Nunca me dejes ir

Capítulo 1: Kenny

Me puedo considerar un hombre afortunado. Tengo un trabajo que me gusta, que disfruto mucho y me pagan bien. Aunque soy heredero de un imperio hotelero y el dinero no es algo que me preocupa, me gusta trabajar y tener mi propio sueldo. También tengo una familia excepcional que siempre está cuando los necesito.

No ha sido fácil hacer amigos que no me busquen por interés. Tampoco ha sido fácil con las mujeres sin saber si se interesan por mi atractivo, el dinero o simplemente por mí, por lo que he sido casi un monje.

Tengo la suerte de tener primos cercanos a mi edad a los que puedo llamar amigos como Josh, Triana, Belle e incluso a mi hermana Oriana, aunque a ella no soy tan cercana después de que salió con un novio tóxico que solo la quería por interés. Ella abrió los ojos a tiempo y lo dejó, pidió perdón a todos por la forma en que se comportó, aun así mi relación con ella nunca volvió a ser la misma.

Veo a mi primo Liam en este momento con su hija de casi tres años y esperando ansioso a su segundo hijo, a mi prima Belle embarazada y a Triana con su nuevo novio que es un chico agradable, un chef como su padre. Ella sigue los pasos de sus padres. Sobra decir que mi tío Franco y la tía Bree adoran a su nuevo yerno. Es su discípulo.

Y yo estoy aquí solo deseando encontrar a una mujer que me quiera por mí. Me he divertido con las cazafortunas haciéndoles creer que era lo suficientemente estúpido para no darme cuenta de que solo querían estar conmigo por mi atractivo o dinero.

Me considero una persona analítica y observadora, por lo que puedo saber la verdadera esencia de las personas apenas cruzando un par de palabras.

Solo hay una persona que no he podido descifrar por mucho que quisiera y es la única que podría considerar, o era así antes de que se acostara con mi primo Josh. Él dijo que no fue nada, que apenas recordaban el momento y nunca más volvió a pasar, pero pasó y eso es algo que no puedo sacarme de la cabeza, sin olvidar que nunca tuve una oportunidad con ella.

¿Por qué a veces nos gustan las mujeres que se interesan en otros? No entiendo que pretende el destino con eso.

—¿Pensando, primo?

—Qué raro que tu esposo no anda por aquí.

Belle ríe. Es una mujer feliz. Enamorada y radiante y eso me alegra porque la considero una de mis mejores amigas, mi hermana y su felicidad es la mía.

Su esposo Sven es un buen hombre que se desvive por hacerla feliz. Desde que supo que espera a su hijo, se pasa de sobreprotector con ella. Él tiene una hija con otra mujer y no estuvo tan pendiente del aquel embarazo como ahora con mi prima. Claro que la diferencia rige en que él está enamorado y casado con mi prima. Con la ex no hubo nada de eso.

—Está con mamá hablando de fotografía—pasa la mano por su vientre aún plano, pues apenas tiene dos meses de embarazo—. Mi embarazo apenas está comenzando y las náuseas me están matando. Necesitaba tomar aire.

—¿Blue y tú se pusieron de acuerdo para embarazarse al mismo tiempo?

Mi prima ríe.

—Ella tiene un mes más que yo y me siento feliz.

—Lo digo porque son amigas, socias, cuñadas, hermanas del alma y ahora están embarazadas casi al mismo tiempo.

—Y seríamos consuegras si nuestros hijos no fueran primos. —ríe y me uno a su risa.

—Te ves feliz.

—Lo soy. Sven y Riley me hacen feliz. ¿Qué hay de ti? Ya es hora que encuentres una mujer especial que te acompañe en el camino de vida. Es bueno trotar por el mundo y divertirse, pero llega un momento que se vuelve algo solitario. Al menos a mí me encanta volver a casa y encontrarme con mi esposo y con Riley, cuando está con nosotros. Sé que a Blue y Liam les sucede lo mismo, al igual que a Erin. Triana comienza a querer establecerse.

—No me cierro, pero tampoco me desespero.

El teléfono de Belle interrumpe lo que iba a decir, se disculpa y atiende.

—¿Milka? ¿Dónde estás? No escucho nada… ¿Cómo qué en problemas?

Pongo atención a la conversación.

Milka es la mujer que descontrola mi mente y perturba mis sueños. La única que he querido tener realmente y no he podido.

—¿Qué sucede? —pregunto en voz baja.

—¿Puedes enviarme la dirección o darme alguna pista?

Le saco el teléfono a Belle y lo pongo en altavoz.

—No sé. El chico qui-quiso hacer cosas, le dije que no, me dejó aquí y se fue. Belle, estoy ma-mareada, se rompió mi tacón…

—¿Ves el nombre de alguna calle?

Milka dice un par de incoherencias más, pero da unas pistas que me indican donde está. Antes de que Belle diga algo, me ofrezco para ir con ella.

—Iré por ella antes de que le pase algo…

—Pero…

—Tú quédate, es el cumpleaños de tu padre y es mejor que yo me ausente. ¿No confías en mí?

Ella asiente, me pide que le avise en cuanto llegue con Milka y salgo de la casa para subir a mi auto y buscar a Milka.

Maldita sea. ¿Acaso esa mujer no aprende de sus errores?




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