando, ¿verdad?, estás repitiendo lo mismo que tu hermano mantiene diciendo”.




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