Nunca me dejes ir

Capítulo 2: Milka

Me tapo la cara al sentir la luz del sol en mis ojos, me doy la vuelta intentando que la cabeza no me explote y absorbo el aroma de las sabanas. Este aroma no es el de mis sábanas. No reconozco el aroma y enseguida maldigo porque significa que me acosté con algún extraño luego de prometer no volver a hacerlo. Me prometí a mí misma que maduraría y me molestaría en conocer al hombre un poco antes de acostarme con él. Es obvio que perdí el tiempo hablando conmigo misma.

Intento abrir los ojos y no puedo. Me estiro y gimo, maldiciendo el dolor de cabeza.

¿Por qué no bebí menos? Esto pasa cuando llevo bastante tiempo sin beber y luego mezclo.

—¿Estás bien o necesitas privacidad para poder hacerle el amor a mi cama?

Esa voz… No puede ser. No es posible.

Me levanto rápido, olvidándome del dolor de cabeza y de lo que sea y busco al dueño de la voz.

—Kenny. —exclamo girándome y cayendo de la cama porque nací estúpida y no me di cuenta de que estaba en la orilla.

Estoy en ropa interior. No puede ser. Tierra, trágame.

Me tapo con la sabana. No por vergüenza de mi cuerpo porque me amo como soy y no soy de las que tienen pudor para andar desnudas, solo que se trata de Kenny. Él es diferente.

No, tal vez no es real, solo un espejismo. Puede que sea mi imaginación, pues he tenido fantasías sexuales con él que parecieron muy reales.

Me tapo con la sábana y me asomo por encima de la cama. Ahí está él, de pie, mirándome sin expresión alguna. Tiene el cabello mojado y lleva ropa deportiva que le queda de muerte, aunque me gustaría verlo sin ropa, pero nunca tuve esa suerte.

—No eres real. —declaro y cierro los ojos, los vuelvo a abrir y él ya no está—. Lo sabía, Kenny no es real. Aunque no sé donde estoy.

—Estás en mi habitación. —me espanto cuando lo veo a mi lado y coloco la mano para impedir que se acerque.

—Eres real.

—Hasta donde sé, lo soy. ¿Anoche fumaste hierba o consumiste algo más además de alcohol?

Niego con la cabeza.

—¿Qué hago aquí? —miro la cama—. No me digas que  tú y yo…

—¿No lo recuerdas?

Abro los ojos con demasía y me llevo la mano a la cabeza. El dolor empeora. Odiaría saber que me acosté con él y no pudiera recordarlo. Me pasó con Josh, aunque no importó mucho porque después descubrimos que en realidad nunca pasó nada entre nosotros, pero Kenny es Kenny. Con él si querría que pasara todo y querría recordarlo.  

—No, no es posible porque tú y yo no nos gustamos. Estás jugando conmigo—él permanece serio—. No estás jugando conmigo.

Y entonces sonríe. Una bonita sonrisa que pocas veces tuve la oportunidad de ver y me quedo como estúpida, aunque no sé si se puede quedar peor.

—No pasó nada, Milka. ¿Por qué clase de hombre me tomas? Nunca tendría sexo con una mujer pasada de ebria y menos si es una amiga de mi prima—se cruza de brazos—. Estoy terminando de preparar el desayuno, ponte la ropa y te espero en la cocina.

No me deja preguntar nada, sale de la habitación dejándome sola y yo no entiendo nada, no sé nada y me odio en este momento por haber bebido y tener amnesia alcohólica.

Desde este momento me prometo a mí misma que no volveré a beber, al menos que sea en mi casa y esté segura que terminaré en mi cama. Espero esta vez hacerme caso a mí misma y no traicionarme.

¿Por qué estoy con Kenny? Estaba en la despedida de soltera de una compañera de trabajo y lo siguiente que recuerdo es a alguien ofreciéndome llevarme.

Me levanto como puedo del suelo, me quito la sabana y encuentro mi pantalón y blusa perfectamente doblados en un bonito sofá de color azul oscuro. Me visto y salgo de la habitación siguiendo el olor a café y tratando de ignorar la puntada en mi cabeza.

No me detengo a observar mucho la casa de Kenny porque mi mente solo quiere agua y algo para el dolor de cabeza. Pocas veces estuve en este departamento, aunque no es de Kenny en sí, sino de la familia en general. Josh suele usarlo y lo sé porque aquí desperté una vez luego de que ambos nos embriagáramos demasiado. No tuvimos sexo porque él no estaba en condiciones, pero nos besamos y tocamos. Claro que eso lo recordamos tiempo después porque los dos habíamos bebido bastante.

Entro en la cocina y tomo asiento.

—Necesito saber que pasó anoche.  

Kenny se recarga en la isla con una taza de café de color negra en la mano y sonríe de costado.

—Tomate la aspirina y bebe el agua, luego bebe el café y come la tostada.

—No me digas que hacer.

—Como quieras.

Hago lo que indicó, aunque el café está demasiado amargo. Me gusta con azúcar y mucha crema.

—Habla.

—¿No recuerdas nada de la noche anterior? Algo que hayas hecho o dijiste…

—Lo último que recuerdo fue estar disfrutando de unos strippers en la despedida de soltera de Sally y a un hombre ofreciéndome a llevarme, a partir de ahí todo está borroso.




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